La ponencia está redactada en términos muy contundentes en este terreno. Así, se remarca que UPN mantendrá una posición de «absoluta radicalidad», de modo que «no cabe consenso en ningún planteamiento propuesto de manera directa o indirecta a la pretensión nacionalista de destruir la entidad de Navarra». Y añade que tampoco cabrá lanzar «propuestas que puedan ser aparentemente inocuas, pero que conducen a inducir en manera artera sus pretensiones».
En esta línea, la ponencia redactada con Miguel Sanz al frente detalla varias cuestiones que UPN define como ineludibles. Tras recordar que el partido surgió una vez aprobada la Constitución de 1978 «debido sobre todo a la inquietud, a la confusión y a la contradicción que generó la Disposición Transitoria Cuarta», la ponencia proclama que «su supresión es objetivo político de UPN», aunque no fija fechas ni iniciativas concretas.
Añade que el partido «se opone a cualquier propuesta de estatuto, dieta u órgano común con cualquier otra entidad política o administrativa».
El texto, que será aprobado por los delegados el próximo domingo, no oculta que la ruptura del pacto que UPN mantenía con el PP desde 1991 es el peaje que ha decidido pagar para intensificar la unión con el PSN. «UPN, libre de compromisos políticos preestablecidos sobre Navarra, concede mayores facilidades en el ámbito de la Comuni- dad Foral de Navarra para establecer pactos políticos con las fuerzas políticas constitucionales, ordenados a la gobernabilidad y estabilidad política de la Comunidad Foral», expone.
Como ya afirmó Sanz tras la separación, la ponencia incide en que «en Navarra, la línea no se sitúa entre UPN y PSN, sino entre los defensores del Amejoramiento y los nacionalistas».
La celebración del Congreso coincidirá con el cierre de las candidaturas para las elecciones europeas de junio. Y UPN no estará en ellas. Lo que supone que renuncia a competir con el PP y le deja vía libre para obtener miles de votos en Nafarroa. Un guiño político clarísimo, apenas unos meses después de procederse a la ruptura del pacto con gran parafernalia mediática.
Preguntado al respecto, Miguel Sanz insinuó incluso el domingo que él está dispuesto a votar al PP, aunque el partido probablemente dará libertad de voto o no se posicionará -otra cosa difícilmente se entendería.
La celebración del Congreso coincidirá con el cierre de las candidaturas para las elecciones europeas de junio. Y UPN no estará en ellas. Lo que supone que renuncia a competir con el PP y le deja vía libre para obtener miles de votos en Nafarroa. Un guiño político clarísimo, apenas unos meses después de procederse a la ruptura del pacto con gran parafernalia mediática.
Preguntado al respecto, Miguel Sanz insinuó incluso el domingo que él está dispuesto a votar al PP, aunque el partido probablemente dará libertad de voto o no se posicionará -otra cosa difícilmente se entendería.
Al planteársele en una entrevista a ``Diario de Navarra'' qué hara él personalmente el 7 de junio, Sanz responde primero que «el voto es secreto. Entre las opciones que hay, habrá que elegir. O no elegir». Se le pregunta entonces si influirá en su decisión la opción de que pueda haber candidatos navarros como Javier Pomés o Jaime Ignacio del Burgo -hasta ahora en UPN y ahora en el PP-, y Sanz responde entonces: «En mí, sí influirá». Mariano Rajoy ya dejó claro hace muchos meses que habrá un candidato navarro en puestos de salida, con el objetivo de afianzar la presencia del partido en el herrialde, donde no acaba de despegar.
La decisión de UPN de no concurrir a estas elecciones y dejarle así el camino expedito al PP constituye una muestra evidente de que la ruptura no ha sido total. Y contrasta abiertamente con muchas afirmaciones de la ponencia que será aprobada el domingo, en la que UPN se definirá como un partido «europeísta». Se puede leer, entre otras cosas, que «la Unión Europea es nuestro referente tanto a nivel institucional como económico, donde UPN defiende una presencia activa y permanente de la Comunidad Foral de Navarra».UPN no ha barajado opciones como coaligarse con otras formaciones regionalistas con las que ha tenido lazos históricos -como Coalición Canaria-, y ha descartado también una concurrencia en solitario que le hubiera permitido competir con el PP y escenificar así su actual independencia. Ha optado justamente por lo contrario.
Pocas cosas hay en la política vasca tan anodinas como un congreso de UPN. Desde la escisión de 1995, estas citas se han convertido en trámites plomizos, sin debate político de fondo ni conflictos de liderazgo. De hecho, suelen solventarse en una mañana (el programa del domingo prevé una duración total de cuatro horas). Además, la práctica unanimidad aparecida en el Consejo Político cuando se votó la ruptura con el PP hacía prever que este congreso volvería a ser una balsa de aceite, sobre la que UPN se limitaría a cambiar algo -Sanz por Barcina- para que todo siga igual.
Sin embargo, la entrada de la nueva presidente está provocando bastante más ruido del esperado entre las bases. Nadie duda de su valor como cabeza de cartel electoral, pero su ADN político no es el de UPN. Y no sólo porque nació en Burgos y creció en Portugalete, sino porque no se afilió al partido hasta entrada esta década -justo para ser alzada a vicepresidenta del partido por Sanz-. En un escalafón basado en el pedigrí, Barcina ha irrumpido a veces como un elefante en una cacharrería, dejando algunas heridas aún abiertas en departamentos del Ayuntamiento de Iruñea. Y tampoco fue clara su posición ante la ruptura del pacto con el PP.
Fue entonces cuando desde una buena parte de la afiliación se planteó la opción de que un hombre del partido como Alberto Catalán tomara las riendas de UPN y Yolanda Barcina se quedara con el relevo de Sanz en el Gobierno. Pero Barcina dijo no, con su habitual contundencia: «No creo en bicefalias. No puede haber un candidato a presidir Navarra que no pueda gobernar su propia casa». La bicefalia, por otra parte, no es el modelo que más gusta a UPN desde las constantes enzarzadas mantenidas por partido y gobierno a principios de los 90, cuando el heterodoxo Juan Cruz Alli hablaba de negociar una solución en Leitzaran o acudía a un acto en Amaiur por los muertos por la independencia de Nafarroa. Así que Catalán, más disciplinado, se retiró de la pugna. Sin embargo, las sospechas en torno a Barcina se multiplicaron entre las bases. La alcaldesa ha sido ovacionada siempre por su contundencia contra la izquierda abertzale o el movimiento popular, pero hay quien teme que en UPN saque también el látigo.
Pero no sólo la afiliación parece dudar. Miguel Sanz, en sus mayores cotas de popularidad interna tras la ruptura con el PP, se quedará en la Ejecutiva de UPN, además de en el gobierno hasta el año 2011. Y lo hará con un objetivo declarado que lo dice todo: «Procuraré que la gente siga las directrices de la nueva presidenta de UPN».
Ramón Sola (en GARA)
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