No son pocas las candidaturas
registradas para este 21 de octubre: 13 en Gipuzkoa, 16 en Araba y hasta
17 en Bizkaia. Tal vez por ello llame más la atención la simplificación
de opciones en el campo nacionalista, donde solo han quedado dos: PNV y
EH Bildu. Se ha escrito durante mucho tiempo sobre la atomización del
voto abertzale, una división en multitud de siglas que perjudicaba las
aspiraciones de una mayor representación institucional. Puede sonar un
tanto contradictorio, por tanto, hablar ahora de simplificación de las
alternativas de los y las votantes, pero creo que no lo es. Y me
explico.
La acumulación de fuerzas impulsada por la izquierda abertzale
bajo el nombre EH Bildu ha conseguido atraer hacia sus posiciones a EA y
Aralar, además de provocar una escisión en Ezker Batua (Alternatiba).
Fuera de EH Bildu podríamos pensar que solo ha quedado el PNV. Sin
embargo, no es exactamente así. La citada acumulación de fuerzas tiene
un componente más de uniformidad que de unidad, de modo que el giro,
táctico y estratégico, por el que optaron EA primero y Aralar después,
ha sido percibido por muchos de los votantes de ambas formaciones como
un desplazamiento ideológico que abandonaba el espacio que antes
ocupaban, en el que nacieron, crecieron y vivieron durante años. Esto es
lo que se desprende de los resultados de las pasadas elecciones de
noviembre de 2011, con especial claridad en Nafarroa, pero también en la
CAV.
Hay un espacio político entre el PNV y la izquierda abertzale.
No es un espacio igual en los tres territorios, claro está. Pero existe
una tercera alternativa querida por quienes se definen a sí mismos como
personas de planteamientos netamente progresistas y de izquierdas en lo
que a aspectos económicos y sociales se refiere, y totalmente
contrarias al uso de la violencia. Existe un sector social en el espacio
abertzale para el que el rechazo de la violencia y el fomento de
valores como el respeto y la convivencia entre diferentes no responde a
razones de tacticismo político, sino a convicciones profundamente éticas
y democráticas. Ese sector probablemente se sienta huérfano en estas
próximas elecciones, y tal vez contemple con esperanza (y un poco de
envidia, de la sana claro está) la consolidación de una fórmula plural
en la vecina Nafarroa. Los tiempos en política son claves, y es
importante medirlos a corto, medio y largo plazo. A corto, el envido
en estas elecciones recae en la responsabilidad del elector: habrá de
elegir el camino que construye país desde el modelo social. A medio, la
responsabilidad cambia de mano, y será el electo el obligado a trabajar
el firme de ese camino. A largo, gana Euskalerria si unos y otros somos
capaces de cumplir los compromisos que, en la CAV, retomamos el próximo
21 de octubre.
Álvaro Baraibar, en Diario de Noticias
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