Quiero mucho no sé cuánto a mi tía Marisol, que vive con mi abuela. Pero es una quejica. Y a mí los y las quejicas me crispan. Porque yo también lo soy. Llego y le digo: joder, jaulis, qué dolor de cabeza. Y ella: a mí me va a estallar. Yo: he dormido fatal, desvelado desde las cinco. Ella: yo me desperté a las dos y he oído todas las horas. Yo: no me eches mucha cebolla, que ya sabes que no la digiero bien. Ella: ni olerla puedo yo. Ayer le dije que como siguiera por esa línea le iba a soltar que me dolían una barbaridad los huevos. La pillé a traspiés y, por una vez, gané. Luego nos echamos a reír. Además, que sí que nos duelen cosas. Pues todo esto de la última semana relativo a las y los asesinos de ETA me recuerda a la situación: campeonatos de dolor, campeonatos inútiles de dolor, en los que los únicos que tienen no solo derecho sino capacidad -real y emocional- para participar o hasta excederse -lo que es entendible- son las víctimas directas y en las que algunos partidos políticos están demostrando que acabado o casi el cerdo están dispuestos a seguir royendo la poca carne que queda en la costilla, eso que mi abuela me grita: ¡te dejas lo mejor! Royendo como UPN en Tafalla, presentando una moción que es como presentar una moción para ver quién está a favor de que de vez en cuando salga el Sol. ¿Qué sentido tiene, qué aporta, que un pleno municipal diga que tal persona tiene un currículum inhumano? Una cosa es opinar, hablar, rabiar, elaborar libros, películas, memoria, dar nombre a calles, plazas y hasta museos, para que no nos olvidemos, para que sepamos y quienes vienen detrás sepan qué pasó. Eso es necesario. Pero esto es otra cosa. Esto es pasarse de la raya y tratar de obtener réditos de donde solo habría que aportar verdad, la de no querer suplantar ni exagerar en beneficio propio el enorme dolor ajeno.
Jorge Nagore, en Diario de Noticias
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