En su quehacer, se
ha encontrado con un panorama preocupante: muchas chicas jóvenes soportan una
situación de violencia psicológica, de control por parte de su pareja –en sus amistades,
en las redes, el teléfono- y lo que resulta más grave: estas chicas lo ven como
una situación “normal”, “una prueba de amor”. Tuvimos el placer de poder escucharla en la Casa de Cultura
de Tafalla, el pasado 15 de noviembre, invitada por la Asociación de
Mujeres Gure Indarra Emakume Elkartea.
¿Vivimos en una sociedad igualitaria para hombres y
mujeres?
La existencia de
una serie de leyes de igualdad da la impresión de que la igualdad se hubiera
conseguido. Hoy en día, la desigualdad es mucho más sutil, no es tan evidente. Las
chicas, sobre todo las que han llegado a
la universidad, no perciben esa desigualdad.
Lo sutil hace que la desigualdad sea más difícil de identificar como
problema y que se le dé la importancia que requiere. A las chicas jóvenes no
les gusta ponerse en el papel de
víctimas. Se creen que son muy inteligentes y que a ellas no les va a pasar.
Cuando las chicas entran al mercado laboral empiezan a ver desigualdades:
cobran menos, no encuentran trabajo, se
valora más lo que hace un compañero que lo que hacen ellas… Pero hasta que no
llegan al mercado laboral, viven con la sensación de que con esfuerzo pueden
conseguir lo que se propongan.
Has trabajado con grupos de mujeres que han sufrido esta
violencia. ¿Qué es lo que más te ha llamado la atención de tu trabajo?
La facilidad para
negar la violencia psicológica y justificarla como un elemento de amor. De cómo
se enganchan en una relación que les daña por las cosas buenas que también
tiene. No identifican los límites de dónde está su espacio, su intimidad, su yo propio.
¿Cuándo hay que empezar a preocuparse?
Un síntoma de
alerta bastante importante es el aislamiento social en que se meten muchas
chicas. Se echan novio y desaparecen del mapa. Hay un cambio de centro de
atención de mí hacia la pareja. Cuando hay pérdida de amistades, pérdida de
espacio propio, cuando todo es con él, hay que empezar a preocuparse. También
cuando hay una relación de control: él dice lo que hace, qué amistades tienes,
horarios. Esto también sería una llamada de atención.
¿Qué influencia tiene su idea de amor en esta situación?
En estas edades,
mucho. El amor está muy idealizado. Cuando nos hacemos más mayores el mito del
amor romántico se nos cae. Pero en la adolescencia todavía no sabes qué límite
ponerle a la relación. Los mensajes sociales que reciben los jóvenes son
desquiciantes:
hazlo todo por la relación, eres importante porque eres guapa y sexy. En estas
edades hay mucha presión social y está extendido un modelo romántico de amor y
una necesidad de responder a un modelo de mujer perfecto que no tiene fallos,
delgada, guapa, sexy y además buena.
¿Qué es lo permite a una mujer salir de este tipo de
violencia?
Creo que adquiere
mucha importancia la reflexión sobre una misma, sobre lo que necesito, quiero y
busco en una relación, es decir, de autoconocerse para poder saber qué es lo
que necesito. Pero además, para percibir que se está dentro de una relación de
violencia, de maltrato psicológico, es indispensable no tomar los
comportamientos de una forma aislada, pues ello conlleva quitarles importancia,
justificarlos. Si ves que forman parte de un conjunto, “el ciclo del maltrato”, es más fácil abrir los ojos a una realidad
que durante un tiempo muchas veces resulta difícil de percibir y de aceptar.
Por otro lado, además de la propia posibilidad individual de percibir la
situación, es imprescindible no estar sola. En ese aspecto es donde la
sociedad, las personas que estamos a su alrededor, nos transformamos en un
elemento imprescindible para salir de la situación, porque sola el camino se
hace más duro.
Gure Indarra Elkartearen aldizkaritik hartutakoa
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