Mañana viernes 28 se celebran las asambleas de compromisarios de la BBK (Bilbao Bizkaia Kutxa) y de la Kutxa para aprobar o no el proyecto de fusión entre ambas. En el caso de la entidad vizcaina no hay incógnitas desde hace tiempo, porque el PNV reúne los apoyos necesarios. En el de la guipuzcoana, el resultado está por ver y se da por seguro que será muy ajustado. Para llegar al mínimo preceptivo de dos tercios favorables, hace falta 67 votos caso de estar presente la totalidad de los 100 compromisarios. De momento cuentan con seguridad con los 51 votos de PNV y EA, 11 de la parte mayoritaria de la representación del personal (9 de CC.OO. y 2 de Pixkanaka) y con el único de Aralar. Faltarían cuatro, tres de los cuales, los de Ezker Batua, se daban por seguros hasta que el pasado domingo Javier Madrazo sorprendiese a todos desmarcándose del consenso. En contra, una pintoresca asociación de compañeros de viaje: Los 18 del PSE, los 3 del PP, los 11 de la izquierda abertzale (2 de ANV, 8 de Banatuz y 1 de LAB) y los 2 de ELA. Si todos estos acuden y ninguno varía el sentido del voto anunciado por su formación, la fusión no será refrendada en Kutxa.
Podemos estar, como en tantas otras ocasiones en la política vasca, ante un gran despropósito. Frente a la realidad económica y financiera que aconseja contar con una entidad potente, capaz de emprender una estrategia de expansión para poder competir en un entorno cada vez más globalizado, con menos actores y mucho más fuertes, frente a las recomendaciones de apoyar la fusión del mismo Joaquín Almunia, comisario de Política Económica y Monetaria de la UE, puede acabar imponiéndose una realidad política kafkiana, en la que se entremezclan estrategias políticas de desgaste, agravios, activación oportunista de resortes de rivalidades interprovinciales, y acusaciones contrapuestas: unos porque sostienen que el modelo propuesto de fusión no favorece las vías de la construcción nacional, y otros porque ven ahí el germen del Banco Público Vasco que necesita el proyecto secesionista.
La fusión que racionalmente debería impulsarse atendiendo a la dirección de los flujos económicos sería la de las cajas de los cuatro territorios, respetando el arraigo y las señas de identidad que cada una tiene en su territorio. Las relaciones son buenas, no en vano la Federación Vasconavarra de Cajas de Ahorros surgió en 1924, cuatro años antes de constituirse la misma Confederación Española, no obstante los condicionamientos políticos la hacen inviable hoy por hoy. Pero como decía días pasados Xabier Iturbe, presidente de Kutxa, la ley de la gravedad existe para todos.
Ni siquiera es posible de momento la integración de las tres cajas de la CAV. El PP alavés hace tiempo que dijo que impedirían por todos los medios “la desaparición de la Caja de todos los alaveses” sin molestarse en explicar por qué lo que para su partido es bueno en Extremadura y Castilla-León, no lo es en Euskadi. Y el PSE, favorable en principio a la fusión, acabó oponiéndose también en un impúdico ejercicio de cálculo electoral, en una clara supeditación de las razones económicas a los intereses partidistas.
Hasta hace tres días, a falta de un solo voto por atar en la asamblea de Donostia, el apoyo para la fusión se daba prácticamente por hecho. Incluso se había dado a conocer el logotipo, que mantenía la marca comercial Kutxa, no por adoptar la marca guipuzcoana, sino como nombre genérico que engloba el común con otras entidades, también el de la Vital, cuya integración se juzga cuestión de tiempo una vez realizada el de las otras dos. La sede estaría desdoblada: la del negocio en Bilbao y la de la Obra Social en San Sebastián. Las decisiones estratégicas se adoptarían por una mayoría de dos tercios, lo que garantizaría el respeto a la identidad de las dos entidades, cuyo peso específico se calcula en una proporción de 60 Bizkaia y 40 Gipuzkoa.
Cuando sólo falta un día para las asambleas decisorias, el panorama no está nada claro. Para acabar de complicar las cosas, la votación va a ser finalmente secreta, lo que puede facilitar sorpresas en cualquiera de las direcciones. Los partidarios de la fusión especulaban hasta el momento con la posibilidad de alguna ausencia de los que se oponen a la fusión. Esto parece cada vez más difícil que se dé, mucho más si se tiene en cuenta, porque todo tiene su importancia, que la dieta por asistencia a cada compromisario a la asamblea que se celebrará a las 19’30 del viernes en la calle Andía es de 750 euros.
Podemos estar, como en tantas otras ocasiones en la política vasca, ante un gran despropósito. Frente a la realidad económica y financiera que aconseja contar con una entidad potente, capaz de emprender una estrategia de expansión para poder competir en un entorno cada vez más globalizado, con menos actores y mucho más fuertes, frente a las recomendaciones de apoyar la fusión del mismo Joaquín Almunia, comisario de Política Económica y Monetaria de la UE, puede acabar imponiéndose una realidad política kafkiana, en la que se entremezclan estrategias políticas de desgaste, agravios, activación oportunista de resortes de rivalidades interprovinciales, y acusaciones contrapuestas: unos porque sostienen que el modelo propuesto de fusión no favorece las vías de la construcción nacional, y otros porque ven ahí el germen del Banco Público Vasco que necesita el proyecto secesionista.
La fusión que racionalmente debería impulsarse atendiendo a la dirección de los flujos económicos sería la de las cajas de los cuatro territorios, respetando el arraigo y las señas de identidad que cada una tiene en su territorio. Las relaciones son buenas, no en vano la Federación Vasconavarra de Cajas de Ahorros surgió en 1924, cuatro años antes de constituirse la misma Confederación Española, no obstante los condicionamientos políticos la hacen inviable hoy por hoy. Pero como decía días pasados Xabier Iturbe, presidente de Kutxa, la ley de la gravedad existe para todos.
Ni siquiera es posible de momento la integración de las tres cajas de la CAV. El PP alavés hace tiempo que dijo que impedirían por todos los medios “la desaparición de la Caja de todos los alaveses” sin molestarse en explicar por qué lo que para su partido es bueno en Extremadura y Castilla-León, no lo es en Euskadi. Y el PSE, favorable en principio a la fusión, acabó oponiéndose también en un impúdico ejercicio de cálculo electoral, en una clara supeditación de las razones económicas a los intereses partidistas.
Hasta hace tres días, a falta de un solo voto por atar en la asamblea de Donostia, el apoyo para la fusión se daba prácticamente por hecho. Incluso se había dado a conocer el logotipo, que mantenía la marca comercial Kutxa, no por adoptar la marca guipuzcoana, sino como nombre genérico que engloba el común con otras entidades, también el de la Vital, cuya integración se juzga cuestión de tiempo una vez realizada el de las otras dos. La sede estaría desdoblada: la del negocio en Bilbao y la de la Obra Social en San Sebastián. Las decisiones estratégicas se adoptarían por una mayoría de dos tercios, lo que garantizaría el respeto a la identidad de las dos entidades, cuyo peso específico se calcula en una proporción de 60 Bizkaia y 40 Gipuzkoa.
Cuando sólo falta un día para las asambleas decisorias, el panorama no está nada claro. Para acabar de complicar las cosas, la votación va a ser finalmente secreta, lo que puede facilitar sorpresas en cualquiera de las direcciones. Los partidarios de la fusión especulaban hasta el momento con la posibilidad de alguna ausencia de los que se oponen a la fusión. Esto parece cada vez más difícil que se dé, mucho más si se tiene en cuenta, porque todo tiene su importancia, que la dieta por asistencia a cada compromisario a la asamblea que se celebrará a las 19’30 del viernes en la calle Andía es de 750 euros.
En las últimas horas se están produciendo las más diversas reuniones improvisadas. Se hace difícil de asimilar que una cuestión de tanta trascendencia para la economía del país, prevista desde hace tanto tiempo, esté sujeta a última hora a los vaivenes más insospechados y los criterios socioeconómicos y financieros sean los que menos importan en estos momentos.
En un contexto pre-electoral, la lectura que se haga de los resultados va a ser netamente política y quien pierda tendrá que afrontar la factura durante la campaña. Junto a las elecciones al rectorado de la Universidad Pública del País Vasco que se celebrarán también en fechas próximas, estamos ante uno de los hitos destacados que condicionarán el debate político vasco durante los próximos meses.
Praxku
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