Detrás de todo ferrocarril desmantelado queda la huella de un sueño roto. El Anglo-Vasco-Navarro pretendió unir Vizcaya, Guipúzcoa, Álava y Navarra, pero, revés tras revés, la idea de los alaveses hermanos Herrán se quedó mutilada. La línea llegó a unir Bergara, Vitoria y Estella. El progreso se movió en sus automotores y en sus vagones amarillos durante casi un siglo hasta que, hace 42 años, el ‘boom’ del automóvil acabó con su aliento. Las lágrimas por aquel disgusto aún se recuerdan, pero sobreviven sus puentes, sus estaciones, sus túneles y un recorrido fabuloso para deleitarse con la naturaleza más salvaje o con suaves paseos de olor a hierba mojada.
La antigua vía del tren, transformada en una senda para ciclistas y caminantes, permite descubrir uno de los trayectos más sobrecogedores del País Vasco. Toda la biodiversidad (desde la más tópica de robles y hayas hasta la más singular como el encinar estellés, el bosque mixto o el de ribera) emerge con todo su esplendor.
En la ruta norte, en territorio guipuzcoano, sólo se pueden recorrer 17 kilómetros desde Vitoria a Arlaban y algunos ramales en el valle del Deba. La ruta sur, que se acaba de completar con la apertura de un tramo de diez kilómetros entre Aletxa y Antoñana, es la más extensa y rica en vegetación. Podemos viajar desde Vitoria hasta Estella, a falta de unos diez kilómetros antes de llegar a la capital de la Navarra Media, sin bajar de la bicicleta. Aunque, si alguien tiene valor, puede ir a pie. Son más de 63 kilómetros, disfrútenlos, no se arrepentirán.
Para ir de la capital alavesa a Estella, arrancamos en la rotonda de la zona industrial de Uritiasolo, al sureste de Vitoria, en un bicicarril que nos conduce hasta Puente Alto y la A-2130. Medio kilómetro después, una vez pasado el campo de fútbol del Aurrera, entramos en la pista anunciada por un cartel. Otazu es el primer pueblo que dejamos a la izquierda. Cruzamos luego los bosquetes de robles de Aberásturi y Andollu, donde se encuentra (a la izquierda) el ramal de 3 kilómetros que lleva al santuario de Estibaliz.
El trazado sigue después a pie de monte y atraviesa pequeños túneles y puentes en Trokoniz y Erentxun hasta llegar a un hermoso hayedo en Ullíbarri-Jáuregui, donde la vía se acaba en la misma boca del túnel de Laminoria. A pesar de los intentos por restaurarlo, este paso subterráneo de 2,2 kilómetros, que salva los Montes de Vitoria, está completamente hundido.
Como ruta alternativa se ha adecuado un camino de montaña que sube en fuertes pendientes el puerto de Guereñu y toma después una carretera pequeña que une el pueblo de Musitu con la ermita de Santo Toribio, en Aletxa. Son unos 8 kilómetros en los que la vegetación cambia completamente y de las hayas y robles se pasa a los quejigos y las encinas. A la derecha dejamos la cantera de Laminoria, la más grande del País Vasco.
El entronque con el tramo recién abierto Aletxa-Antoñana se hace en Cicujano, que cuenta con una estación restaurada y un túnel, el de Leorza, de 200 metros, ahora iluminado. Maeztu, con una gran estación, es el mayor núcleo de población que atravesaremos en este paseo. Enseguida nos adentramos en el desfiladero de Atauri, en cuyas minas de asfalto comienza uno de los puntos más espectaculares del recorrido: el corredor del río Berrón entre esta localidad y Antoñana. Su estampa otoñal es única, puesto que combina un arbolado de ribera con dos laderas cubiertas de un excelente bosque mixto.
Tras Santa Cruz de Campezo y Zúñiga, ya en Navarra, la ruta atraviesa un inmenso monte mediterráneo en la sierra de San Gregorio hasta Estella gracias a viaductos como el de Arquijas, sobre el río Ega, de 28 metros, o el túnel de Acedo, de 1,4 kilómetros. La ruta restaurada acaba en Murieta. Los últimos diez kilómetros hasta Estella hay que hacerlos por vías alternativas.
El Correo Español
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