«Cualquier cosa puede ocurrir». El primer borrador de estrategia electoral elaborado por el equipo de Pedro Sánchez asegura que en la sociedad española existen dos corrientes políticas. «La de la indignación que reclama que se vayan todos convive con otra que invita al pragmatismo y a la estabilidad. La fuerza de estas dos corrientes va a determinar el desenlace de la tensión política. De manera hoy imprevisible, los españoles decidirán la dimensión del cambio que reclaman». El PSOE reconoce en el documento que «es difícil anticipar» qué pasará en las elecciones. En este análisis coinciden prácticamente todos los dirigentes políticos del país, al margen de cuál sea el partido en el que militen. Un veterano socialista lo explica de forma gráfica: «Estamos en un magma volcánico que va a explotar pero no sabemos hacia dónde».
Los partidos están enormemente despistados y no se acaban de fiar de los sondeos. Lo único claro es que tres fuerzas políticas -PP, PSOE y Podemos- aparecen con posibilidades de ganar las elecciones. El escenario poselectoral produce pesadillas en las direcciones del PP y del PSOE. Si se confirmara en las urnas la tendencia de las encuestas, España estaría abocada a un escenario de pactos para formar Gobierno.
Ante la posibilidad de que, en efecto, pueda pasar cualquier cosa, destacados políticos del PP y el PSOE, hondamente preocupados por una situación inédita desde 1981, mantienen contactos privados y discretos destinados a facilitar un hipotético acuerdo entre ambos partidos si fuera necesario para garantizar la gobernabilidad del país después de las generales. Personalidades como Felipe González, José Luis Rodríguez Zapatero, José Bono, Jesús Posada o Alberto Ruiz-Gallardón, e incluso dirigentes situados en las cúpulas del PSOE y el PP, defienden esta tesis.
Distintos interlocutores socialistas y populares han asegurado a este diario que «el acuerdo está en todas las conversaciones privadas de las personas serias, pero por razones de estrategia electoral lo tenemos que negar. No puede estar en la agenda pública». «No lo decimos porque sabemos que cae mal. Pero estamos convencidos de que es la única salida». Las fuentes consultadas desvinculan estos contactos de los llamamientos empresariales que se han multiplicado en los últimos meses.
Los protagonistas de estas conversaciones son conscientes de que el debate público a propósito de este acuerdo PP-PSOE es letal para los socialistas, pero también perjudica al PP, porque supone enviar el mensaje de que renuncia a la mayoría absoluta. En la campaña de las europeas, Felipe González lanzó una insinuación en este sentido y fue desautorizado por la dirección del PSOE. La semana pasada, unas declaraciones de María Dolores de Cospedal encendieron de nuevo la polémica y Pedro Sánchez negó esta posibilidad de forma rotunda. Según el documento de estrategia «la etiqueta PP-PSOE es una buena estratagema retórica para terceros competidores» como Podemos.
Existe la coincidencia general de que en España «sólo puede gobernar quien gane las elecciones». Un veterano dirigente del PP asegura que en el hipotético escenario de que «el PP sea el más votado y Podemos y el PSOE se repartieran el segundo puesto, España tendría un Gobierno de coalición PP-PSOE con toda seguridad o un amplio acuerdo para gobernar».
«No podemos aliarnos con Podemos si no ganamos las elecciones», asegura otro destacado socialista que añade que la mayoría del PSOE comparte esta tesis. Los veteranos socialistas expresan su inquietud por la estrategia de Pedro Sánchez y añaden que el PSOE no se puede conformar con un 25% de los votos porque eso sería tanto como negar su existencia como partido de Gobierno. Y están pendientes de los pasos de Susana Díaz, a quien atribuyen mayor sentido de Estado que al actual líder socialista.
Lucía Méndez, en El Mundo
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