El asunto no es baladí y a principios de siglo pasado sesudas testas chocaron por este motivo que, como ahora, esconde subrepticiamente dos modos de concebir el pueblo vasco. Los protagonistas del desencuentro intelectual no fueron otros que dos de los más significativos padres del nacionalismo vasco moderno, el bizkaino Sabino Arana y el navarro Arturo Campión.
Euskadi.- Formado por las voces “Euzko”, vasco, y el sufijo “di”, que da la idea de conjunto o unión, es un término netamente político que surge por vez primera en 1897 de la mano Arana en su obra “Umiaren Lenengo Aizkidia-El primer amigo del niño”. Para el fundador del PNV “Euskadi” no se limita a un territorio. Existe donde una familia vasca se instale bajo el lema “Jaungoikoa eta Lagi-zarra, Dios y Fueros”, es decir se acople a los valores religiosos y tradicionales vascos. La nación es el credo, no el territorio.
Euskal Herria.- A diferencia de Sabino, el pamplonés Arturo Campión entiende “Euskal Herria” como una realidad cultural de raíz histórica. Su primera referencia escrita data de 1571, cuando aparece en la dedicatoria del “Testamentu Berria” que la reina navarra Juana III de Albret mandó imprimir al cura Leizarraga. Otro clérigo navarro, el baztanés de Urdax Pedro de Axular recoge por escrito esta misma terminología en 1643.
Entre 1907 y 1908, Arturo Campión publicó varios artículos contrarios al neologismo inventado por Arana. “Sobre el nuevo bautizo del País Vasco” es uno de ellos en el que discrepa de la doctrina racial y céntrica del nacionalismo bizkaitarra.
El sabio pamplonés contrapone la historia y la cultura como núcleo duro del derecho a la nación vasca que tiene reflejo en el desaparecido Reino de Navarra, única organización política con reconocimiento internacional alcanzada por los hijos de Aitor.
Campión llega a puntualizar que nada le impediría acatar el vocablo “Euskadi” si no hubiera una venerable denominación anterior con una antigüedad arrastrada, al menos, desde la Edad Media. “¿Han salido, por ventura, los baskos del torno de alguna inclusa?”, se pregunta el fundador de la Asociación Euskara de Navarra, a la vez que argumenta que “con el nombre de Euskal-Erria desaparece a una el nombre de euskaldun; a pretexto de restaurar nuestra personalidad vamos borrando la huella que el gigante dejó sobre el suelo sangriento de la historia...”.
En definitiva, que reinventar lo descubierto hace cinco siglos, por mucho que en la CAV sea rentable desde hace 25 años, produce una distorsión de la todavía no hemos salido los herederos políticos del estado Nabarro, hijos de la cultura común que emana de Euskal Herria.
Beltrán Gárriz
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