lunes, 31 de octubre de 2011

UN AÑO SIN MARCELINO CAMACHO

Toda una vida en las barricadas de la Historia. Toda una vida construyendo poder sindical, contrapoder social. Marcelino Camacho, un año después de su muerte, cómo pasa el tiempo, tan callado, en el panteón de los ilustres de la izquierda europea, explica la revolución científico-técnica y los problemas del neoliberalismo a sus compañeros de otra vida. Infatigable y cabal, desde sus primeros oficios a la dirección de CC.OO., Camacho ha representado la honradez del sindicalismo, la verdad del sindicalismo: el sindicalismo de clase. Los tiempos han cambiado y la forma de entender la política y las relaciones laborales también. El viejo sindicato partía de la centralidad del trabajo para explicar el mundo; la vida política arrancaba también de ese principio. Hoy, el trabajo, entendido como producción, desarrollo y relación social, se ha convertido en algo secundario, marginal. Las relaciones laborales fragmentadas, atomizadas, dominan las empresas y los modos de producción. Somos ya “empresarios de nosotros mismos”, como pronosticaba Foucault en los años setenta. Rompieron las grandes fábricas y el fordismo-taylorismo dejó sitio a la desregulación, la incertidumbre y la precariedad.

Marcelino, qué suerte tienes de haberte muerto a tiempo. El mundo, ya lo ves, cambia cada mañana. Los tradicionales esquemas y formas de combatir la injusticia laboral mutan. Dicen que ya no somos una clase: nos quieren segregar, disgregar. Nadie, como sabes, quiere formar parte de la clase obrera. Hemos perdido el prestigio revolucionario, la historia liberal nos arrastra hacia el fango y hemos pasado, comunistas, de dar miedo a dar pena, y de dar pena a dar risa. ¿Te acuerdas de Carrillo? Sigue vivo y fumando. Caprichos de la genética. Nos llaman, cuando lo hacen, clases medias empobrecidas por la crisis y cargamos, fiscalmente, con un estado de corrupción permanente. Firmaste, la vida es así, no te lo reprocho, aquella renuncia global que se llamó “Pactos de la Moncloa” y ni siquiera te hicieron, como a Santiago, “Padre de la Patria”. Esta visto, Marcelino, que tú no eras de los suyos. Eras demasiado obrero, demasiada clase obrera al natural, demasiada verdad en tu reivindicativa mirada para que te aceptaran en su club. Te cerraron la puerta. Sería por el jersey de Josefina. Casi mejor.

Ha pasado un año y las cosas no funcionan. Llaman crisis financiera a un atraco a mano armada perpetrado por la gran banca mundial. Imagino que sigues los acontecimientos y habrás visto por dónde nos ha llevado el PSOE. Reforma laboral tras reforma laboral: recortes de derechos. Incluso se han atrevido con una reforma constitucional amañada en los pasillos del Congreso para introducir el capitalismo financiero en el texto fundacional. Alemania, es su costumbre, anda con su conocido imperialismo mercantil y hace la guerra relámpago (Blitzkrieg) con el euro y sus propuestas, a modo de divisiones acorazadas. El resto, atrapados en las redes institucionales comunitarias, la burocracia europea, hacemos -cumpliendo muy bien, incluso con celo de subalterno alienado- lo que nos dicen. Una parte de la juventud anda revuelta con eso del 15M. No sé lo que pensarás de ese movimiento, pero seguro que lo mirarás con buenos ojos. Matizarías, sin duda, pero serías cómplice. Un revolucionario siempre es joven. Y, aunque esto no sea un valor en sí, el vigor y la potencia que tienen (aunque sus postulados sean difusos) ya no es el nuestro, Marcelino. Qué te voy a contar que no sepas.

Un año sin Marcelino Camacho. Es imposible olvidar tu menuda figura y tus manos habladoras. Los homenajes se suceden con motivo del primer aniversario del fallecimiento. Marcelino está en nuestra Historia. Es nuestra Historia. Pasarán los años y todo será diferente -nadie se acordará de nada, es el precio del futuro-, pero cuando se recuerde qué fue CC.OO. y su importancia, tendrá que aparecer tu sombra. Algunos compañeros, díscolos, ya sabes, mirarán hacia otro lado. Pese a su malentendida realpolitik, al caer la noche, solos, te recordarán también con un reguero de tristeza (culpable) en el rostro. Marcelino, ¡baja y llévatelos a todos!

María Toledano, en Mundo Obrero

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