domingo, 23 de octubre de 2011

GADDAFI MURIÓ COMBATIENDO CON DIGNIDAD Y COHERENCIA

Las fotos divulgadas por los contrarrevolucionarios del CNT eliminan dudas: Muamar Gaddafi murió en Sirte. Noticias contradictorias sobre las circunstancias de su muerte recorren el mundo, sembrando la confusión. Pero de las propias declaraciones de aquellos que exhiben el cadáver del líder libio emerge una evidencia: Gaddafi fue asesinado.
En el momento en que escribo, la Resistencia libia aún no hizo pública una nota sobre el combate final de Gaddafi. Más desde ya se puede afirmar que cayó luchando.
Los media al servicio del imperialismo intentan inmediatamente transformar el acontecimiento en una victoria de la democracia, y los gobernantes de los EEUU y de la Unión Europea y la intelectualidad neoliberal festejan el crimen, derramando insultos sobre el último jefe de Estado legitimo de Libia. Esa actitud no sorprende, pero su efecto es opuesto al pretendido: el imperialismo exhibe para la humanidad su rostro funesto.
La agresión al pueblo de Libia, concebida y montada con mucha anticipación, llevada adelante con la complicidad del Consejo de Seguridad de la ONU y ejecutada militarmente por los EEUU, Francia y Gran Bretaña dejará en la Historia la memoria de una de las más abyectas guerras neocoloniales de inicio del siglo XXI.
Cuando la OTAN comenzó a bombardear las ciudades y aldeas de Libia, violando la Resolución aprobada sobre la llamada Zona de Exclusión aérea, Obama, Sarkozy y Cameron afirmaron que la guerra, disfrazada de “intervención humanitaria”, terminaría en pocos días. Pero la destrucción del país y la matanza de civiles duro más de siete meses.
Los señores del capital fueron desmentidos por la Resistencia del pueblo de Libia. Los “rebeldes” de Benghazi, entrenados y armados por los oficiales europeos y por la CIA, por el Mossad y por los servicios británicos y franceses huían en desbandada, como conejos, siempre que enfrentaban a aquellos que defendían Libia de la agresión extranjera.
Fueron los devastadores bombardeos de la OTAN los que les permitieron entrar en las ciudades que habían sido incapaces de tomar. Más, ocupada Trípoli, fueron durante semanas derrotados en Bani Walid y Sirte, baluartes de la resistencia. En esta hora en que el imperialismo discute ya, con gula, la repartición del petróleo y del gas libios, es para Muamar Gaddafi y no para los responsables por su muerte que se dirige en todo el mundo el respeto de millones de hombres y mujeres que creen en los valores y principios invocados, pero violados, por sus asesinos.
Gaddafi afirmó desde el primer día de la agresión que resistiría y lucharía con su pueblo hasta la muerte. Honró la palabra empeñada. Cayó combatiendo.
¿Qué imagen quedará de él en la Historia? Una respuesta breve a la pregunta es no es hoy aconsejable, precisamente porque Muamar Gaddafi fue como hombre y estadista una personalidad compleja, cuya vida reflejó sus contradicciones. Tres Gaddafis diferentes, casi incompatibles, son identificables en los 42 años en que dirigió con mano de hierro a Libia.
El joven oficial que en 1969 derrocó a la corrupta monarquía Senussita, inventada por los ingleses, actúo durante años como un revolucionario. Transformó una sociedad tribal paupérrima, donde el analfabetismo superaba el 90% y los recursos naturales estaban en manos de las trasnacionales norteamericanas y británicas, en uno de los países más ricos del mundo musulmán. Pero de las monarquías del Golfo se diferenció por tener una política progresista. Nacionalizó los hidrocarburos, erradicó prácticamente el analfabetismo, construyó universidades y hospitales; proporcionó habitación digna a los trabajadores y campesinos y recupero para una agricultura moderna millones de hectáreas del desierto gracias a la captación de aguas subterráneas.
Esas conquistas le valieron una gran popularidad y la adhesión de la mayoría de los libios. Pero no fueron acompañadas de medidas que abriesen la puerta a la participación popular. El régimen se volvió, por el contrario cada vez más autocrático. Ejerciendo un poder absoluto, el líder se distancio progresivamente en los últimos años de la politica de independencia que llevara a los EEUU a incluir a Libia en la lista negra de los estados a abatir porque no se sometían. Bombardeada Trípoli en una agresión imperial, el país fue afectado por duras sanciones y calificado de “estado terrorista”.
En una extraña metamorfosis surgió entonces un segundo Gaddafi. Negoció el levantamiento de las sanciones, privatizó empresas, abrió sectores de la economía al imperialismo. Pasó a ser recibido como un amigo en las capitales europeas. Berlusconi, Blair, Sarkozy, Sócrates y otros gobernantes de la UE lo recibieron con abrazos hipócritas. Obama tambien lo trato con deferencia . Algunos firmron con Libia acuerdos millonarios, en tanto él multiplicaba las excentricidades, acampando en su tienda en las capitales europeas. En la última metamorfosis emergió con la agresión imperial el Gaddafi que recuperó la dignidad.
Leí en alguna parte que él admiraba a Salvador Allende y despreciaba a los dirigentes que en las horas decisivas capitulan y fugan al exilio. Cualquier paralelo entre él y Allende sería descabellado. Pero tal como el presidente de la Unidad Popular chilena, Gaddafi, coherente con el compromiso asumido, murió combatiendo. Con coraje y dignidad.
Independientemente del juicio futuro de la Historia, Muamar Gaddafi será por el tiempo recordado como un héroe por los libios que aman la independencia y la libertad. Y también por muchos millones de musulmanes.
La Resistencia además prosigue, estimulada por su ejemplo.
Miguel Urbano Rodrígues (odiario.info)

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