Los más jóvenes de esta localidad de la Valdorba mantienen viva la tradicional fiesta del obispillo, una fiesta en la que participan los escolares desde los 8 hasta los 13 años.
Para los que no conozcan esta curiosa tradición, el próximo 3 de diciembre se nombrará obispo a una niña o a un niño menor de 13 años del municipio. Se reunirán en la sociedad del pueblo y elegirán al azar al obispillo del año con una baraja de cartas. El elegido será aquel que saque el as de oros. Después, el 6 de diciembre, día de la Constitución, vestido como tal y acompañado por el resto de chavales del pueblo, recorrerán en comitiva las calles de la localidad entonando la típica canción de San Nicolás, a la par que pedirán limosna de casa en casa y bendecirá a quienes les abran las puertas. Los jóvenes de 13 años, denominados mandones, también cumplen su función, la de custodiar las limosnas que más tarde invertirán en una gran cena.
Esta tradicional fiesta finaliza el 8 de diciembre, fiesta coincidente con el día de la Inmaculada Concepción, cuando el chico o chica elegido se vista de obispo para representar la matanza del gallo. La escenificación comenzará una vez hayan finalizado los actos religiosos. Será entonces cuando el obispillo, con un gallo atado al báculo, se colocará frente a la iglesia mientras que el resto de chavales, con los ojos tapados, entonarán diversas coplas que repasan los diferentes sucesos o cotilleos ocurridos a lo largo del año. Mientras esto sucede los jóvenes golpearán el suelo simbólicamente con una espada. Las coplas siempre son anónimas y todas las personas de la localidad están expuestas a ser uno de los protagonistas. Los chicos y chicas memorizan durante una semana antes las coplillas que deberán leer. Después, Miguel Arregui, vecino de Garínoain, se encarga de guardarlas y recopilarlas.
La fecha y el origen de esta fiesta no está del todo clara. Miguel Arregui guarda centenares de estas coplillas que durante décadas se han cantado en la localidad, continuando con la labor realizada por Aurelio Andueza, antiguo párroco de Garínoain. En su poder tienen alguna que puede datar de antes de 1936 por la temática de alguna de ellas: "Le pido a la Inmaculada Concepción para que no entren los comunistas en esta nuestra región".
El día 6 siempre ha sido la jornada elegida para pedir limosna, pero como recuerda Miguel Arregui, no siempre ha sido así. En la época de la dictadura, "y por tanto cuando no se festejaba el día de la Constitución, sólo eran los chicos quienes tenían fiesta en la escuela; ellos se encargaban de pedir limosna o productos en especie que después utilizarían para hacer una merienda-cena en la casa del Obispo. Mientras tanto, las chicas se quedaban en clase, como si de un día normal se tratara. Recorríamos las calles del pueblo, después íbamos a Sansomain y Soltxaga. Pasábamos un día muy bueno y lleno de ilusión", explica Miguel.
Originariamente ha sido una fiesta en la que solo participaban los chicos, pero desde hace más de 10 años también lo hacen las chicas. "La natalidad había bajado y no había suficientes niños para poder seguir con la tradición. Además, no tenía sentido continuar con una fiesta en la que únicamente podían participar los chicos", explica.
Pero no han sido las únicas cosas que han cambiado: "Antes se hacía la cena en casa del Obispo y en ella siempre estaba presente el cura que se encargaba de entregar a la beneficencia aquello que sobraba; ahora se realiza en la sociedad del pueblo. También han cambiado las cenas, antes eran escarolas, sopa de cocido y polo asado, ahora fritos o langostinos", explica Arregui.
Esta tradicional fiesta ha tenido que adaptarse a los nuevos tiempos, y todos participan de una manera u otra para que no se pierda entre los más jóvenes. Quién sabe si algún día no veremos un libro con la recopilación de centenares de coplillas que durante décadas han sido cantadas por sus vecinos y vecinas.
La Voz de la Merindad
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