El Poder y el Amor son dos temas, esenciales en la vida de las personas, que interactúan de manera específica en las relaciones entre hombres y mujeres, puesto que unas y otros van a recibir una educación diferenciada, conceptualizando, priorizando y otorgando un valor distinto al poder o al amor, en función del género que le sea asignado a cada persona en el momento de nacer.
De este modo, a las mujeres (seres humanos sexuadas hembras, educadas con valores asociados a la feminidad), se nos va a educar para que el amor sea el centro de nuestra existencia, de manera que todo lo que hagamos, nuestro proyecto de vida, girará en torno al amor, siendo la prioridad, la brújula que guiará nuestro existir en los ámbitos doméstico, privado e incluso en el ámbito público.
Pero, además, las mujeres seremos adiestradas en el desprecio hacia el poder, por estar asociado a valores poco femeninos, de manera que carecerá de interés para nosotras, resultando, en el mejor de los casos, algo ajeno o circunstancial que, de darse el caso, tendremos que asumir incluso por amor, por causas altruistas, pero deseando soltarlo cuanto antes por sentirnos incómodas, extrañas a nosotras mismas y extrañadas por el entorno, cuando lo ejercemos, sintiendo que carecemos de modelos propios sobre los que manejarnos en/con el poder desde lo conocido, que no es sino posicionarnos en roles subordinados respecto de los hombres, en una sociedad fundamentada sobre valores androcéntricos y patriarcales, en la que el amor es presentado como el campo de realización “natural” de las mujeres, mientras que el poder aparece ligado a la naturaleza de los hombres.
Hombres que, por otra parte, crecen bajo la sombra de un sistema educativo empeñado en cercenar su emotividad, presentada como un disvalor (¡pareces una nenaza!) de su masculinidad, asociada a su parte femenina extraña y ajena al poder.
Poder, cuya conceptualización se fundamenta a partir de criterios de Poder sobre, dejando el poder para y el poder con relegado a situaciones más cotidianas, menos relevantes. Así las cosas, las relaciones amor-mujer/poder-hombre, contribuyen a un desarrollo sesgado y desigual de los seres humanos, limitando a unos y a otras para que desarrollemos actitudes y aptitudes integrales. Este sesgo, esta mutilación, impacta negativamente en todos los campos de la vida, puesto que limita el crecimiento emocional y sensitivo de los varones, y produce una pérdida de talentos en el campo de la ciencia, la sociedad, la cultura y la economía, debido a que las mujeres, aun cuando obtienen los mejores resultados en los estudios superiores, no se identifican con un modelo de poder, que regula y toma decisiones sobre el orden social, científico, cultural y económico, que, además, las excluye y las discrimina impidiendo que tengan las mismas oportunidades, y el mismo trato, que los varones para poder desarrollar un proyecto profesional que no tenga que incluir la renuncia a su vida emocional, personal y familiar y viceversa.
Pero aun hay más, pues esta idea de Poder sobre, que a la sazón es androcéntrica y patriarcal, no solo autoriza y legitima el ejercicio de la violencia contra las mujeres sino que a las propias mujeres nos deja indefensas ante sus impactos, e incluso atrapadas, por amor, en los malos tratos del ser amado en más ocasiones de las que evidencian las escalofriantes estadísticas.
Así las cosas, es urgente modificar los modelos educativos, romper con los estereotipos sexuales y de género y articular nuevos paradigmas referenciales sostenidos por una ética de mínimos desde la que arranque la pluralidad, la diferencia, el respeto, la igualdad de oportunidades y de trato, la diversidad... Difícil empresa, pero imprescindible para consolidar la Democracia, equilibrar la balanza de la Justicia Social, garantizar el respeto de los Derechos Humanos, alcanzar la igualdad efectiva entre mujeres y hombres y comenzar a pensar en un mundo en Paz.
Alicia Gil Gómez , Gerente de la Fundación Isonomía de la Universitat Jaume I .
ZUBIAK ERAIKITZEN
No hay comentarios:
Publicar un comentario