La foto de Mariano Rajoy rodeado de los notables de su partido el pasado miércoles rubricó un cierre de filas que nunca antes había conseguido el líder del PP desde que perdió las elecciones de 2004. Ese Comité Ejecutivo, preparado con mimo, blindó a su jefe de filas y desactivó movimientos que se habían intensificado en las últimas semanas entre distintos grupos de descontentos que pretendían exigir un congreso extraordinario tras las elecciones gallegas y vascas.
El estallido del escándalo del espionaje en Madrid convenció a muchos en el PP de la necesidad de buscar cuanto antes un nuevo liderazgo para el partido. Pero el descubrimiento de la trama de corrupción que persigue el juez Baltasar Garzón sembró el pánico.
Rajoy supo aprovechar la ocasión para facilitar el paraguas que buscaban sus dirigentes, que acudieron a la reunión acuciados por el chaparrón de la trama orquestada por Francisco Correa. El presidente ofreció el cobijo que deseaban y articuló un discurso defensivo basado en la maldad de sus adversarios y la instrumentalización política de la Fiscalía en manos del Gobierno.
Los dirigentes, 'barones' territoriales, cargos públicos y orgánicos salieron más aliviados de la reunión. «Ahora podemos levantar la cabeza», confesó un miembro del Comité Ejecutivo, satisfecho de la actitud de firmeza que encontró en su presidente.
Muchos llegaron con miedo a la cita, pero hasta los más críticos se apiñaron en la foto en busca de cobijo junto al líder que tanto denostaron en otros tiempos. Antes de posar para la foto, los populares se sometieron a una terapia de grupo cuidadosamente preparada, en la que algunos actuaban de liebres y contaban las injustas y duras experiencias como víctimas de lo que creen una estrategia socialista que utiliza a los fiscales para desprestigiar al PP; otros llamaron a la cohesión para hacer frente a la 'caza de brujas'. Nada mejor que un 'Fuenteovejuna' defensivo para volver a apuntalar al jefe de filas.
«Hemos recuperado el oxígeno», confesó un dirigente que reconoció la habilidad de Rajoy para aprovechar la debilidad de sus enemigos. De una u otra manera, toda la dirección del PP ha tenido alguna relación con Correa o sus empresas, y todos sus integrantes aguardan con temor cualquier revelación periodística.
«Saltará por los aires»
La reunión frenó en seco los movimientos de los críticos. El pobre resultado de la estrategia de oposición de Rajoy, que no logra arañar votos al PSOE, y la humillante claudicación de la dirección nacional ante el escándalo del espionaje interno en Madrid desataron de nuevo las ansias de relevo. El plazo de caducidad, que tras el congreso de Valencia se había fijado en las elecciones europeas, se acortó. Creció la marea de quienes creían que Rajoy no podía seguir después de las elecciones vascas y gallegas, que los populares dan por perdidas. «El 2 de marzo, el partido saltará por los aires y alguien tendrá que dar un paso adelante para pedir un congreso extraordinario», en opinión de uno de los díscolos.
Con el Congreso a medio gas, el grupo parlamentario rumiaba su malestar mediante el teléfono o en convocatorias internas, como la convención económica celebrada el pasado 30 de enero en Alicante.
Los jóvenes volvían a clamar en el desierto por un cambio, pero no consiguieron aglutinar un grupo cohesionado para pedir un liderazgo más fuerte capaz de plantar cara a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre.
El sector crítico, integrado por los diputados desplazados pertenecientes a la dirección anterior, intentó promocionar un manifiesto en defensa de una política diferente. El miedo a confundirse con los 'resentidos' debilitó la opción de quienes pretendían llevar a cabo una iniciativa autónoma. «Como lideren esto los cabreados de la 'vieja guardia' vamos a fracasar, porque el sector oficialista volverá a apuntalar a Rajoy como en Valencia», decía un parlamentario situado en el meollo de la operación.
Por dignidad política
Por su cuenta, otro nutrido grupo de militantes preparaba una declaración a favor de la dignidad en la política, en contraste con las sospechas de quienes aparecían vinculados al espionaje. El escándalo de la trama de corrupción subió al máximo la temperatura y provocó movimientos entre quienes se consideran a años luz de la estética de Correa y de los niños del llamado 'clan de Becerril'.
Son militantes y dirigentes con coches modestos, tienen contratos precarios o familiares en paro y que no veranean en Marbella ni viajan a Miami o Chicago. Ellos esperaban un golpe de mano de Rajoy, una limpieza interna que separase el grano de la paja, «caiga quien caiga», como hizo José María Aznar en el 'caso Naseiro' en 1990. Pero se sintieron defraudados cuando vieron la foto del miércoles y comprobaron que tendrán que esperar a mejor ocasión para buscar la renovación del partido.
«Los que tienen poder se han unido por miedo a perderlo y han logrado un poco de oxígeno; estamos con respiración asistida hasta la próxima», sentenció un diputado el pasado jueves.
Magis Iglesias (Colpisa)
domingo, 15 de febrero de 2009
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