El Cambio Climático es un hecho y ya lo estamos padeciendo. Las tormentas tropicales arrasan la región del Caribe con una intensidad sin precedentes. Mientras algunas zonas del planeta sufren temperaturas cada vez más altas y mayor humedad, otras experimentan sequías sin precedentes. Los glaciares se funden en la cordillera de los Andes y en Bangladesh el mar sumerge tierras cultivables. Se prevé que desaparezca el hielo del Antártico hacia 2015. Todas estas realidades y otras por venir conforman un panorama más que preocupante a medio plazo para la vida en la Tierra; sequías, hambrunas, enfermedades, miserias, guerras por el agua, etc. están a la vuelta de la esquina.
El destacado economista estadounidense Jeremy Rifkin, asesor del exvicepresidente Al Gore, vaticinó recientemente que si continúa el actual ritmo del cambio climático, la humanidad colapsará en 30 o 40 años y las especies a final de siglo. Recordó que las predicciones de los científicos del IV Informe del Panel Intergubernamental de Cambio Climático de la ONU apuntan a un aumento de tres grados centígrados de la temperatura de la Tierra en este siglo, lo que haría volver al planeta a la temperatura y estadio climático de hace 3 millones del años, por lo que “clima, flora y fauna serán distintos”. Asimismo, apuntó que una subida de 6 grados centígrados sería “el fin de la civilización humana”. “Ante obviedades como estas que se producirá tan solo en dos generaciones, es decir, entre nosotros y nuestros nietos, estamos profundamente dormidos y no podemos ni imaginar la repercusión de estos cambios.”
En la actualidad, las concentraciones de CO2 en la atmósfera son de 387 partes por millón (ppm), frente a una media histórica de entre 189 y 280 ppm. La comunidad científica propone una reducción progresiva de los gases de efecto invernadero del 25 al 40% hasta el año 2020 para asegurar que la temperatura de la Tierra no llegue a aumentar más de 2º C, lo que llevaría a una situación de “cambio climático imprevisible”. El objetivo final sería reducir las emisiones hasta un 85-90% para el 2050.
El Protocolo de Kyoto, firmado en 1997 y en vigor desde 2005, obliga a los 37 países industriales del mundo que lo ratificaron a reducir sus emisiones para 2012 a volúmenes 5,2 por ciento inferiores a los de 1990. Esta reducción ya se ha cumplido en Europa gracias a la recesión económica, pero hoy se ve como muy insuficiente para evitar que la temperatura promedio del planeta suba por encima de los dos grados respecto de la era preindustrial.
La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático que se está celebrando en Copenhague, negocia el que los países ricos reduzcan sus emisiones hasta 2020 entre el 25 y el 40% por debajo de los niveles de 1990. Se trataría de un documento capaz de reemplazar al Protocolo de Kyoto que vence en 2012, cuya aplicación no ha estado en sintonía con la velocidad con que avanza el peligro catastrófico del cambio climático.
En las últimas reuniones preparatorias celebradas recientemente en Bangkok y Barcelona aumentaron las dudas respecto a las posibilidades de alcanzar un acuerdo en Copenhague. Los analistas más optimistas están convencidos de que de ésta Cumbre no saldrá consensuado ningún acuerdo que obligue a todos los países. Los puntos sobre los que existe mayor desacuerdo son tres:
- Cuánto deben reducir los países desarrollados sus emisiones de carbono.
- Cuánto dinero deben aportar estos para ayudar a las naciones pobres a enfrentar el cambio climático.
- Cuánto deben reducir los países en desarrollo sus emisiones de gases de efecto invernadero.
Pero detrás de la economía, osea del actual nivel de consumo, está la realidad insostenible que hemos creado con nuestra irracional forma de vida, especialmente los países desarrollados de los que formamos parte. Seguir pensando como hace el Gobierno de España y aquí el de Navarra de que el "crecimiento y desarrollo" es la solución a los problemas ambientales, cuando precisamente esa política es la que nos ha llevado a la situación actual, además de ser un error perverso, nos acerca peligrosamente al precipicio. Es hora pues del "decrecimiento"; vivir con menos para vivir mejor. Es hora de cambiar de valores y sobre todo de hábitos. Es la hora de la ética y de la voluntad firme de sobrevivir como especie humana.
No podemos esperar gran cosa de nuestros gobernantes, porque ni tienen sensibilidad, ni tampoco el arrojo necesario para enfrentarse a esta crisis, que es la madre de todas las crisis. Por tanto ha llegado la hora de la sociedad, la rebelión contra nuestros gobernantes. La hora de que tomemos entre todos el problema en nuestras manos y decididamente obliguemos a Zapatero, Rajoy, Sanz, Barcina y otros políticos de "poco pelo" a tomar la vía que permita la existencia de la vida en el Planeta a medio plazo. Resultan patéticas las declaraciones de la Cámara Navarra de "trabajar en la concienciación, sensibilización y dinamización de nuestra sociedad en la defensa del Medio Ambiente y los recursos naturales", cuando los primeros que deberían concienciarse son precisamente ellos que administran la comunidad y son los que nos están llevando a todos al desastre anunciado.
Pongámoslo en práctica en nuestra comunidad, empezando por parar el insostenible proyecto del TAV y la construcción de miles de viviendas cuando existen 60.000 vacías. Luego seguir con las Incineradoras, la Cantera de Magna en Zilbeti, el LIC Alduide, la Red Alta Tensión, las Térmicas de Castejón, los Transgénicos y un largo etc.
No podemos mirar para otro lado… porque además de ser nuestra obligación como personas, tenemos que dar la oportunidad vivir a nuestros descendientes.
Juan del Barrio, miembro de Lurra
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