EL año 1986 fue un buen año para Herri Batasuna. La exitosa experiencia Martxa eta borroka, el resultado del referéndum de la OTAN, los actos conmemorativos del 50 aniversario del bombardeo de Gernika, la legalización de Herri Batasuna, la escisión del PNV, el resultado de las elecciones generales de junio… todo en su conjunto nos llevó a los militantes a la conclusión de que la victoria no solo era posible sino que ya estábamos ante ella. En nuestras arengas no usábamos el tiempo futuro "irabaziko dugu" sino el "irabazi dugu". Parafraseando a nuestro antagonista el general Casinello: "Fue una campaña concebida con imaginación y conducida por el éxito". Fueron momentos de Euforia y Utopía.
Euforia
La campaña Martxa eta borroka consiguió sobre todo por medio de la música, el llamado rock radical vasco, la inclusión en nuestro movimiento de sectores juveniles de nueva expresión cultural y política. El Cincuentenario del Bombardeo de Gernika nos otorgó una excelente carta de presentación a nivel internacional. Un Comité compuesto por personalidades mundiales presididas por el parlamentario e intelectual socialista suizo Jean Ziegler contó con la participación de Dulcie September responsable en Europa continental del Congreso Nacional Africano (el partido de Nelson Mandela) quien dos años después, en marzo de 1988, sería asesinada a tiros en París por Joseph Klue, sargento-verdugo del ejercito surafricano.
La legalización de Herri Batasuna llegó, después de un largo proceso judicial, en junio de aquel 1986, cuando el Gobierno de Felipe González, después de cinco reveses judiciales, acató la última sentencia del Tribunal Supremo. El todavía gestante proceso de escisión del PNV, no resuelto hasta octubre del mismo año, supuso para el partido una pérdida del 30% de sus votos en las elecciones generales de 22 de junio. Esos votos acabarían un año después en la bolsa del nuevo partido, EA. La propia HB empezó a acariciar la probabilidad de ser el partido abertzale más votado, lo que efectivamente ocurrió un año después, en las elecciones al Parlamento Europeo.
El año 1986 fue extremadamente violento, con 40 asesinatos de ETA -entre ellos los de Genaro García Andoain y Yoyes-, y dos del GAL, además de la detención de Txomin Iturbe. No es mi intención en esta entrega tratar la influencia de tales acontecimientos en aquella situación y en la que iba a suceder.
El referéndum de la OTAN, 12 de marzo, fue el vértice del aquel año políticamente ciclónico. El vértice de un ciclón es su núcleo central y paradójicamente es el lugar más seguro del mismo. El referéndum tuvo esas dos propiedades, centralidad y seguridad. Todo parecía rotar alrededor del referéndum cuando en realidad no arriesgábamos nada definitivo en ello a la vista de lo que ya estaba ocurriendo, aunque entonces no lo supiéramos: el desmoronamiento del imperio soviético. Sin embargo, el referéndum fue un formidable test. La derecha española, el extravagante Fraga, llamó a la abstención en una dinámica de lerda oposición al Gobierno que nadie entendió, ni ellos mismos. La izquierda sociológica española se escindió entre quienes proclamaban "es lo que hay" y los que insistían "eso no es lo que habíamos prometido". El PSOE convenció y España dijo Sí.
La periferia tuvo otro comportamiento. La percepción de insularidad africana llevó al distrito de Las Palmas a un No por los pelos pero llamativo (50,51%). Catalunya votó No (50,60%) contra las indicaciones de socialistas y convergentes. La Comunidad Autónoma Vasca votó un No (65,14%) sin apelación posible. La Comunidad Foral también se sumó al No (52,63%) contra pronóstico de quienes pensaban que Navarra era un caladero de votos sumisos al poder. Porque el poder había pedido el Sí: Arzalluz, Ardanza, Pujol y González se habían pronunciado en este sentido. Mientras tanto, el PNV dio libertad de voto a sus afiliados que, a la vista de los resultados, acabaron engrosando el bloque del No.
Utopía
En Herri Batasuna, el éxito del No lo interpretamos como un anticipo de victoria para el día en que los vascos fuésemos llamados a un referéndum de autodeterminación. Referéndum de la OTAN y referéndum de autodeterminación se entendieron como dos caras de una misma moneda: un ejercicio de soberanía nacional, libre de restricciones legales y ataduras partidistas.
La realidad es siempre más compleja. Votar No a la OTAN era un pronunciamiento legítimo pero sin corresponsabilidad. Nadie se jugaba con su voto algo personal, material ni inmediato. Votar No acabó siendo algo tan bello e inútil como un aguamanil: tres años después, el Muro de Berlín cayó, el Pacto de Varsovia se fue diluyendo hasta su desaparición y las antiguas Repúblicas Populares del Este Europeo acudieron raudas a pedir el ingreso en la OTAN como mejor garantía para mantener su soberanía frente a Rusia.
Así y todo, los vascos votamos No y con ese voto nos autoafirmamos: dijimos aquí estamos y así somos. Tuve una experiencia personal en ese sentido. El historiador hispanista Raymond Carr convocó para el mes siguiente al referéndum un seminario sobre la situación de Euskadi en el St. Anthony´s College de la Universidad de Oxford. Asistimos como ponentes Andoni Monforte (entonces diputado del PNV, tenaz y brillante defensor del ingreso en la OTAN), Juan Pablo Fusi Aizpurua (historiador, ex alumno de Oxford, luego Director de la Biblioteca Nacional), Gurutz Jáuregui (Catedrático y profesor visitante en aquella Universidad) y quien escribe estas líneas, acompañado por Tony Beeton, responsable de comunicación del Partido Laborista, luego asesor en el Proceso de Paz de los ministros ingleses para Irlanda del Norte, Patrick Mayhew y Mo Mowlan.
El seminario contó con la presencia de varios profesores, entre ellos el historiador Paul Preston, y algunos estudiantes vascos -menciono en particular a Jaime Oraá, actual rector de la Universidad de Deusto- inmersos en sus tesis doctorales o estudios post-grado. Las ponencias fueron debatidas de viernes a domingo y al terminar cada sesión tenía lugar el correspondiente espacio para la relación social. La primera noche, los ponentes fuimos invitados a una High Table, que no es otra cosa que una cena donde los profesores universitarios (fellows) y sus invitados, situados en una mesa presidencial sobre una tarima del comedor, comparten cena con los estudiantes, ubicados en un plano inferior. De ahí lo de High Table o Mesa Elevada. La cena termina con un rito consistente en llevarse anudada la servilleta usada y pasar a una estancia aparte donde se sirven los postres y el oporto. Esto da lugar a charlas de contacto durante el trayecto y a corrillos de presentaciones e intercambio de opiniones mientras se toma el oporto que, según tradición, ha de ser servido en el mismo sentido que las agujas del reloj. En esas estábamos cuando fui presentado a Lord Carrington, entonces secretario general de la OTAN, quien estaba asimismo invitado a la High Table por algún otro departamento de la Universidad. El diálogo transcurrió más o menos así:
-Carr: Le presento a Txema Montero, de Herri Batasuna, País Vasco, ponente en el seminario de este fin de semana.
-Carrington: ¿Ese partido que ha conseguido que los vascos digan No en el referéndum?
-Yo: No es cosa solo de mi partido, es el Pueblo Vasco que no olvida que los aliados no entraron con sus tanques para liberarnos de los fascistas, como lo hizo el general Montgomery en Dinamarca.
-Y Carrington: ¡Vaya, vaya, entre ustedes y Fraga…!
Carrington siguió hablando en tono desabrido de Fraga, a quien no perdonaba su llamamiento a la abstención, pero la conversación me confirmó nuestro éxito. Con la campaña sobre el referéndum habíamos conseguido una posición de visibilidad en el escenario internacional.
Realidad
Un cuarto de siglo después, observo que el ciclón se ha convertido en borrasca. Los vientos dominantes provienen de los mismos cuadrantes, pero con menor intensidad. La izquierda abertzale está de nuevo a la búsqueda de su legalización y, al mismo tiempo, trata de desbancar al PNV de la primacía nacionalista. Quienes llamaron en las elecciones de junio de 1986 a la abstención hacia el PNV -"perder hoy para ganar mañana", decían- son la misma EA que acompaña en su suerte a la izquierda abertzale. El PSOE espera que los tribunales le saquen las castañas del fuego en el asunto de la legalización para finalmente entonar "yo no he sido" y mantenerse en su doble pose: de frente, Rubalcaba y de perfil, Egiguren. El PP se apresta a tomar el gobierno para imponer menos estado social y más estado nacional. La internacionalización, vía surafricana, igualmente presente aunque cuestionada por casi todos. El bombardeo de Gernika, siempre en la memoria y pendiente de la devolución del Guernica, otra utopía. La Martxa eta borroka reconvertida, con una gran parte de la juventud pendiente de la red y otra minoritaria enredada en sumarios judiciales.
Mientras tanto, la OTAN, después de la experiencia de los Balcanes, se ha reconvertido a través de su cuartel de mando para el cuadrante suroccidental de Europa -ubicado en Nápoles-, en el gendarme del Magreb, a la espera, quizás, de trasladar sus servicios a los países sub-saharianos con fuerte presencia de fundamentalismo islámico.
Hemos descubierto que la utopía tenía un precio que muy pocos estaban dispuestos a pagar. El fin de la inocencia ha supuesto nuestro reencuentro con esa dama hirsuta y desdeñosa que llamamos realidad. Cuanto antes le tomemos la medida, mucho mejor.
Txema Montero, en DEIA
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