No es mi intención dedicar estas líneas a un debate electoral, en época de promesas y recuento de votos. Pero me llama la atención el nombre de ese partido reciente, esa agrupación que coloquialmente se conoce como el partido de Rosa Díez. Sabemos que rondan sus filas personas tan afectivamente vinculadas a nuestra tierra como Fernando Savater, Carlos Gorriarán u otros afiliados de ¡Basta ya! y el Foro de Ermua. No merece demasiado interés. Pero da que pensar ese nombre oficial con que se han registrado. Unión, Progreso y Democracia.
Ya hubo en el pasado un partido con un título parecido. E hizo historia. Siniestra. Unión y Progreso. Fue un grupo que se hizo célebre cuando tomó el poder en Turquía a principios del siglo XX. Y también tenían un sobrenombre para los amigos, como el de Rosa Díez, para andar por casa: Jóvenes Turcos.
El partido de los Jóvenes Turcos, Unión y Progreso, tuvo entre sus méritos el de haber ingeniado, adelantándose al siglo, el primer genocidio en un Estado contemporáneo. En efecto, el genocidio armenio fue el primero de su estilo, programado, organizado, llevado a cabo con todo el detalle y el despliegue necesario de medios. Fue el modelo de la línea de trabajo a seguir adoptada luego por algunos mandatarios europeos de triste recuerdo. Sin ir más lejos, Adolph Hitler escribió en sus memorias: "He dado orden a mis Unidades de la Muerte de exterminar sin piedad a todas las mujeres, hombres y niños de raza polaca. Sólo de esta manera podremos conseguir el territorio vital que necesitamos. Después de todo, ¿quién recuerda hoy el exterminio de los armenios?" (22 de agosto de 1939).
En aquella empresa, no todo fue original o inventado. La Solución Final para Armenia tenía antecedentes sangrientos. Bajo el mandato del sultán Abdul Hamid II, en la última década del siglo XIX, se calcula que los turcos exterminaron entre 200.000 y 300.000 armenios. Pero tuvo que llegar un gobierno unitario y progresista (¿Al estilo del que proponen Rosa Díez o Savater?) para hacer las cosas como Dios manda: para erradicar a lo grande a la población armenia del territorio controlado por los turcos.
El pretexto lo sirvió en bandeja la guerra contra Rusia. El 24 de abril de 1915 las autoridades arrestaron a los intelectuales y dirigentes del pueblo armenio. Entre 300 y 600 personalidades de la élite más culta de la población armenia fueron torturadas y asesinadas. A continuación fueron movilizados y alistados, reclutados para la guerra, todos los hombres capaces de empuñar un fusil. Una vez en los cuarteles, los desarmaron y ejecutaron. Más de 100.000 reclutas armenios fueron pasados por las armas. Por último, con los pueblos desprotegidos, sin hombres que los defendieran, sacaron a los habitantes de sus casas y, con la excusa de desplazarlos del escenario de la guerra, de ponerlos a salvo del peligro de los combates, los arrastraron al desierto de Siria, en una caminata interminable en la que exterminaron a cientos de miles entre niños, mujeres y ancianos, en medio de vejaciones, violaciones y un sin fin de sufrimientos. En total se calcula que el Gobierno de Unión y Progreso aniquiló a millón y medio de armenios.
El partido de Rosa Díez no ofrece nada nuevo. Es la enésima edición de una escuela muy arraigada en suelo hispano; de hecho se podría afirmar que es una expresión genuina en cuanto que reproduce una tradición de largo recorrido, desde Espartero hasta Franco, desde los espadones liberales hasta el democracia orgánica, de imponer la sacrosanta unidad española con mano de hierro, con la piadosa intención de mejorarnos la vida con su peculiar ideario de democracia y progreso.
Una vieja creencia vasca sostiene que todo lo que tiene nombre, es. Dado el paralelismo y el parecido histórico entre España y Turquía (dos viejos imperios; en uno no se ponía el sol y en el otro lucía la media luna), si el nombre del partido revela algo de su proyecto, podemos mirarnos en el espejo armenio. Nos preparan una solución a la turca. O a la otomana, que nos deje tumbados.
Angel Rekalde nabarralde.com
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