Por fin se ha pasado esta etapa artificial de nuestra vida política. ¡Un alivio!. La exclusión de unos y el oportunismo de quienes querían tocar poder a toda costa, permitió que tuviéramos un gobierno no representativo y de escaso vuelo en el peor de los momentos.
Los nacionalismos han arrasado. Se han movilizado y competido con los otros, y entre sí. Se acabó lo del país dividido por la mitad, cuando la proporción llega casi a los 2/3 (64% de escaños). Teóricamente nada impide que con esas mayorías se haga un país a la medida. Otra cosa es que se quiera o se acierte.
Los nacionalistas en conjunto dan también el sorpasso en Araba (48% del voto), logrando el PNV el liderazgo (25,8%) y una buena posición EH-Bildu (nada menos que el 22%). Si se sumara el voto de IU a los nacionalistas, y el de UPyD a PP y PSE, las fuerzas serían de 52,6% frente a 42%. Algo ha cambiado; pero sigue siendo un territorio a cuatro bandas y dos flancos: UPy D (3,5%) e Izquierda Unida (4,6%).
También se ha acabado, provisionalmente, lo del país a cuatro o cinco fuerzas. Es, al menos provisionalmente, un país a tres, un trípode. El PP llegó al 20% en 1998, pero ahora se ha quedado en el 11,7%. Justificar la política de Rajoy, parecerse a Mayor Oreja y la sobreatención a los aguijonazos de UPyD han minado el nuevo aire de Basagoiti. No es un porcentaje testimonial pero sí muy alejado de los puestos de influencia. Además, aun habrá de pagar más facturas en próximos comicios por los destrozos que haga Rajoy de aquí en adelante, y que no serán pocos. Más cintura en el tema de las víctimas no les vendría mal.
La debacle práctica de IU (Batua y Anitza) no se ha producido porque no hubiera espacio sino por autoimplosión. La indignación por la crisis favorecía su ascenso como en las Elecciones Generales o en Galicia. Sumando ambos, han tenido -a pesar del espectáculo- 11.000 votos más que en 2009. A falta de un imposible acuerdo para una candidatura conjunta por las heridas abiertas ¿no hubiera sido razonable, incluso para poner los mimbres de su reconciliación, que Ezker Batua hubiera retirado la candidatura, y llamado a votar a Arana? Dirán que ¿por qué no al revés? Y es verdad. Pero el cainismo nubla la percepción y ahora el camino de ambas facciones será mucho más difícil y, posiblemente, pase por la jubilación anticipada de una parte de sus dirigentes. Los lazos con el 15M pueden abrir un nuevo camino.
El éxito del PNV es indudable: gana con holgura en Bizkaia, es líder en Araba e iguala a EH-Bildu en Gipuzkoa. El PNV vence en todas las capitales, así como en las Márgenes derecha e izquierda de la ría (salvo Portugalete) confirmando el voto urbano y de zonas tradicionalmente de clase trabajadora.
El PNV recupera la centralidad, reivindica la gobernabilidad en la crisis y ha recogido el voto de un nacionalismo tranquilo, a la espera de ver la apuesta de Catalunya (les tocaría esta vez a los catalanes experimentar, piensan en el PNV). Aunque no haya sido su récord en elecciones autonómicas en solitario (Ibarretxe consiguió 16.000 votos más, y ha bajado ligeramente en número de votos en Bizkaia y Araba, y ha subido algo, y es una importante novedad, en Gipuzkoa) lo cierto es que ha obtenido 60.000 votos más que en las elecciones locales y en las generales de 2011. Asimismo, ha recogido bastante voto de gentes de orden (del PP y PSE) que han querido concentrar voto para frenar a Bildu. Ese apoyo no ayuda a la innovación política.
Esta es una legislatura en la que Urkullu tiene margen para marcarle el itinerario de la pacificación a Mariano Rajoy, especialmente, en el capítulo que está más bloqueado: los presos. Menos claros son el recorrido que quiera y pueda hacer para un nuevo marco político y el margen para gestionar la crisis desde unos presupuestos que se adivinan recortados para 2013 y 2014, al menos.
Tiene todo el campo abierto para elegir la modalidad de Gobierno que quiera para una legislatura de gestión y para la que no ha prometido grandes giros. Pero hay un movimiento sindical muy potente con sus propias ideas sobre la crisis y una marea soberanista que puede movilizarse por acicates varios (Escocia, Catalunya, elecciones navarras..). Tranquilidad no va a haber precisamente.
En Gipuzkoa, Bildu aguanta como líder, a pesar del desgaste de la gestión y la fuerte y larga campaña en contra a la que se le ha sometido. Pero el PNV de Egibar le alcanza. Habrá de reflexionar sobre la erosión sufrida y la pérdida de Donostia.
Bildu ha tenido un buen resultado pero inferior a la expectativa y su peso en Bilbao es relativo. Se consagra como segunda fuerza. Se sitúa en sucesivos comicios en un suelo de 277.000 (2012), lo que significa que el porcentaje en el que se movía en los 80 (16% del electorado) ronda ya repetidamente el 25%. Y no ha podido contar con un partido legalizado, unas finanzas de apoyo y un dirigente carismático en libertad. El mérito es evidente.
Visto el discurso del PNV, es impensable una alianza PNV-Bildu puesto que hay dos proyectos distintos, aunque Urkullu dice que en 2015 moverá ficha. Bildu aun no le puede disputar la hegemonía al PNV -en Bilbao tiene una asignatura pendiente- pero tiene la posibilidad de plantear una alternatividad programática global y temática.Vivimos una etapa excepcional que requiere de nuevas ideas.
El PSE-EE pactó con quien no debía y, por cálculo y pánico, adelantó las elecciones. No quiso pagar los platos de unos presupuestos difíciles de aprobar y de carácter restrictivo, y contó con meses para desmarcarse de la larga sombra de Rajoy, el recortador. Igualmente, Rubalcaba ha sido una mala compañía en el tema de la paz y una oposición floja a la política social de Rajoy.
Ha tenido así otro descenso consecutivo. Los 430.000 votos de las generales de 2008 se han quedado en menos de la mitad (211.939), y peor hubiera sido aún si no llega a romperse el pacto PSE-PP. Los cogobernantes de este periodo de paréntesis pasan a la condición de tercera y cuarta fuerza. Claro que la importante abstención (34,1%) indica cierto desapego o incredulidad social por los proyectos políticos y, posiblemente, apunte a la existencia de un sector que, decepcionado con López y Rajoy, tampoco ha querido votar abertzale.
¿Emprenderá el PSE el giro vasquista y de izquierda que le demandaba Jesús Egiguren? De izquierda puede ser, pero dependerá de los pactos de legislatura a los que parecen abocados con el PNV. Es más, a pesar de la catástrofe, tiene la llave de la gobernabilidad. Ha caído de pie. El giro vasquista parece más difícil, porque ya no quedan vasquistas en el aparato. No les veo a Ares o Pastor en ese papel cuando Patxi se vaya a Madrid.
El debate fiscal y el modelo institucional interno -fuera de pacto con el PSE-EE- es una oportunidad para marcar territorio y para una alianza puntual con Bildu. Pero suman 37, los mismos que PNV y PP. Y ¿qué hará UPyD? Y Lerroux ¿qué hubiera hecho? ¡Misterio!
Ramón Zallo, en DEIA
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