El 17 de diciembre de 1964 moría en Montevideo Vicente Navarro Ruiz (Cárcar, 1887), un maestro que forma parte de esa tradición liberal republicana de nuestra tierra tan ignorada como maltratada por muchos de aquellos que, ajenos a su ideario, se proclaman sus herederos.
Este carcarense inició su carrera docente en septiembre de 1922 en la escuela de Aoiz, donde se casó con Luisa Aranguren en 1926. Después estuvo destinado en Falces, y en noviembre de 1932 él y Rosaura López fueron los únicos profesores navarros que lograron plaza en las oposiciones a inspector de Primera Enseñanza celebradas en Madrid.
A partir de entonces se trasladó a Pamplona y desarrolló una gran actividad como inspector y miembro del consejo provincial del ramo. Así, en abril de 1933 asistió a la asamblea pedagógica de Salamanca; en marzo de 1934 presidió la asamblea de maestros del partido de Estella junto con la referida Rosaura López; en abril de 1935 habló a los maestros reunidos en el centro de colaboración de la ciudad del Ega.
Militó en Izquierda Republicana, lo que le obligó, días después de la sublevación militar del 18 de julio, a salir clandestinamente de Pamplona para pasar a Francia y después a Vizcaya, donde fue inspector de Primera Enseñanza y fue designado vocal del comité directivo de la UGT de Navarra formada con evadidos de la zona nacional.
Mientras tanto, en septiembre de 1936 había sido destituido de su puesto en el Magisterio y en mayo de 1937 la Comisión provincial de incautación de bienes mandó instruirle un expediente sobre declaración de responsabilidad civil.
Desde el inicio de la guerra su esposa y sus tres hijos estuvieron recluidos en el convento de las Oblatas de Pamplona, pero con otros presos fueron canjeados por unos niños navarros que habían quedado en San Sebastián y así pudieron reunirse con su padre en Bilbao. De allí fueron evacuados a Santander de donde partieron a Burdeos y después a una localidad cerca de Lyon hasta que el Gobierno de Euzkadi hizo las gestiones necesarias para que la familia se agrupara de nuevo.
Al caer Vizcaya en manos de los nacionales, el 1 de julio de 1937, Vicente Navarro se presentó en la Consejería de Cultura de Santander, que lo destinó a la Inspección de Primera Enseñanza. Ante la inminente caída de la capital cántabra, en los primeros días de septiembre fue evacuado a Francia, pero volvió una vez más a España para ir a Valencia donde estaba el Gobierno de la República.
Tras la derrota de la República fue recluido en el campo de Argelés-sur-Mer, y gracias al Gobierno de Euzkadi en el exilio pasó al de Gurs, del que salió al poco tiempo para dirigir una colonia de niños españoles refugiados en las afueras de Bayona. Allí fueron a reunirse con él su esposa y dos de sus hijos: Alberto, de diez años, y Marysa, de cuatro, pues Dora, de seis, había sido llevada a la Unión Soviética en el último viaje del famoso buque Habana.
A finales de 1939 nuestro inspector se fue a vivir a Le Boucau, un pequeño pueblo cerca de Bayona, en cuyo entorno se formó una pequeña comunidad de navarros refugiados. A principios de 1946 participó en la fundación de la llamada Unión Navarra y fue secretario del Consejo de Navarra en el exilio.
Al término de la Segunda Guerra Mundial, Vicente Navarro esperó ansiosamente el fin de la dictadura franquista y planificó el regreso preparando a su hija Marysa para el ingreso en el Bachillerato y enviándola a examinarse por libre a España. Sin embargo, pronto comprobó cómo se endurecía la guerra fría y se desvanecían sus esperanzas de que el régimen de Franco sufriera las consecuencia de su apoyo al eje. Por ello, en 1948, tras reunirse con su hija Dora, que había estado diez años en la Unión Soviética, emigró a Uruguay, donde vivían dos hermanas de su esposa desde antes de la Guerra Civil.
Vicente Navarro permaneció en la república del Plata hasta su muerte en 1964 sin regresar a España. Cuatro años antes había sido indultado de la pena que le había impuesto el Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas, pero, como nadie se ocupó de comunicárselo, no supo que podía regresar sin miedo a ser perseguido.
Para terminar, dada la relevancia de su hija Marysa Navarro Aranguren (Pamplona, 1934), aunque próximamente se publicará una semblanza suya, cabe ofrecer algunas noticias sobre ella. Tras pasar su adolescencia en Uruguay, fue a Nueva York y defendió su tesis doctoral en 1964 en la Universidad de Columbia. El ingreso de las mujeres en el mundo académico norteamericano por entonces no era nada fácil, pero en 1967 logró un puesto de assistant professor en Dartmouth College, una prestigiosa universidad de Nueva Inglaterra. A partir de entonces trabajó para incorporar a más mujeres a la universidad.
Por otro lado, sus investigaciones han hecho de ella una especialista de reconocido prestigio en la historia de las mujeres en América Latina. Hay que destacar también que sus numerosas publicaciones sobre Eva Perón hacen de ella una de las expertas más relevantes en Evita.
Por lo demás, nuestra profesora ha sido miembro de varios consejos editoriales y galardonada con diversos premios y ha dado conferencias en universidades de Estados Unidos, Argentina, España, Inglaterra, México, Brasil, Costa Rica y Uruguay. En la actualidad, ya jubilada, continúa investigando como resident scholar (investigadora residente) en Estados Unidos. Asimismo pasa largas estancias en Argentina y Uruguay, y en los últimos años hace frecuentes visitas a España. En estos momentos trabaja en la elaboración de una biografía familiar.
Ángel García-Sanz Marcotegui
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