Hay precedentes, no es la primera vez. El atentado cometido por el ultraderechista Timothy McVeijht en Oklahoma, tras explotar un camión de explosivos y asesinar a 168 personas, dejó un terrorífico mensaje de sangre: podemos actuar como “lobos solitarios”. Elevado al santuario del yihadismo nazi, McVeight ha sido emulado por otros asesinos masivos, como muestran los sucesos en centros escolares de Alemania, Finlandia y Norteamérica. Existe una comunidad virtual criminal de alcance transnacional, alimentada por internet y redes sociales, que busca su razón de existir en el discurso del odio y encuentra su logística en el fácil acceso a las armas y explosivos en múltiples escenarios, también en la red.
El “lobo solitario” es un aspirante a genocida y funciona en esa comunidad virtual, visible en internet, que se alimenta de la biblia ultra: “Los Diarios de Turner” escrita por el nazi William Pierci, cuyo consumo mundial ha superado los cinco millones de ejemplares. El relato del horror de esta novela puede ser una realidad que se expanda, solo necesitan gente que lo asuma con determinación cuya recompensa será la fama por aterrorizar al mundo. Inspirados en este manual del horror, como en otros manuales neonazis tipo “Resistencia sin líder”, los criminales sin organización pueden causar tragedias de miles de víctimas y por extensión del conjunto de la sociedad. Y como lo saben, lo hacen.
Sin embargo vuelve a sorprender la nula detección del problema por las fuerzas de seguridad. Ancladas en los viejos clichés de las organizaciones terroristas y del antiguo fascismo no acaban de comprender las claves de la nueva ultraderecha y de su intolerancia criminal en un mundo globalizado de interconexión sin límites a través de internet. Sobradamente advertidos por quienes conocemos la tragedia por sus efectos hay pistas que deben llevarles a entender porqué matan de esta manera. Stieg Larsson y su Millenium permiten comprender cómo pueden surgir este tipo de ‘salvadores’ en sociedades avanzadas.
Mientras tanto, al menos se debería de limpiar de internet la basura criminal de manuales y webs que incitan el odio, ilegalizar a organizaciones y partidos racistas que lo difunden y no permitir el fácil acceso a las armas en ningún país. Europa no puede mirar a otro lado ante el aumento del racismo y la intolerancia, debe desterrar su banalización, reforzar los códigos penales, mejorar la inteligencia sobre estos grupos y personas, luchar democráticamente en todos los frentes contra el fanatismo cuya capacidad para el horror ha quedo demostrada en Oslo. En España se debe reformar el Código Penal y crear fiscalías contra los delitos de odio, formar y especializar a la policía, urge sensibilizar, prevenir y legislar contra estos crímenes, mejorar su persecución. Mañana puede ser demasiado tarde.
Esteban Ibarra, presidente Movimiento contra la Intolerancia
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