¿Quién saqueó América hace cinco siglos?, ¿los
millones de españoles que vivían en la pobreza y se deslomaban para
pagar impuestos a la reina, o los grupitos de la corte de Isabel: su
amiguito Colón y asociados? ¿Quién declaró la guerra a Irak: los
cientos de millones de habitantes de EEUU, o la corte de Bush y sus
secuaces?, ¿Odian todos los israelíes a toda la población palestina?,
¿absolutamente todos los israelíes son gente violenta y racista que
apoya la política genocida de su gobierno?
En estos días en que unos celebran la colonización y otros la
repudian, me pongo a pensar que no podemos dividir el mundo entre
pueblos colonizadores y pueblos colonizados. Pienso que hoy estamos
todos colonizados, y que es importante que nos demos cuenta de que no
son los pueblos, sino los grupos de poder (gobiernos, bancos y empresas)
de esos pueblos, los que conquistan, invaden, saquean territorios y
cuerpos.
Me interesa mucho el pensamiento postcolonialista y descolonizador
que existe en América Latina, pero no comprendo cómo es posible que se
reconozca la enorme diversidad de los pueblos latinoamericanos y no la
de los pueblos llamados “colonizadores”. Los gringos o los europeos son
pensados como un bloque homogéneo en el que se sitúan todos aquellos y
aquellas nacidas en países con pasado imperialista; pero la realidad es
que tanto Estados Unidos como los países europeos tienen bolsas enormes
de pobreza y de gente que vive en los márgenes, discriminados/as o
explotados por diversas causas. Y muchos otros que, yéndoles bien,
están luchando por las mismas causas que la gente en otros lugares del
mundo.
Hay una hermandad entre los pueblos pero seguimos utilizando
categorías de clasificación que nos separan y a veces nos enemistan. Yo
creo que hay una línea común que va desde las luchas de los pueblos
originarios por la tierra y el agua, a las primaveras árabes, las plazas
y calles griegas, el movimiento mapuche y estudiantil en Chile, las
luchas del yosoy123 de México, las reivindicaciones indignadas
españolas, las luchas del feminismo islámico, el movimiento Occupy Wall
Street en Nueva York.
Por eso reniego de la dicotomía entre colonizadores/colonizados.
Todos estamos colonizados: por el capitalismo, por el patriarcado, por
las necesidades ficticias que nos creamos. Pero nos creemos que unos
pueblos son los malos y otros son los buenos, cuando estamos hablando de
las cúpulas de poder que pactan con otras cúpulas de poder, y nos joden
a todos.
Y es que esta oposición radical entre la gente colonialista y la
colonizada no es gratuita. Sirve para que perdamos de vista el hecho de
que estamos todos colonizados por la necesidad de tener mensualmente un
salario con el que poder comprar comida, ropa, techo, y millones de
cosas más.
Por eso el colonialismo ya no se produce a nivel de naciones, una vez
demostrado que el poder político trabaja para los grupos de poder
económico. Cualquiera con dos dedos de frente sabe de sobra que los
descomunales beneficios de REPSOL no son para los “españoles”, sino para
los accionistas de esa empresa. Rajoy cuando viaja a Argentina para
“hablar” con Kirchner no vuela a defender los intereses de los
españoles, sino de los accionistas de Repsol, que tienen todas las
nacionalidades (el capital es lo más transnacional de este globo:
circula con libertad y no entiende de banderas). Lo malo del viajecito
es que lo costeamos los españoles, como si a nosotros nos fuera bien
cuando a REPSOL le va bien.
Obviamente que hay españoles que se sienten muy orgullosos de su
nación y del “glorioso pasado”. También hay gringos prepotentes y
alemanes impacientes o maleducados. Pero hijoeputas hay en todos los
continentes, y creo que nuestra mirada debería ir más allá de las
dicotomías que empobrecen nuestra realidad, mucho más compleja y
diversa.
Las nacionalidades son etiquetas que oprimen y discriminan, aunque a
muchos les sirva para sentirse pertenecientes a una comunidad
determinada y eso les de arraigo y seguridad. En mi caso no me gusta la
palabra patria, no me siento orgullosa de ser española, y no me apetece
cargar con el peso histórico del país en el que nací. La etiqueta
“española” te abre y te cierra puertas según a donde vayas, y esa
dificultad para sentirme “ciudadana del mundo” me limita.
Como española he sentido miradas de desprecio t de aprecio que no
tienen que ver conmigo, sino con la Historia del país donde nací. Ya
puedes tu explicar que tu sangre es una mezcla de visigodos, fenicios,
romanos, árabes y judíos; lo mismo da. La nacionalidad me oprime del
mismo modo que cualquier otra categoría que establece lo que “soy”
frente a lo que “no soy”. Y una se harta de ser estigmatizada bajo el
peso de una nacionalidad que una no ha elegido. Yo insisto en que no
soy descendiente de una noche loca de amor entre la reina Isabel y
Cristóbal Colón, en que no tengo ningún sentimiento de superioridad ni
inferioridad, en que mi ideología no es colonizadora, pero es difícil
romper los esquemas que se activan ante una etiqueta. En España el 12 de
octubre hay manifestaciones anti imperialistas bajo el lema: “Nada que
celebrar”. Pero eso no sale en los noticieros latinoamericanos porque no
interesa que el mundo sepa que España es un país fragmentado, que su
bandera está manchada por la sangre del franquismo, y que hay muchos que
reniegan de la “madre patria” aun habiendo nacido allí. En España
estamos todos también colonizados: por el pensamiento neoliberal que
recorta nuestros derechos y libertades, de igual modo que en el resto de
los países capitalistas.
Más allá de las fronteras que imponen a los pueblos, yo siento que
mi matria es el núcleo de gente que quiero, unos viven en la ciudad en
la que nací, y otros en otros países. Soy lo que siento por la gente que
me habita dentro, tengan el color de piel que tengan y sean de la clase
social que sean.
Por eso, insisto: no podemos seguir pensando que unos pueblos
masacran a otros; son los gobiernos y los empresarios los que se
declaran la guerra entre ellos. Si hay gente que sale a matar o a morir
en nombre de una bandera, es porque al pueblo se le inyecta
periódicamente patriotismo en vena para que se crean que los intereses
de esos grupos de poder son los suyos propios (por ejemplo, a través del
fútbol).
Una mirada más amplia sobre este tema creo que nos haría ver que
todos somos habitantes de un planeta, y que separarnos por grupos
basados en la idea de “nación” solo sirve para que discriminemos entre
los que son nuestros “amigos” y “enemigos”, según le convenga al poder
político y económico. “Divide y vencerás” es uno de los mecanismos más
poderosos que han existido en la historia de la Humanidad para explotar
a las personas. Nos inoculan el odio al “otro” o a los “otros” para que
sigamos entretenidos en diferenciarnos y en discriminarnos unos a otros
a través del machismo, el racismo, la xenofobia o la homofobia.
Por eso hemos de liberarnos de las etiquetas que sitúan a unos como
los vencedores y a otros como los vencidos; somos todos y todas
perdedoras, porque casi todos nos levantamos cada mañana para otorgar
grandes beneficios a las empresas que dominan el mundo. Por eso nos
levantamos también contra las opresiones, que se parecen mucho en todo
el planeta.
Así que insisto en la idea de que los enemigos no son los pueblos,
son los señores de la guerra, esos de la industria armamentística que se
forran y se ríen a carcajadas viendo a la gente humilde defender
apasionadamente su “patria”. Hasta que no nos convenzamos de que más
allá de estas etiquetas, todos y todas estamos subyugados a la tiranía
del patriarcado y el capitalismo, no podremos echar al 1% que se reúne
periódicamente para decidir el transcurso de la Historia del Tiempo
Presente.
Solo hace falta que nos demos cuenta de que somos mayoría y que estamos en el mismo barco, llamado Tierra.
Coral Herrera, en La Red 21
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