Estimo que es una
opinión bastante extendida, al menos en Zabaltzen, que el funcionamiento
organizativo de la coalición podría ser más horizontal y las fórmulas de representación en los órganos de dirección
ajustarse más a lo que es nuestro espacio socioelectoral. Incluso las mismas
bases entonces aprobadas preven la posibilidad de ser revisadas en la medida
que vaya desarrollándose Geroa Bai y modificándose su composición.
Pero también es
generalizada la opinión de que en pleno proceso de estructuración territorial y
sectorial, cuando estamos trabajando la permeabilidad entre personas y grupos
en los herrigunes, en pleno esfuerzo por ir asentando una cultura política
común compatible con la diversidad ideológica, poniendo las bases de grupos de
trabajo imprescindibles en una coyuntura de ímproba actividad política termine
habiendo o no elecciones anticipadas, no es de ninguna manera momento oportuno desviar la atención hacia cuestiones de dudosa urgencia e indudable capacidad de absorción de energías.
Quiero, sin
embargo, puesto que el debate se ha lanzado ya, aprovechar la oportunidad para
esbozar algunas líneas de lo que en mi opinión podría ser una propuesta
coherente de revisión de la representación en los órganos de dirección para
cuando llegue el caso. Líneas abiertas y cuestionables, faltaría más.
La lealtad para con
los copartícipes del proyecto debe de constituir el irrenunciable punto de
partida. Con reglas de juego consensuadas y utilizando la persuasión cuanto sea
menester, nunca los órdagos y golpes de sorpresa que generan desconfianza y
lastran la conformación del sujeto común. Aquí se inscribe, por supuesto, la
obligatoriedad obvia de presentar cualquier propuesta de calado en tiempo y
forma, de forma que se pueda debatir con serenidad en los grupos de base y en
cada colectivo político.
El universal principio
democrático de “una persona, un voto”
hay que conciliarlo, cuando hablamos de una fuerza política saludablemente
heterogénea, formada por más de una organización política, con la libertad de
cada grupo para coaligarse desde la voluntariedad y el derecho a seguir
existiendo con sus estructuras propias. Otra cosa es que sería deseable llegar gradualmente, sin
imposiciones, a la plasmación perfecta del enunciado principio, o alternativamente a la
mayor aproximación posible al mismo.
La elección desde
los herrigunes de la totalidad o el grueso de los cargos internos debería ser
la base de un sistema democrático e igualitario, siempre que se observasen
determinadas cautelas. En primer lugar, exigiría completar satisfactoriamente
la red territorial, objetivo todavía distante, al no haberse conformado
herrigunes en Iruña y en otras localidades importantes de la Cuenca. Los
órganos de control deberían también asegurar que todos los herrigunes
formalmente constituidos tuviesen la mínimamente exigible vida política para
evitar eventuales perversiones y uso no deseable de la facultad de crearlos. Y
habría que garantizar la proporcionalidad en la elección, estableciendo
mecanismos de corrección para evitar rodillos mayoritarios allá donde se dé una
confrontación expresa de sensibilidades. Fórmulas hay diversas: presentación de
las candidaturas en forma de listas, limitar la capacidad de voto de cada elector a un número
inferior al de puestos a cubrir, etc.
En mi opinión,
sería harto discutible la procedencia de nombrar miembros natos, con voz y voto
en los órganos de dirección, a los cargos públicos, puesto que siempre tendrían garantizada la
misma opción que el resto de los asociados para postularse como candidatos en los herrigunes.
Ser elegidos para un puesto de representación pública no tiene por qué implicar
que lo sean automáticamente para los cargos internos. En cualquier caso, la
posibilidad, de contemplarse, tendría que considerarse respecto a los electos públicos en
candidaturas de Geroa Bai, que como todos sabemos en la actualidad se limitan a una única persona, porque las demás fueron colocadas en las listas en virtud de las
negociaciones entre los partidos que formaban NaBai 2011 en condiciones de
flagrante desigualdad, en perjuicio sobre todo de los independientes y en
aplicación de presuntas correlaciones de fuerzas que el tiempo no ha
confirmado.
Siguiendo este
guión teórico de institucionalización, falta una pieza esencial en la
arquitectura resultante: la Asamblea General. En la actualidad está prevista,
pero sin otras facultades que las consultivas y deliberativas. La coherencia
con la plena “pulcritud democrática”
que hemos escuchado reivindicar recomendaría concebirla como órgano soberano de
decisión y gobierno, aún cuando se convocase con espacios dilatados de tiempo.
Técnicamente sería posible reunirla, tampoco es que necesitaríamos alquilar la Plaza de Toros.
Estas son las
líneas que quería exponer. Mejorables con el debate, recordando siempre que no
estamos hablando de cualquier cosa, sino de cómo perfeccionar el funcionamiento
de lo que vemos todos como una herramienta estratégica e imprescindible para regenerar democráticamente
la vida política navarra. Tiempo habrá de discutirlas y confrontarlas con otras propuestas, porque ahora, insisto,
las prioridades son otras.
Praxku
No hay comentarios:
Publicar un comentario