Algunas cosas y comportamientos que damos por hecho que no nos afectan a veces nos dan de lleno en el rostro. Siempre hemos dicho que el nacionalismo de cauce central tenía rasgo genético propio, y este era la capacidad de entendimiento entre diferentes, la transversalidad y el posibilismo. Pero, últimamente vamos viendo abrirse paso a auténticas demostraciones prácticas y directas de que el maximalismo, el todo o nada o el cuanto peor mejor, no es una práctica política exclusiva del MLNV, que también anida en nuestras filas.
El batiburrillo en que se ha convertido Na Bai, y que escasamente hemos llegado a explicar está dando paso a posturas que abogan por la regeneración de un proyecto jeltzale para Navarra, algo perfectamente asumible y deseable por gran parte de los que apoyamos entusiásticamente el proyecto nabaizale, y haciéndolo desde la soledad y la “pureza” ideológica. Incluso en post donde se habla de “ensanchar el nacionalismo” sin mencionar lo más obvio, y es que el sectarismo lleva a la atomización y a la derrota.
Yo, que también soy jeltzale, navarro, vasco y demócrata, lo de cristiano lo voy a dejar para el Sr. Arzobispo Castrense que hoy gobierna la Iglesia navarra con puño de hierro (español off course), debo vivir en una Navarra diferente a la suya… ¿Va a ser que tiene razón Miguel Sanz cuando dice lo de Navarra tierra de diversidad?.
Yo soy de los que creo que los proyectos políticos, y en este caso tenemos uno perfectamente definido, deben ligarse a la coherencia en la actuación y en los principios, pero sobre todo deben ligarse al servicio de las gentes que componen tu ámbito de actuación. De nada vale ser puros, vírgenes e inmaculados si eso nos lleva a la marginación política. Y en Navarra, no hay que olvidarlo, el proyecto jeltzale estaba en la marginación política y, lo que es peor, en el desconocimiento público. No se trata pues de pillar sillón o poltrona alguna sino de tener tribuna pública para exponer nuestro proyecto y capacidad para influir en las decisiones de gobierno. Un partido tiene dos funciones; gobernar para desarrollar su proyecto o hacer oposición para que el que lo desarrolle sea el gobierno. El “ombligismo”, ese mal tan arraigado en los vascos, conduce directamente al ostracismo.
Que Nafarroa Bai cuando nace no era un proyecto jeltzale era algo evidente, igual de evidente que no era un proyecto del MLNV. Pero es que en Navarra el problema no es la dicotomía jeltzales/marxistas, en Nafarroa tenemos un problema de supervivencia como vascos, pese a ser el 30% de la población. Ante situaciones de urgencia hace falta medidas de urgencia y Na Bai resulto ser una medicina de enorme eficacia terapeútica, pero eso ya lo he explicado otras veces. El verdadero problema de Na Bai se produce cuando se plantea que hacer con el experimento exitoso de 2003 de cara a las forales de 2007 y de allí en adelante. Había dos opciones;
Transformar una coalición coyuntural, temporal y con objetivos concretos en sujeto político propio, abriendo la afiliación a los independientes que se sumaron a la operación, definir un marco ideológico de mínimos que sirviese para la acción de gobierno y dotar al conjunto de una organización y normas de funcionamiento propias. Era lo que dimos en llamar la Na Bai estratégica, que también tuvo sus momentos de gloria; Jornadas nabaizales de 2007 en los Golem o las propias elecciones forales de 2007 que nos alzaron a la posición de segunda fuerza política de la Comunidad, descubrieron la “mentira” del cambio socialista y precipitaron la ruptura del pacto UPN-PP. Ese camino, sin ser un camino propiamente jeltzale, llevaba al ensanchamiento del nacionalismo en Navarra y a una mucho mejor visualización del mensaje jeltzale que la que se obtenía encerrándolo en la Sede de Zapatería 50, de donde escasamente había salido en los últimos 20 años.
La otra opción era la de reforzar los partidos dentro de la coalición, que cada uno utilizase el reparto de cargos para lanzar su propio mensaje, en algunos casos contradictorio, luchar por la hegemonía dentro de Na Bai “desindependizando” a los independientes y garantizando representación pública a todos sus integrantes como herramienta de cohesión. Es la llamada Na Bai táctica que ha acabado imponiéndose.
¿Y por qué ha sido así? Porque en vez de mirar hacia el futuro que por primera vez se nos abría esperanzador nos hemos dedicado a mirar nuestro propio mensaje, en vez de mirar a nuestros votantes hemos mirado a nuestros partidos, en vez de mirar al conjunto del nacionalismo en Navarra hemos mirado las posaderas de Otegi…
Soy de los que piensa que al día siguiente de las elecciones de mayo la Na Bai que hemos diseñado va a saltar por los aires, y que solo un magnífico resultado de Na Bai con el consiguiente fracaso del polo soberanista, perfectamente definido ya en Navarra, podría hacer reflexionar a sus dirigentes sobre una vuelta a los principios de 2007, a la Na Bai estratégica y sujeto político. Pero eso solo demostraría que los abertzales navarros son mucho más listos que sus dirigentes.
Lo contrario sería mandar a 20.000 abertzales navarros “huérfanos políticos” a casa, al proyecto jeltzale a las catacumbas, al MLNV a su “querida y ansiada” hegemonía navarra y a la propia Navarra 30 años atrás en su historia.
El encuentro y el consenso no se hace desde la imposición de un ideario, por legítimo y lleno de bondades que nos parezca, sino desde el roce diario y la acción política conjunta. Esa Na Bai estratégica de 2007 no sería un proyecto jeltzale pero, en su mensaje, se le parecía mucho.
Si los agoreros de la catástrofe tienen razón y el MLNV se reunifica en Navarra no podrán decir de nosotros que no lo intentamos y, en todo caso, habremos asentado unas bases jeltzales mucho más profundas, arraigadas y extensas para intentarlo otra vez dentro de unos años, porque ese cauce central del nacionalismo vasco en Navarra sigue y seguirá estando ahí, solo hace falta que los que vengan después sepan ensancharlo mejor de lo que lo hicimos nosotros, mirando a los navarros y a Navarra, no a Otegi o Batasuna…
Ander Muruzabal, en Aberriberri
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