"Tres chicas hay en Murchante/ que son las abanderadas/ por salir con las banderas las van a dejar peladas". Coplillas como ésta se cantaban en tono de mofa en Murchante días antes de que fueran detenidos y asesinados en Fustiñana sus vecinos Hilario Chueca, Roque Jarauta, Genaro Ochoa, Julio Orta, Antonio Pérez, Ricardo Rosel y Mauricio Simón en noviembre de 1936. La sobrinanieta de Genaro, Lara Bartos, presentó el sábado en Murchante su libro Recuperando raíces. Memoria de los siete asesinados en 1936 en Murchante, en el que analiza, con documentos, el ambiente en esta localidad en los días previos a los fusilamientos, sus vidas y cómo en 2005 consiguieron recuperar sus restos tras décadas de búsqueda infructuosa. "Cuando localizamos los restos fue algo increíble. Ver que todos aquellos fantasmas que habían ocupado nuestras vidas tantos años estaban físicamente allí... Ver cómo los de Aranzadi nos escuchaban, entendían y se interesaban. Fue una experiencia muy positiva", recordó el pasado sábado Bartos antes más de 200 personas.
En estas páginas recupera testimonios y documentos que ha recopilado durante 8 años para dibujar la vida de estos siete murchantinos, que "muchos creían que no eran nadie pero eran el secretario del juzgado, presidente de la UGT, el vicepresidente, un estanquero...", y su desaparición ya que "nunca se comunicó a las familias su defunción". En la elaboración ha descubierto que "sigue habiendo mucho miedo a hablar, e incluso ante la presentación de hoy (por el sábado) hay quien ha dicho: 'Otra vez a removerlo todo, y para sacar dinero", tras lo que explicó, entre aplausos, que los beneficios de la obra van íntegramente para una asociación de voluntarios de la localidad y para la Asociación de Familiares de Fusilados de Navarra. "La gente cree que lo hacemos por venganza, pero no es así, ni ellos nunca lo hubiesen querido".
Con este trabajo, Bartos, en la actualidad concejala del PSN en Murchante, retrata un pueblo atrapado por el odio y los enfrentamientos, al igual que toda la Ribera y el resto de Navarra. Como muestra, las coplillas que se cantaban tras el alzamiento en 1936. Esas mujeres fueron "peladas" y durante décadas se han cantado en la localidad estas canciones populares, quizás sin saber que también hacían referencia a los asesinados. "Julio Orta el renegado/ con su golpe de estanquero/ por muy malo que le sepa/ va a gritar ¡viva el clero!/ El pobrecico Ricardo/ además de andar apretado/ ahora dejará de ser secretario del juzgado/. Como no tiene otra cosa/ que el abrigo y el bigote/ contento se puede ver/ si le dejan el cogote". Durante el acto fueron entonadas las coplillas y la crudeza de sus letras, conociendo el desenlace, y el recuerdo de muchos de haberlas oído a sus familiares dejaron en silencio durante unos segundos la casa de cultura.
Ante preguntas de los asistentes, Bartos explicó que el día de la desaparición de los 7, una niña dijo a su familia que había oído en la plaza que "unos hombres van a venir a Murchante a matar gente". Esta familia alertó a su vecino Hilario, uno de los fusilados, y le aconsejó que saliera ese día de Murchante. Hilario no hizo caso y al mediodía desapareció junto con Genaro Ochoa, que estaba trabajando en el campo con su cuñado y al que le entregó su reloj consciente de su destino, y otros cinco murchantinos como el secretario del juzgado Ricardo Rosel, padre de seis hijos, muy religioso y que tocaba el órgano en misa. Vecinos y familiares fueron andando a Tudela para llevarles mantas y comida pero al llegar el cura les dijo que les había confesado y que ya se los habían llevado. De noche, los familiares volvieron andando con la encomienda de dar la noticia a sus hijos y mujeres. Nunca volverían a ver a los siete de Murchante y sus restos no aparecieron hasta 2005. Como dice Bartos en el libro, "mi familia, mi abuela, mis padres y mi hermana, me han enseñado, me han educado en la tolerancia y en saber que mirar al pasado puede servir para no cometer los mismos errores".
Diario de Noticias
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