El seminario se encuentra bajo sospecha. Desvelados los abusos, enviados del Papa visitarán este y otros centros de la orden para evitar más escándalos.
El seminario menor que los Legionarios de Cristo tiene en Ontaneda es un antiguo balneario y gran hotel, levantado en 1833. Lo adquirieron en 1955, y fue la primera propiedad que la orden, fundada en México, tuvo en España. En la fachada principal, en la calle Generalísimo Franco, no hay carteles, inscripciones ni símbolos de ningún tipo. La discreción es la norma de la casa. No se puede ir más allá de la entrada, pero no hace falta ir más lejos para encontrar fotos enmarcadas del fundador de la congregación rodeado de jóvenes. Son recuerdos de las visitas del Padre Maciel, cuando de día impartía doctrina, dejándose adorar por sus incondicionales discípulos, y por la noche se hacía acompañar en la cama por alguno de ellos.
Las acusaciones de pederastia que pesaban sobre Maciel y otros miembros de la congregación fueron negadas durante años, hasta que las abrumadoras pruebas y testimonios convirtieron las sospechas en certeza.
Conservadores y elitistas
Los ‘millonarios de Cristo’, como algunos los denominan, son un movimiento ultraconservador muy influyente en el Vaticano, que siempre ha elogiado su labor. Disponen de 125 casas religiosas, 150 colegios, 21 institutos superiores, nueve universidades y 630 centros, en 22 países. La organización está formada por 800 sacerdotes, más de 2.000 seminaristas y unos 65.000 miembros laicos. Cuentan con el apoyo de importantes políticos y hombres de negocios; no en vano es su declarado propósito "captar a los líderes del mundo". Quizá por ello el Papa no reaccionó hasta 2006, cuando el escándalo era imparable y empezaba salpicar a la curia romana por su actitud condescendiente. La Congregación para la Doctrina de la Fe –denominación actual de la antigua Inquisición– cerró la investigación con un escueto comunicado en el que, debido a la avanzada edad de Maciel y a su precario estado de salud, renunciaba a iniciar un proceso canónico contra él, a la par que le ’invitaba’ "a una vida reservada de oración y de penitencia, renunciando a todo ministerio público". Ya no habría proceso de beatificación, como esperaban sus hagiógrafos, pero tampoco condena. El comunicado agradecía al final la labor de la institución Legionarios de Cristo "independientemente de la persona del fundador". La Iglesia reconocía así tácitamente la veracidad de las acusaciones, pero quería evitar la publicidad de un molesto juicio. Las víctimas de las violaciones no fueron siquiera mencionadas.
La justicia mexicana también llamó a declarar a Maciel, pero éste murió en algún lugar de los EE UU antes de que se pudiera iniciarse el proceso penal. Después fue enterrado sigilosamente en México. Otros procesos a miembros de la congregación sí han acabado con sentencia condenatoria: la última este mismo año, por la violación de un niño de tres años cometida en el Colegio Oxford, de Ciudad de México. La dirección del colegio fue también condenada por ocultar los hechos y proteger al violador.
Obediencia ciega al superior
Adoctrinados en la obediencia y el culto al líder, convencidos de que la congregación es obra de Dios, los fieles legionarios no quieren otra cosa que echar tierra sobre estos sucios asuntos y sobre las propias víctimas.
Pero ¿cómo se explica que las denuncias no se produjeran antes, cuando los primeros abusos se remontan a los años 50? Hay que recordar que las víctimas eran niños y adolescentes. Niños apartados de sus familias a temprana edad y recluidos en seminarios, en centros donde repiten sin cesar rituales y letanías, siguen rígidos horarios y son sometidos a una férrea disciplina. Leen libros ‘sagrados’, aprenden verdades absolutas y se les induce a creer en autoridades infalibles. De ese modo, la fe termina sustituyendo a la razón y la conciencia moral se reduce a obediencia: ya no es la propia conciencia, sino el superior o guía espiritual, quien decide sobre el bien y el mal. Se entregaban a los abusos perplejos, confusos, pero incondicionalmente, ante el que para ellos representaba la voluntad de Dios: quien los violaba era a la vez quien los perdonaba en confesión.
Los legionarios hacen votos de pobreza, obediencia y castidad, pero el verdaderamente importante es el segundo, que venía a reforzarse con un cuarto voto que prohibía a los legionarios criticar los actos de sus superiores y los obligaba a denunciar a quien lo hiciera. Este voto impidió a muchos de ellos denunciar los abusos de menores que se producían en la congregación. El actual Papa lo derogó en 2006, cuando la corte pontificia reprendió con indulgencia al fundador.
El Padre Maciel es hoy un reconocido criminal. Sin embargo, en el seminario menor de Ontaneda sigue siendo un guía y líder espiritual venerado con devoción. Los 13 alumnos del centro cultivan allí su vocación siguiendo las enseñanzas del “Maestro”. En realidad, un cínico y megalómano pederasta.
Javier Fernández Retenaga (Diagonal)
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