Lo que esperábamos ha sucedido: Elena Borbón se ha divorciado de Marichalar tras una temporadita de interrupción de la convivencia, como llamaron de forma cursi y ramplona, a lo que para el común de los mortales, es una separación.
La verdad es que la vida privada de esos dos personajes me la trae al pairo, no me interesa lo más mínimo, salvo en lo tocante a lo que me cuesta a mi bolsillo su manutención. Estaré atento, por tanto, al acuerdo de separación.
Sin embargo, mi interés en este asunto va por otro camino: estoy esperando con auténtico interés la reacción de la Conferencia Episcopal Española (CEE) que, supongo, emitirá una durísima nota de condena por semejante decisión después de que, ambos, fueran casados por el rito sacramental de la Iglesia romana en la catedral de Sevilla con toda la parafernalia del caso y, por supuesto, a cargo del erario público.
Porque la norma canónica es que lo que una Dios que no lo separe el hombre y, que yo sepa, ese precepto no hace distinción de clases y vale igual para un plebeyo que para un miembro de la borbonez. El divorcio está taxativamente prohibido y los divorciados quedan automáticamente separados de la comunión católica. ¿Se aplicará esta norma a la hija del heredero de Franco?
Porque, bien podría ocurrir, que la manga ancha de la Iglesia con algunas personas, vuelva a ponerse de manifiesto e, igual que el cardenal Rouco Varela miró para otro lado a la hora de casar a Leticia Ortíz con Felipe, haga exactamente lo mismo en este caso, con lo que quedará demostrada su hipocresía y su doble vara de medir. Un tarjetita amarilla y a vivir que son dos días.
A ver si así, tras este episodio, nos vamos dando cuenta de con quienes nos jugamos los cuartos y el Gobierno toma buena nota y va colocando a la Iglesia Católica hispana en el lugar que le corresponde que no es otro que en las sacristías.
Hace mucho que deje de ser el anticlerical come curas de mi juventud, algo que me parece sensato y positivo, pero lo que no puedo tolerar es que los jerarcas de la CEE pretendan impartir clases de moral que, a la hora de la verdad, se adapta a las circunstancias según la significación personal de quien la moralina.
Así que, lo dicho, espero y deseo una nota muy dura contra este divorcio.
Noeraixo
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