viernes, 25 de enero de 2013

LA COLA DEL PARO



Ana es bella como una giralda morena. No he tenido nunca sus ojos frente a frente. Vivimos en la distancia que ella cubre con la palabra rebelde, con la imagen de una Sevilla altiva de feria y semana santa, de farolillos y macarenas que lloran el fracaso de un cristo hijo por Placentines estrecha. Ana es bella como una giralda morena.

Seis millones de hombres, de mujeres, de hambre, de frío, de miedo, de humillación, de pasado sin futuro, de ayer sin mañana, de nostalgias sin creación. La cola del paro para pedir movimiento, para no perder masa muscular, para seguir andando. Pero no hay camino, ni calor, ni orgullo. Hay inmovilidad tan solo, abandono tan solo, desesperación tan solo. Y el asco hasta el cuello como un agua podrida, infectada, con parasitosis en los intestinos de la vida.

Ana es bella como una giralda morena. Con noches de luchadora sindical en el rostro, con pancartas exigiendo la existencia de la mujer-mujer, con gritos persiguiendo derechos laborales. Por la Sevilla de Sierpes y Sagasta, por La Palmera y el Costurero de la Reina, Campana y Encarnación. Universidad en los apuntes, pan y manteca “colorá”, calentitos café con leche los domingos de besos y manos enlazadas.

Isla Mágica nacida entonces, cuando Sevilla fue más Sevilla. Isla Mágica vomitando huelgas, parados sobre un Guadalquivir ancho de turistas, de puentes, trianas y cachorros. Isla Mágica parida por un Guadalquivir con cintura faralaes, maestranzas en los pechos y monteras de Curro en las orillas. Sevilla está en la cola. Sevilla es una cola ante un INEM inmenso de desengaños, de sobrantes de casetas con señoritos de “pescaito” y vino fino La Ina. Sevilla de luto pero hermosa como la Ana de ojos grandes buscando un quehacer productivo para ganarse el pan con la honradez limpia del trabajo.

Pero no hay trabajo. Ana, la bella Ana, es un número, sólo un número en la cola infinita del asco. Le dijeron que sobraba, que se buscara la vida por las aceras, por la plaza de la Virgen de los Reyes, Arzobispado y Catedral con salida al Barrio de Santa Cruz. “Ay, barrio de Santa Cruz, ay, plaza de Doña Elvira”  “Porque han clavado dos cruces en el monte del olvido”  Eso son los parados: el gran monte del olvido, con cuatrocientos euros si acaso, con la limosna del banco de alimentos si acaso para los niños sin leche, para los desahuciados sin techo, para los que han perdido el trabajo como quien se olvida de la propia existencia en los soportales de la pena.

Ningún dolor es urgente a partir de las ocho de la tarde. Nadie puede nacer cuando se pone el sol. Ni está permitida la hemorragia, ni el infarto a deshora. Hay que organizar el dolor como se organiza la cola del paro con vigilante privado que no permita que el hastío se salga de la cola, porque hasta el vómito tiene que guardar un orden. Era ingeniero, pintor, abogado, maestro, enfermera. Eran. Tiempo verbal del pasado. Son cola ahora, desesperación ahora, con ayer pero sin ahora, con recuerdos de album de fotos que se pondrán marrones cuando los nietos sean si son algún día nietos. Porque no están los tiempos para el amor, para hombres erectos, para piernas con el amor por dentro, para sangre vertical y besos y caricias y palabras boca a boca.

España se ha dado cita en la cola del paro. Seis millones circunvalando España. Tapándose la cara como esos delincuentes arrepentidos y asqueados. España vergüenza de sí misma. Otra vez con la cartilla de racionamiento, con el azúcar moreno, con el estraperlo de la esclavitud: a la rebusca de la aceituna, del algodón, reformas y pinturas. Quinientos euros al mes, diez horas de trabajo, de domingo a domingo. Si no lo quieres te jodes, dice la niña Fabra desde un escaño rojo. Otro lo querrá por los churumbeles, el miedo, la “cornás” del hambre. Sí, es el estraperlo de la esclavitud.

Yo quiero ver a la CEOE, a Rajoy, a Fátima frente a los ojos verdes de Ana morena. Yo quiero ver a Rosell, a Arenas, a Cospedal, a Pons, a las promesas-putas que maquillaron la mentira para llegar a Moncloa. Aquí quiero ver la reforma laboral que crearía trabajo, a los mercados, a la prima de riesgo, al déficit sosteniendo la mirada a esta giralda morena. Son ellos ahora los que deberían ponerse en la cola de la desvergüenza, de la traición, para dormir en un prostíbulo de barrio negro.

Ana, la bella, la de cintura de giralda, seguirá siendo alegría, esperanza, infinita mirada porque la pena negra no tendrá poderío para mirarle a los ojos verdes de Ana morena.

Rafael Fernando Navarro, en su blog "Marpalabra"

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