A finales del siglo pasado, nuestros políticos nos vendieron una milonga llamada Unión Europea. El estado de bienestar en estado puro. Al parecer, estaba destinado a convertirse en el primer lugar en el mundo donde se hiciera realidad una quimera: los animales de compañía atados con longaniza.
Han pasado los suficientes años como para que, desde la distancia, podamos hacer un breve balance: una crisis sin precedentes, la peor que hemos conocido, una clase media convertida en un páramo por los recortes sociales sufridos a consecuencia de ella y por el brutal castigo impositivo al que se la ha sometido mientras se les reducía a las grandes fortunas. Unas políticas hechas a la medida de los mercados, de los banqueros estafadores, las grandes empresas y los especuladores, la cual nos ha conducido a una desigualdad e injusticia social insoportable e inhumana.
Llamadme iluso, inocente, utópico, como queráis, pero siempre lucharé, en la medida de mis posibilidades, por un verdadero sueño: una Europa que anteponga los intereses de los ciudadanos y de los pueblos al de los estados, los mercados, el capital y el mundo de las finanzas. Una Europa que no financie con cargo a sus presupuestos los derechos dinásticos de sus diferentes casas reales, convertidas en un anacronismo, así como a las diferentes iglesias. Una Europa donde el derecho a un puesto de trabajo y a la vivienda se convierta en una realidad, donde las desigualdades sociales sean cada vez menores y no se dejen resquicios para la corrupción, donde se respeten escrupulosamente todos los derechos de todas las personas, y se denuncie y se castigue a las naciones que no lo hagan, donde se les dé la voz a los ciudadanos abriendo cauces efectivos de participación en las decisiones políticas que les afecten, donde quien más tenga, más pague, y donde se apueste firmemente por la solidaridad entre todos los pueblos del mundo.
Por último, apoyaré todas las iniciativas, participaré en las movilizaciones que persigan esos fines, celebraré el nacimiento de nuevos movimientos políticos que apuesten por ellos, y castigaré a los viejos partidos que, a pesar de sus discursos huecos y repetitivos, nunca lo han hecho ni lo harán jamás. ¡Esta es mi Europa!
Koldo Laguardia (Miranda de Arga)
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