viernes, 30 de agosto de 2013

LA FUERZA DE LA TRANSFORMACIÓN

Habían completado su cupo de batallas y seguramente por ello comenzaban a sonreír sin autocensura, sin medida externa o interna. Ella había decidido reunir en esta vida demasiados sinsabores, pero aún así nada había logrado matar el brillo de sus ojos cargados de tan sincero como discreto amor. Hay muchas formas de amar, de arrojarse en aras del bien al prójimo. A veces incluso también confundiendo casilla, cayendo en algún pozo… Solo tras profundos hoyos nos atrevemos a inundarnos de luz. En medio de las calles y su trasiego anónimo, lo que destaca es siempre esa luz radiante, tenaz, perseverante, aún a consta de un cuerpo reducido a huesos.
Todavía recuerdo sus cartas desde Yeserías, en las que había más color que letra, más esperanza que rencor, más fe que combate político. Encontré a esta apreciada pareja, que recién estrenaba ancho asfalto y dicha, el sábado pasado por las calles de Donostia, mientras que yo empujaba el carro de mi aita. Me acompañaron toda la Avenida. Fuimos amenamente charlando casi hasta La Concha por esa amplia arteria por nombre Libertad, paradojas de la vida, ellos que saben tanto de encierros.
Me he alegrado tanto de verlos juntos y felices. Decenas de años de hierro y rejas precedían esos paseos gozosos. Seguramente ese sábado no iban a ninguna parte. Seguramente sólo paseaban, callejeaban; seguramente sólo se amaban a la luz del día. Llevaban muchos años amándose en la distancia o en la sombra, queriéndose a la carrera. ¿Cuántos cientos, miles de kilómetros, de una punta a otra de la península no había hecho ella para amarle unos minutos controlados? ¿Cuántas veces los mismos fulminantes y arriesgados viajes? Fidelidad debía ser su honroso nombre tras la batalla.
Sí, claro que habían errado, pero quién no hemos errado. Lo importante es la osadía para el tránsito desde el error, desde el craso desatino. A ellos les ha sobrado esa valentía. El perdón no se ha despegado de sus labios. No sé cuántas noches pasa aún él en la sombra. No me he atrevido a preguntárselo. Le he visto tan cargado de futuro, tan entusiasmado por curar, por sanar, por ayudar al prójimo, por hacerse terapeuta…, que no me he aventurado a mentar el pasado y sus secuelas. Sí, ese ayer en el que tantos patinamos, que nos ha enseñado demasiado y que tantas veces quisiéramos liquidarlo.
No sé las noches que él aún ha de volver a la cárcel. Solo sé que no debiera ya pisarla, que la sombra no debiera ya aguardarle. Ya la ha recorrido en todos sus perímetros, ya le ha interrogado en lo más hondo, allí donde escuece y amanece. Solo creo que el Gobierno del PP podría emerger del espíritu de la revancha, abrir cerrojos a cuantos lamentan su pasado y así allanar los caminos de la reconciliación. En esa mañana del sábado, él vestía una camisa azul celeste a juego con sus ojos. Sobran ya las nubes del ayer sobre un cielo sincero, arrepentido. Tras los abrazos de despedida, tropezamos en La Concha con las cometas que volaban sobre la orilla. Todo hablaba de esperanza en esa mañana de tardío agosto, cargada sin embargo de vientos y de futuros. Más y más libres y generosos carriles para la vía Nanclares, por favor. ¡Que allí abajo, en el centro de las decisiones, en la capital donde se guardan aún tantas, demasiadas llaves, se sepa de esas cometas, de esa esperanza que aquí se gesta, de las camisas azules que vestimos en este verano de paz que quisiéramos nunca acabara! ¡Que sepan que antiguos dirigentes de la "banda" quieren caminar por Avenidas y Libertades sin fin, anhelan ofrecer al mundo el testimonio de su tránsito, la fuerza de su interna, profunda y liberadora transformación!
Koldo Aldai, en Noticias de Gipuzkoa

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