"La democracia no es más que el gobierno de las masas, donde un 51% de la gente puede lanzar por la borda los derechos del otro 49%" (Thomas Jefferson, III Presidente de Estados Unidos)
Cualquier ciudadano de Navarra habrá oído hablar alguna vez acerca del Fuero y nuestra forma de autogobierno, cuyos orígenes se remontan siglos atrás. Este sistema ha ido reduciéndose a lo largo de la historia en contra de nuestra voluntad hasta el punto de que casi todos los asuntos vitales que nos conciernen se toman lejos de nuestro ámbito. Los autores de este artículo creemos que los centros de decisión deben estar cerca de donde se aplican puesto que eso mejora su efectividad. Y por otro lado defendemos que si las competencias se delegan en una instancia superior, debe ser por voluntad propia, y no por imposición.
Todo esto trasladado a nuestra comunidad nos lleva a pedir una revisión muy profunda del estatuto con el que nos regimos y dotarlo de las suficientes herramientas para tratar de ser menos dependientes y adaptarnos así al mundo globalizado en el que vivimos. Por eso nuestra propuesta es reformar nuestro actual Amejoramiento y transformarlo en una Constitución que esté asentada en el respeto a los derechos individuales de las personas, es decir, basado en el Fuero.
No hay ningún derecho colectivo, destino universal o concepto parecido que configure un marco jurídico que esté por encima de la voluntad de cada ciudadano de manera individual. Las naciones, los ámbitos de decisión, los estados o cualquier otro tipo de organización no tienen ninguna otra base jurídica que la suma de voluntades individuales. Es evidente que hay voluntades colectivas más propensas a creerse por encima de las individuales, el caso español es paradigmático al imponer la decisión de una supuesta colectividad nacional a la decisión de la suma mayoritaria de ciudadanos que componen la nación o una parte de ella. Similar postura a la de una determinada formación política vasca que se abroga para sí la representación de la totalidad del colectivo nacional vasco o a veces de su clase trabajadora.
Los derechos colectivos, como tal, son una mentira que lleva directamente a la tiranía. No se trata de situar al individuo por encima de la colectividad, se trata de reconocer que la colectividad está al servicio del individuo y que éste es libre de modificarla, cambiarla y adaptarla a sus propias necesidades. Las leyes son colectivas pero lo son en tanto en cuanto son fruto de las voluntades individuales, en el momento que dejan de serlo dejan de ser legítimas. La colectividad no tiene ni opinión ni derechos. Es esta noción de libertad individual, y una radical concepción de la separación de poderes la que tomaremos como base sobre la que construir nuestra propuesta de reforma de la actual LORAFNA, para convertirla en lo que era hasta 1841; la Constitución de un Estado.
Somos conscientes de que desde 1841 la sociedad ha avanzado mucho y por tanto no debemos caer en el purismo de los partidarios de la reintegración foral plena, quienes pretendían la reinstauración de las instituciones del Reyno sin adaptarlas a la realidad social de su época, lo que provocó perder partidarios y que las tesis cuarentaiunistas, hoy incardinadas en UPN, saliesen triunfadoras. Por esta razón creemos que podemos usar ejemplos de países con una amplia tradición democrática, como Estados Unidos, Francia, o Reino Unido, y fortalecer nuestras instituciones usando de cada sistema aquello que más nos pueda interesar adaptándolo a nuestros propios problemas y necesidades.
Problemas que están ahogando al ciudadano que ve cómo en medio de una gravísima crisis económico-política quienes debieran llevar las riendas de la situación están incapacitados para hacerlo. Podemos hacer lo de siempre, echar la culpa al de enfrente en un cargante y estéril y tú más, o ir al meollo de la cuestión y saber que esto ocurre porque el sistema parlamentario y de Gobierno montado es la causa directa del desaguisado político en el que nos encontramos. Dicho régimen, sólo estable para sistemas bipartidistas, no sirve en una realidad política como la de Navarra, donde como prueba más reciente tenemos los resultados de las últimas elecciones generales donde cada uno de los cinco parlamentarios elegidos fueron de partidos diferentes. Nuestra tierra es como es, plural e ideológicamente muy heterogénea, y no como nos gustaría que fuese, por eso debemos dotarnos de unas reglas propias acordes a nuestras propias circunstancias.
Necesitamos un cambio que haga gobernable nuestra comunidad y a su vez refleje su pluralidad. En ese sentido consideramos que los tres poderes en los que toda democracia se asienta, legislativo, ejecutivo y judicial, deben ser elegidos por separado en elecciones diferentes donde cada uno tenga perfectamente definido cuáles son sus funciones, y que a su vez cumplan su misión de ejercer de contrapoder.
En el Parlamento, o poder legislativo, tienen que estar presentes de manera proporcional las ideologías que actualmente hay en Navarra, debiendo, además, compaginarlo con un sistema de listas abiertas. Una opción puede ser un método mixto de circunscripciones pequeñas con un candidato único, más el voto en toda la comunidad al partido que se quiera y así evitar que un único partido obtenga toda la representación. Otra opción es tener en cuenta a la merindad como distrito electoral, con una elección similar a la del Senado. Consideramos también que la ciudadanía debe tener la posibilidad de participar activamente, y por eso consideramos razonable que las iniciativas legislativas populares deban de ser reforzadas. Las ILP normalmente son sobre cuestiones muy concretas por lo que si se alcanza el tanto por ciento necesario para llevarlas adelante, el organismo correspondiente tendría la obligación de someterla a referéndum.
Para el Gobierno, o poder ejecutivo, proponemos dos opciones para elegir presidente y vicepresidente. Una elección a doble vuelta a circunscripción única donde pasarían a esa segunda ronda los dos primeros candidatos en el caso de que no haya superado nadie el 50% de los votos (Francia), o una elección única por votos electorales por merindad (su número dependería de la población) en la que el vencedor se llevaría todos los votos de dicha circunscripción. De esta forma el candidato elegido tendría que tener una política territorial equilibrada, y se evitarían desigualdades (Estados Unidos).
Para el poder judicial, sólo existirán tribunales ordinarios, siendo el Tribunal Superior de Navarra la última instancia a la que se podrá apelar, lo que garantizará que cualquier ciudadano navarro será juzgado en base a las leyes del país. Además tendría la voz última de interpretar la Constitución, sin necesidad de crear un tribunal específico para ello. Para su gobierno proponemos que sean los propios jueces quienes elijan entre ellos quienes deben llevar esa tarea así como seleccionar a los que van a formar parte del Tribunal Superior. También nos parece interesante que la elección del fiscal general de Navarra sea por elección popular, tal y como ocurre con los fiscales generales estatales en Estados Unidos, garantizando así que la iniciativa de la justicia no va a depender de un cargo elegido por el gobierno como en la actualidad.
Como se ve con estos pequeños retazos hay alternativas a la actual más efectivas. Sólo hace falta voluntad política para llevarlas a cabo. Urge hacerlo.
José Antonio Beloki e Iñaki Méndez (en Diario de Noticias)
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