Hace tan solo unos pocos días hemos recibido con alegría la noticia del archivo definitivo de la causa incoada contra el periódico Egunkaria, y cuyo cierre movilizo a miles de ciudadanos y ciudadanas vascas. Con ello se ha dado fin a un proceso kafkiano. Detenciones, intervención de cuentas, cierre del único periódico en euskera…todo bajo un paraguas argumental que lo justificaba todo: el entorno de ETA. Como acertadamente han señalado sus protagonistas, ha finalizado la causa judicial pero no se ha puesto fin a una injusticia.
Desde 2003, bajo la gravísima acusación de pertenencia a ETA, los inculpados han vivido más de una década de sufrimiento. Han sido absueltos, pero nadie hasta ahora les ha pedido perdón. Reparación, memoria y justicia piden también las familias de Lasa y Zabala quienes no han sido reconocidos hasta la fecha como víctimas del terrorismo a pesar de que fueron brutalmente torturados y asesinados. Ya está en los cines la película Lasa eta Zabala, testimonio valiente y desgarrador sobre uno de los más siniestros ejemplos de lo que fue la guerra sucia del Estado contra ETA. He visto la película bajo un sobrecogedor silencio interior. Las explícitas imágenes que en ella aparecen plasman con toda su crudeza la inaceptable realidad de la tortura. Una tortura que en demasiadas ocasiones ha llamado a nuestra puerta, también en el caso Egunkaria, y cuyas denuncias nunca han sido suficientemente investigadas por la justicia española, como así ha señalado recientemente el Tribunal de Estrasburgo. La lucha contra ETA justificó demasiadas cosas, como el asesinato de Lasa y Zabala, que hoy toca reparar en vez de olvidar.
Reparar y no olvidar para que no queden impunes. Porque impunidad es la sensación que nos va inundando a medida que transcurren los acontecimientos en la película. Hechos juzgados, probados y condenados pero cuyos protagonistas apenas cumplieron sus penas y quedaron rápidamente en libertad. Les asiste la razón a las familias de Lasa y Zabala, cuando piden reparación, memoria y justicia. Tampoco a ellas, nadie les ha pedido perdón. Hoy tratamos de reconstruir un relato de nuestra historia y está en ciernes la creación del Instituto de la Memoria. Mas allá de su denominación , sobre la que ha habido más de una discusión, su espíritu debiera ser el del asentamiento de una Memoria Colectiva basada en la verdad de todos los sufrimientos, verdad que muchas veces incomoda, como lo hace todavía reconocer la existencia de un terrorismo de Estado en relación con el GAL, que fue brutal y por el que aun no se ha pedido perdón.
Demasiadas veces el debate sobre víctimas y violencia se convierte en una especie de ranking del sufrimiento, de tratar de equiparar lo que no es equiparable. No conviene mezclar nada de lo que ocurrió, sino colocar cada pieza en su sitio en honor a una verdad que comprenda las múltiples vivencias sobre las que cimentar el futuro. Como ciudadana vasca me conformaría con que los partidos políticos siguieran la senda de lo que muchas víctimas de la violencia ya están haciendo: tejer el entramado de la memoria y la reconciliación desde el diálogo sincero y el respeto.
Victimas como Marixabel Lasa, Pili Zabala, y tantas otras, que rompen con su dialogo las costuras de lo previsible. Y en ese espejo debemos mirarnos el resto de la sociedad, porque estos ejemplos son la vanguardia de nuestra futura convivencia. Queda una tarea apasionante por acometer que puede hacer de la sociedad vasca una sociedad mejor. Pero para hacerlo, todos deberemos movernos de nuestras posiciones clásicas. Perder el miedo al riesgo y tener el pundonor de saber pedir perdón, también a las familias de Lasa y Zabala. Sin mezclarlo con nada, sin ninguna teoría del contexto. Solo porque es de justicia.
Gemma Zabaleta, ex-dirigente del Partido Socialista de Euskadi PSE-PSOE (en El País-País Vasco)
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