El FMI ha mejorado en dos décimas sus previsiones de recesión para
España. No de crecimiento, de recesión. En lugar de caer en 2013 un
1,5%, será “solo” un 1,3%. En 2014 las cosas, dice, irán algo mejor. No
el paro que seguirá en el 25% hasta 2018 (el histórico 20N de 2011 no
llegaba al 23%). Ni el consumo, ni el crédito. Por tanto, continúa
también la “necesidad” de seguir haciendo muchos más ajustes. España
precisa bajar aún más los sueldos. Para competir con los trabajadores
asiáticos. Las pensiones tampoco nos las podemos permitir. Ni nosotros
ni nadie ya. Nada ha contradicho, sino todo lo contrario, aquel informe
del año pasado en el que el FMI argumentaba detalladamente, y sin el
menor disimulo, que la longevidad es un riesgo financiero.
El periódico 20 minutos publicaba el informe completo del FMI sobre las pensiones. Y lo resumía en su artículo. Entresaco frases del Fondo Monetario Internacional:
“Vivir hoy más años es un hecho muy positivo que ha mejorado el
bienestar individual. Pero la prolongación de la esperanza de vida
acarrea costos financieros, para los gobiernos a través de los planes de
jubilación del personal y los sistemas de seguridad social,
para las empresas con planes de prestaciones jubilatorias definidas,
para las compañías de seguros que venden rentas vitalicias y para
los particulares que carecen de prestaciones jubilatorias garantizadas”.
Véase aquí la preocupación por las empresas que hicieron mal los
cálculos y contrataron “pensiones vitalicias”. El que la gente no se
muera en cuatro días fastidia el negocio. Y eso el FMI no lo puede
consentir.
Sigamos: “Las implicaciones financieras de que la gente viva más de
lo esperado (el llamado riesgo de longevidad) son muy grandes. Si el
promedio de vida aumentara para el año 2050 tres años más de lo previsto
hoy, los costos del envejecimiento —que ya son enormes— aumentarían
50%”. ¿Será por eso que también están degradando la sanidad? De paso que
proporciona lucro privado, la rebaja de su calidad y extensión mata
unos cuantos y reduce la esperanza de vida. En España bajó en 2012,
primer año de la Era PP, por primera vez en una década.
En fin, el FMI proponía y propone -por si acaso la mortandad no es
suficiente- que la edad de jubilación “aumente”, es decir, que se pague
más tarde la pensión o más recortada o/y disminuir el monto de las
prestaciones. Cobrar aún menos. El que Vd. cotizara treintantos,
cuarenta años, no tiene la menor importancia. Añade el organismo de la
ONU –el FMI pertenece a Naciones Unidas como sabéis- que urge ya tomar
medidas no vayan las empresas a encontrarse con el fiasco de ganar algún
dinero menos. No lo dice así, textualmente, pero le entendemos. Y en
España han seguido sus indicaciones como acabamos de ver.
Lo tenemos crudo. Los trabajadores en activo a ver
reducidos sus sueldos para “competir” con aquellos a quienes llevábamos
décadas de avance en desarrollo. No son aún un problema para la
codicia, salvo que se empeñen en comer, estar sanos, o llevar a sus
hijos al colegio o a la Universidad por encima de las posibilidades que
les ha decretado el sistema. El resto, en particular los ancianos,
constituyen “un insoportable riesgo financiero”.
Entraron contritos por el derrumbe de 2008 que ellos mismos habían
causado por su avaricia que les llevó a ejecutar muy malas prácticas y
para conseguir la ayuda de dinero público que los reflotara. Se les dio y
se les da en cantidades escandalosas, pero no tienen bastante. Iban a
refundar el capitalismo. Y sí, les dejamos entrar. Y cuando la bestia
empezó a dar muestras más que ostensibles de su depravación, seguimos
diciendo que había que esperar. Ahora ya la consigna se centra en el “es
lo que toca”.
Aunque empleo
el plural, en absoluto me siento responsable de la idiocia colectiva,
de la pasividad degradante que ha permitido esta situación. Ya hemos
llegado al punto de decir que vivir es un gasto insoportable. No las
diabólicas personas que perpetran estos atropellos, el resto.
El gran depredador está instalado en casa. Como humano, tiene la
posibilidad de usar su cerebro y las cámaras de gas al igual que su
antecesor Adolf Hitler. También puede matarnos de inanición, de hambre,
enfermedades y dolor.
Le dejaron entrar las masas desinformadas. Le mantienen ahí los
pobres de espíritu. Le alimentan -para que se fortalezca y nos siga
destruyendo a todos- cuantos siguen mirando para otro lado y quienes aún
buscan explicaciones peregrinas y confían en promesas de
“recuperación”. En cabeza, quienes difunden datos incompletos para
vender un futuro falso. Lástima que no sean ellos solos, todos ellos, su
plato de comida. Aunque no es buena la ley de la selva, mejor sería
domeñar al salvaje capitalismo que hoy se enseñorea de nuestras vidas.
Es cuestión de vida o muerte. ¿Alguien lo duda?
Rosa María Artal, en El Periscopio
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