Es un gesto de agradecer y que demuestra la asunción de sus
responsabilidades, tanto las pasadas como las futuras, que fuera el
lehendakari en funciones, Patxi López, quien encabezara la vuelta de su
partido a Sabin Etxea. La entrada de la delegación del PSE a la sede del
PNV tenía ayer cierta similitud al paso de las derrotadas tropas
romanas bajo el yugo en las Horcas Caudinas.
Contrariamente al resto de citas de esta ronda del PNV, la fijada con
el PSE tenía historia y el sabor del plato de venganza que se sirve
tres años y medio después. Los jeltzales lo congelaron a la espera del
momento de meterlo al microondas. Seguro que ayer los del EBB se
chuparon los dedos.
El 5 de marzo de 2009 otra delegación del PSE llegó a Sabin Etxea. La
formaban Jesús Eguiguren,presidente del partido que ahora ha renunciado
a su escaño, y Rodolfo Ares, entonces secretario de Organización y
ahora coordinador de la campaña tras haber sido consejero de Interior.
Iban también dos supervivientes, Iñaki Arriola y Txarli Prieto,
secretarios provinciales de Gipuzkoa y Araba respectivamente. Tenían
gesto grave. No veían la necesidad de sonreír que sintieron ayer. Les
recibieron el presidente del EBB, Iñigo Urkullu, los de las
territoriales, Andoni Ortuzar, Joseba Egibar e Iñaki Gerenabarrena, y el
candidato a lehendakari, Juan José Ibarretxe, que no habló en todo el
encuentro.
El PNV ofreció un acuerdo de coalición o pacto de legislatura al PSE.
Esgrimió los 30 escaños logrados y los 80.000 votos de diferencia que
Ibarretxe le había sacado a López. Poco les impresionó. El PSE contaba
con el apoyo parlamentario del PP que, con la izquierda abertzale
excluida, le daba la mayoría absoluta de la Cámara para -según alardeó
Patxi López- «abrir un nuevo tiempo, con un nuevo liderazgo, para unir
al país, respetar su pluralidad y hacer las cosas de otra manera».
Tenían muy claro su objetivo principal, incluso se lo ofrecieron al PNV:
«Que haya un lehendakari socialista».
López, apoyado por un PP con el que dijo que nunca pactaría, llegó a
Ajuria Enea. Pese a hacer una autoevaluación muy positiva de su propio
Gobierno y tras haber perdido un tercio de sus votos, el todavía
lehendakari entró ayer por la puerta de Sabin Etxea para decirle al PNV
que esta vez ni se presentará a la investidura, porque con 27 escaños
admite la victoria que no le reconoció con 30. Y porque, no conviene
olvidarlo, el independentismo que intentaron sacar del tablero de juego
ha vuelto con 21 escaños para ser segunda fuerza por encima del todavía
gobernante PSE. Y porque, hagamos cuentas, quienes con trampas
consiguieron mayoría absoluta, suman ahora apenas 26 escaños y muchos
problemas internos.
El PSE que iba a sustituir al PNV y generar un nuevo liderazgo se
reconoce «un partido viejo» y regresa a Sabin Etxea con la cabeza gacha.
Si juega bien sus cartas, igual todavía consigue salvar algunos
muebles.
Iñaki Iriondo, en GARA
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