La constitución española de 1978 fue el producto de un “acuerdo” entre un
preso (la oposición democrática) y el director de la prisión (franquismo). Las
condiciones del acuerdo venían impuestas y tenían tres puntos innegociables.
Primero, la continuidad de la prisión misma (la unidad de España). Segundo la
continuidad de la dirección (monarquía). Y tercero, la pervivencia del régimen
penitenciario (el capitalismo castizo). Había algunos flecos nada despreciables
como el apoyo y financiación, como religión nacional, de la Iglesia Católica y
la renovación de los acuerdos bilaterales con Estados Unidos (concordato y
bases militares). Estos “acuerdos” estaban finalmente cerrados con el sellado de
la desmemoria histórica y la absoluta impunidad para los crímenes fascistas
(leyes de punto final).
Todos estos polvos han traído estos lodos. La crisis económica española no ha
hecho sino destapar los enormes déficit democráticos y convertir en insoportable
tanto cuento sobre “la modélica transición española" a la democracia. Mientras
hubo champagne y crecimiento los cuentos eran socialmente aceptables. Ahora ya
no valen. La muy limitada democracia que nació de la transición no puede
soportar las tasas de desempleo y de miseria actuales. Tenemos una constitución
y un sistema de partidos que no tiene respuestas ni para el pasado (¿por qué se
acepto aquel “acuerdo”?) ni para el futuro (¿cómo salir de la crisis?). La
transición ha muerto y ahora solo vemos ya los estertores de su cadáver. ¿Hay
algo más parecido a un fantasma que un diputado del PP o del PSOE vagando por
los pasillos del congreso rodeado de antidisturbios?.
Ante el fin de este régimen la izquierda no puede comportarse como aquellos
presos que después de estar muchos años encarcelados, sienten nostalgia de su
propia prisión. Sería un grave error convertirnos en los “últimos de Filipinas”
de la constitución de 1978 con el falaz argumento de que pueden venir cosas
peores. Ese argumento ya fue usado en el chantaje de la transición. La hoja
de ruta de la izquierda democrática y anticapitalista tiene que desandar cada
uno de los nudos centrales del “acuerdo”: unidad de España (federalismo y
autodeterminación), Monarquía (república y democracia participativa) y
“capitalismo castizo” (transición ecosocialista). Y por supuesto no olvidarse de
los flecos: laicismo, pacifismo y memoria histórica. Pero el objetivo no puede
ser solo dinamitar sino construir una nueva institucionalidad democrática,
federal, republicana y ecosocialista. Sin la resolución de la crisis política
nio habrá resolución de la crisis económica y social.
A nadie se le escapa que todo eso implica abrir un nuevo periodo
constituyente. Pero ese nuevo periodo no vendrá ni desde el bipartidismo
dominante, ni desde Madrid sino desde los movimientos sociales (15M) y desde
la periferia territorial (Cataluña ya ha levantado la mano). Quién sabe si el 15
M, con toda su ingenuidad e imperfecciones, no está representando el paple del
joven Hamlet desatando y sacando a la luz del día, la nauseabunda mentira que
sostiene al Reino de España.
Francisco Garrido, en P36 Andalucía
No hay comentarios:
Publicar un comentario