El rígido protocolo burocrático de la ONU ha impedido poner remedio a la hambruna. Incluso para calibrar las emergencias y solicitar los fondos necesarios para hacerles frente hay un rígido protocolo burocrático en la ONU. Solo eso puede explicar que en medio de un clamor internacional, la organización tardara tanto en asumir administrativamente que en Somalia hay una hambruna.
Los especialistas de las ONG´s sobre el terreno ya habían advertido que el éxodo hacia el oeste de las poblaciones rurales del devastado país, incluyendo las ancestrales comunidades de pastores, significaba sencillamente que el hambre y la sed hacían imposible la vida en sus tierras.
Las cifras del terror
La ONU exige que haya menos de cuatro litros de agua disponibles por persona y día y que al menos dos de cada diez mil habitantes mueran de hambre para proclamar una hambruna, cifras que habían sido claramente rebasadas en las semanas previas.
Una interpretación de imposible confirmación sugiere que el hecho de que la tragedia se produzca en Somalia, literalmente un sinónimo de violencia, desgobierno y guerra civil interminable, ha demorado la toma de decisiones en Nueva York porque se entiende que tal es la situación habitual del país y que solo la resolución previa de su conflicto político interno la cambiará a mejor.
Los precios agrícolas
Nada de eso puede ser demostrado y hay razones, desde las puramente meteorológicas (una estación excepcionalmente seca, la peor desde el hambre de 1992, que costó 250.000 muertos) hasta una completamente nueva y que creando riqueza para unos (las potencias agrícolas) mata a otros con la imparable subida de precios.
Así el auge de los precios de los cereales y otros productos vegetales de primera necesidad, está haciendo la dicha de algunos (como Brasil, hiperpotencia agraria que tala bosques para plantar soja) y la desdicha de otros (los importadores de aceite, o de maiz y trigo, sobre todo. La Federación Rusa tiene hoy en sus grandes producciones cerealeras una colosal fuente de ingresos.
Todos somos culpables
Es una paradoja: mientras las estadísticas acreditan que el PIB de África, pese a todo, progresa establemente, los Estados no agrarios y solo mineros, tan abundantes en el Sahel por ejemplo, se estancan y salvan la situación con la protección financiera de socios europeos o del gran salvador, China, que compra toda materia prima a su alcance con una política al margen de toda consideración ética o política.
Los devoradores de petróleo, níquel, cobre, bauxita, uranio, cobalto o, lo último, el coltán, de inapreciable valor para la industria electrónica de vanguardia, como antes los compradores de diamantes, expolian el continente a fondo. Solo en la República Democrática del Congo, hay más de cien compañías occidentales en el gran tajo de los minerales estratégicos mientras la mayoría social malvive.
Somalia, una ficción
En Somalia… no hay nada. Apenas algunos pastos dependientes de las lluvias (toda hambruna allí es hija de la sequía) y el Estado, además, es una pura ficción. De hecho una buena mitad del territorio, el norte y noroeste, escapa a todo control del gobierno de Mogadiscio y la gente ha autoproclamado dos “estados”, Puntlandia y Somalilandia, con gobiernos propios y donde la vida es mucho más llevadera.
El resto, el país que técnicamente es miembro de la ONU y de la Liga Árabe, es en realidad, un gobierno que controla menos de la mitad del territorio que administra y ni siquiera el conjunto de la capital, Mogadiscio, donde barrios enteros están en manos de la insurrección islamista, la guerrilla “Al Shabab”.
La guerra civil
El país no levantó cabeza tras la muerte del general Siad Barre, que gobernó como dictador más de veinte años, hasta 1991. Desde entonces decir Somalia es decir caos. La evolución regional de los acontecimientos asistió a un auge del islamismo violento y “Al- Shabab” (“los jóvenes”), que se autoproclamó fiduciaria de al-Qaeda en el país es hoy una fuerza militarmente imbatible.
Hay un parlamento elegido y un gobierno que responde ante él pero cuyos atributos reales de autoridad son el control del palacio presidencial, el puerto y el aeropuerto.
Éxodo y violencia
El éxodo de las poblaciones del Sur hacia Kenya y Etiopía por la hambruna no se debe a la violencia política, pero la guerrilla islamista, equivocándose mucho, ya ha dicho que se exagera la hambruna y que no permitirá la presencia de occidentales en sus territorios… de los que huye quien puede hacia las tiendas de campaña de la ONU porque, de hecho, están huyendo de lo que es el país: el ejemplo de un infierno en la tierra.
Elena Martí, periodista y analista política, en El Plural
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