Podían no ser los mensajeros ideales pero sí los únicos eficaces. Sólo ellos estaban en condiciones de sentarse con los sucesores de Txeroki y robarles argumentos a favor de la locura de la muerte. Es una cuestión de proximidad, pero la vecindad no puede ser delito. Sólo Otegi, Díez Usabiaga y los suyos podían un día ganarse a los más recalcitrantes. Al encarcelarlos Rubalcaba y Garzón, no sólo anulan a los mensajeros, sino que dan precioso argumento a los violentos: "no hay otra salida que la armas".
Rubalcaba falta a la verdad cuando afirma en referencia a los detenidos que han de elegir entre violencia y política. Él y Garzón saben o deberían saber que a quienes han encerrado, hace tiempo habían elegido la vía política. Es más, sus esfuerzos estaban enfocados en que ETA no se cobre un solo muerto más.
La paz se aleja al encerrar a los mensajeros. No. Otegi y Díez no son palomas, pero no quieren más sangre. Un fuerte orgullo, un pacto no sellado les impide condenar a la banda violenta, pero ese grave error no justifica los barrotes. Además, cuando tembló la T4 de Barajas, ya Díez clamó contra las bombas. Algo falla cuando el Estado en vez de allanar el camino de la paz, lo dificulta.
No, no merecen la sombra. Su sombra no es buena para nadie, sólo para los más duros "novios de la muerte". Bajo el sol no les convencieron, ¿cómo lo harán desde cárcel? ¡Libertad para quienes, a su forma, también trabajan en la defensa de la vida!
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