Euskadi ha votado, aunque ha votado en menor número de lo que se podía
prever. Sobre el papel, de forma parecida a la de las anteriores elecciones
autonómicas, pero no olvidemos que entonces la izquierda abertzale no
participó, por lo que hay ahora en realidad un déficit global de votos, cuyos
efectos evidentemente no se reparten en la misma proporción entre todos los
partidos.
Euskadi ha votado abertzale. Prácticamente dos tercios de la cámara, algo
que como hemos visto en la tertulia mesetaria de esta noche en la Primera de TVE,
va a costar a muchos asimilar. Pero bueno sería no sacar deducciones demasiado
rotundas. Hay un impulso soberanista evidente, pero también ha influido la
credibilidad de la capacidad que para gestionar la situación económica pueda
tener un Urkullu que ha hecho de su cautela su mejor valor.
Bildu no había ocultado su intención de recuperar parte del electorado que
en anteriores convocatorias autonómicas, y en particular en la última en la que
la izquierda abertzale no pudo participar, se había rendido al tirón de
Ibarretxe y a la llamada al voto útil ante el asalto constitucionalista. No
cabe poner en duda que ese desplazamiento se ha producido de alguna manera, porque
sin esa aportación no se entenderían los históricos resultados de hoy de la
coalición. Sin embargo, el PNV desciende de forma muy moderada en votos
respecto a 2009, con muy parecida participación. En Gipuzkoa incluso sube
levemente. Y la pérdida de escaños (de 30 a 27) es reducida, más si tenemos en cuenta
que por muy pocos votos se les ha escapado un escaño más por Álava. ¿Qué tipo
de flujos se han producido para que los jeltzales hayan conseguido reequilibrar sus números de entonces a pesar de esa detracción, difícilmente cuantificable pero de indudable existencia?
Al PP se la ido más o menos el 10% de los votos de 2009. Quizás algo más si
suponemos que entonces una pequeña parte de sus electores pudo tener la
tentación de votar directamente a Patxi López. En cualquier caso la fuga de
votos que hayan podido sufrir hoy los populares a favor del PNV ha quedado muy
por debajo de lo que auguraban las encuestas sucesivas de la empresa que
trabajaba para GARA.
Unos cuantos miles de votos le han podido venir al PNV del PSE. ¿Explicaría
esto que le haya podido sobrepasar en feudos tradicionales como Baracaldo o
Eibar? Muy parcialmente, porque ese fenómeno de intercambio de votos según la
naturaleza de la elección no es nuevo. Los números dicen que, en esta ocasión como casi
siempre, la gran sangría del voto socialista está en la abstención.
Otro tránsito de voto para el PNV se habrá generado por el desgaste de la
gestión institucional de Bildu, en algunos lugares en los que gobierna. Esto se
ha producido en Gipuzkoa, exclusivamente, y de forma limitada. En Álava y
Bizkaia la coalición mejora sus resultados respecto a las forales de hace año y
medio.
En mi opinión, esa recuperación del PNV no se explica si no recurrimos a la
incorporación de votos procedentes de formaciones menores, pero que en su
conjunto suponen un montante considerable. El grueso del voto de EA en las
autonómicas de 2009, y el que secundó a
Hamaikabat e incluso una porción no desdeñable del que lo hizo a Aralar en las
forales. De esa manera, la escenificación de la semana pasada en Donosti del
reencuentro del nacionalismo institucional cobra pleno sentido.
La sedimentación del voto de Aralar es más compleja. Las encuestas ya
detectaban que había mucho indeciso que dudaba entre PNV y Bildu, señal
inequívoca de que hay mucha gente que no se ve demasiado convencida por ninguna
de las dos formaciones. Sobre todo en Gipuzkoa sigue habiendo un espacio
proclive a lo abertzale que queda huérfano con la oferta política existente.
El PSE aparece como el gran derrotado de la jornada. El revés numérico ya
es considerable, fruto de una desafección que puede tener diversas
explicaciones, como la crisis económica y sus consecuencias psicológicas en las
clases populares, la desmoralización que sufre el conjunto del PSOE, y el
recuerdo del pacto López-Basagoiti en 2009, operación que ahora se revela como
un grave error estratégico para los socialistas, por más que les haya permitido
ostentar durante estos años la lehendakaritza. Su aproximación durante la
campaña a la estrategia del miedo lanzada por el PP tampoco les habrá ayudado
nada. Pero los números no son lo peor, puesto que mantienen su suelo histórico y el grueso de la
fuga es hacia la abstención. El fracaso más rotundo reside en la estrepitosa
pérdida del rol que asumieron, en el derrumbamiento de una ficción con la que sorprendentemente
habían conseguido obnubilar a las bases socialistas de otras federaciones. Dudoso
porvenir tendrá el PSOE como se le ocurra recurrir a Patxi López como solución
a su grave crisis de liderazgo.
El PP ha salvado los muebles, dentro de lo que cabe. Ha perdido pocos apoyos
respecto al 2009, ha
llegado a los dos dígitos en el número de escaños, se ha evidenciado nuevamente
que cuenta con un voto fiel, al que afecta poco la
abstención, y ha conseguido eludir la temida fuga de votos hacia UPyD. Acertaron
finalmente al hacer coincidir las elecciones vascas con las gallegas para
disipar la imagen de su ineludible situación de minoría en la cámara de
Gasteiz.
El drama de Ezker Batua no ha podido sorprender a nadie. En un contexto de
buenas expectativas generales para Izquierda Unida, la fragmentación del voto
les ha llevado a un suicidio anunciado. Nadie recordará que Ezker Anitza, cuyo
secretario general Mikel Arana ha dimitido esta misma noche en gesto que le
honra, es la quinta fuerza política del país. De poco consuelo les servirá
alegar el perjuicio causado por la arbitrariedad de la Junta Electoral y el sentido
didáctico del rechazo a compartir candidaturas con los que protagonizaron el
bochornoso esperpento de la Diputación de Álava. Desaparecen unos y otros de la
escena parlamentaria y tendrán que pelear exclusivamente desde la calle.
Los cinco mil votos de UPyD en Álava les sirve para repetir en la cámara. Y
guste o no guste, que seguramente salvo a ellos no gusta a nadie, con un papel
que en ocasiones puede ser estelar, por ejemplo en las posibles discusiones
sobre el modelo fiscal, teniendo en cuenta que PNV junto con PP y Bildu junto
con el PSE, suman en ambos casos 37. Curiosa carambola –en la legislatura
anterior también estuvo a punto de ser decisivo- la de de este partido
antiforalista recentralizador, de tan poco arraigo por estos lares.
A la espera de las conversaciones que en breve comenzarán para abordar la
gobernabilidad, ¿qué consecuencias se pueden esperar para la política navarra
de este nuevo ciclo que se abre en la CAV? Hará falta tiempo para adivinarlo. En
principio, los resultados de hoy podrían ser positivos a esos efectos. La
experiencia nos dice que la radicalización y las urgencias de la reivindicación
soberanista resultan disfuncionales con
las vías gradualistas de acercamiento social e institucional entre comunidades
de distinta realidad política que muchos vemos como única alternativa viable de
desbloqueo.
La cruz de la noche ha estado en Galicia. Algo especial tiene aquel Partido
Popular, pieza angular de una óptima estructuración social de la derecha, y
percibido además como un incuestionable elemento autóctono de la tierra. Por si
fueran pocas las dificultades previas, el PSG ha puesto el resto con la
implicación de destacados cargos públicos en casos de corrupción. El PP hará
ahora valer su mayoría absoluta para modificar la ley electoral en beneficio
del voto rural. Lo único positivo, la irrupción de Alternativa Galega de
Esquerdas, fuerza galleguista, transversal e inequívocamente de izquierdas. Salud
y larga vida a AGE.
Praxku, miembro de Zabaltzen y de Geroa Bai
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