Bingen Amadoz (Diario de Noticias)
viernes, 10 de abril de 2009
"VENENO"
El odio es un mal consejero. Corroe la ética y embravece las actuaciones de quien se deja guiar por sus crueldades pero más tarde o más temprano acaba perjudicando muy gravemente a quien se echa en sus brazos. Es cierto que no todas las maldades que hace surgir el odio terminan por ser castigadas socialmente pero ¿quién no ha visto a personas atormentadas tras haberse encontrado con su propia conciencia? Quizás sea éste el único consuelo que nos queda a los perjudicados por sus desmanes. La alcaldesa de Iruñea lleva ya el castigo en su nombre, como lo llevan el cardenal Cisneros o el Duque de Alba de quien es fiel reencarnación de estos tiempos. Los aires de Castilla siempre trajeron desgracias a Navarra y así sigue siendo ahora también. Con frialdad y decisión, Barcina destila veneno en su quehacer diario desde ese pequeño espacio de poder al que ha accedido gracias a las migajas con las que sobreviven los herederos del conde de Lerín, siempre metidos en trifulcas traicioneras que siembran de cizaña la convivencia de nuestros pueblos y ciudades. Invariablemente, ella, la alcaldesa de Iruñea, incansable, tozuda, con la inestimable ayuda de los suyos, trabaja en su particular guerra diaria contra todo lo que no quiere ver. Siempre se dijo que el odio, además de perjudicial, es ciego. Sacude su látigo contra toda expresión y espacio donde se respira libertad. Borra, machaca, prohibe, destruye. Justifica sus fechorías embadurnando a todos los que no comulgan con su ideario con las mismas falacias de siempre. Escuchando sus habituales monsergas cualquier desconocedor de nuestra realidad podría creer que todos los que no le aplaudimos guardamos en casa toneladas de trilita. Sin embargo, la alcaldesa Barcina defiende con fervor religioso la perdurabilidad en la geografía urbana de nombres que aterrorizan con sólo leerlos. Y sólo los sustituye a golpe de orden judicial, guardándose en la manga siempre un pellizco de cicuta para seguir envenenando a quienes le han ganado la partida ante los jueces. Quito los nombres de los requetés... pero ahora lo pongo todo en castellano. En vez de homenajear al conde de Rodezno, ahora ensalzo a toda su familia. A veces parece una niña malcriada. Una niña nada inocente desde luego... que no se queda llorosa ante sus juguetes rotos. Rebusca en el desván de sus venganzas para organizar el siguiente ataque. Su eterno mal consejero le propone bautizar las calles de Lezkairu con los nombres de algunas víctimas. Para Barcina sólo existen las víctimas de ETA. Las demás, los centenares de pamploneses asesinados por sus ideas republicanas, entre ellas varios concejales, amigos y vecinos de la ciudad que murieron acribillados por las balas del Estado en las últimas décadas no parecen haber existido. Entiendo que todas las víctimas lo fueron muy a pesar suyo y que ninguna, por el hecho de serlo, hizo méritos para que se le dedicara calle alguna. No hay en Navarra calles, ni plazas suficientes para recordar con simples placas a todas las víctimas. Tampoco lo pretendemos sus familiares. Con hacerlas omnipresentes no las vamos a resucitar. Si está en cambio en nuestras manos dignificarlas empezando por retirar de los pedestales a quienes fueron sus verdugos. Véase sin ir mas lejos, al conde de Rodezno, de repugnante memoria. La alcaldesa Barcina y sus adláteres, lejos de promover la justicia, el respeto y la buena convivencia entre los vecinos de la ciudad no cesan en actuaciones que propician todo lo contrario. A nadie se le oculta ya que la cultura vasca y el euskera son sistemáticamente perseguidos en la ciudad de Iruñea. Las bibliotecas funcionan con censura, hay prohibiciones y multas en fiestas populares, de barrio, Olentzero, se derribó un gaztetxe que fue ejemplo de participación y alegría de vivir, los restos arqueológicos de la plaza del Castillo están en paradero desconocido. Los desaguisados cometidos por los gobiernos de la señora Barcina son ya tantos que escapan a la cuenta exacta de nuestra memoria. La Korrika número 16 con un recorrido de 2.500 kilómetros sólo ha tenido impedimentos y prohibiciones a su paso por la capital navarra. A la alcaldesa de Iruñea, a sus compinches, les molesta hasta la ilusión con la que acudimos a recibir el testigo del euskera. Lo suyo es humillar, despreciar, prodigarse en venenosas intolerancias, vamos... en joder la manta. Y lo nuestro es decirle que estamos aquí y que vamos a seguir estando aquí, que estamos hartos del conflicto permanentemente instigado y alimentado desde la institución que preside no por voluntad de la ciudadanía que votó claramente cambio, sino gracias a los tejemananejes de quienes mueven los hilos al margen y por encima del interés ciudadano.
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