El Pacificador. Todos los presidentes de la Restauración democrática han ambicionado ese título. Adolfo Suárez se vio forzado a dimitir antes de la rendición de la denominada ETA (político-militar) en septiembre de 1982. Muy atentos a los abismos españoles, los poli-milis declararon una tregua semanas después del 23-F y se beneficiaron de las medidas de reinserción del ministro centrista Juan José Rosón. Felipe González tuvo que hacer frente a la redoblada dureza de la ETA auténtica (militar) y aún recuerda el día que pudo haber ordenado el asesinato de toda la cúpula terrorista, localizada en Francia. No lo hizo, pero el GAL acabó siendo su pesadilla.
José María Aznar, que estuvo a punto de morir en un atentado, les asfixió –su gran acierto– y en una de las curvas de su mandato dijo estar dispuesto a negociar con el "Movimiento Vasco de Liberación Nacional". En la última curva se empeñó en endosar a ETA la tragedia del 11-M y facilitó que José Luis Rodríguez Zapatero llegase al palacio de la Moncloa, sin preparar y antes de hora. El audaz y voluntarista Zapatero, tenaz constructor de realidades paralelas, creyó que el final negociado del terrorismo podía ser el gran relato de su mandato, habiendo comprobado que el problema catalán podía ser su tumba. Quiso ir demasiado rápido, le volaron la T4, el Partido Popular le llenó la Castellana de banderas rojigualdas y tuvo que ceder el Ministerio del Interior a Alfredo Pérez Rubalcaba.
Bajo la dirección de Rubalcaba el Estado ha llevado a ETA al comunicado del jueves 20 de octubre del 2011. Persiana bajada y actividad a punto del cierre con unos puntos suspensivos que invitan a mantener la cautela. Han dicho que lo dejan, pero no han entregado las armas.
El presidente que lo quiso cambiar todo se va a casa con media placa de Espartero. Zapatero, el Paci... Arrollado por una crisis que sus economistas no le supieron explicar, Zapatero se va con el comunicado del 20 de octubre, con el despliegue del nuevo sistema balístico de Estados Unidos en la base naval de Rota, con la reforma exprés de la Constitución, con la obediencia debida al Directorio Europeo y con un café compartido con José María Aznar en el que hubo grandes ofertas de pacto nacional, por si acaso los catalanes... Zapatero se va, suscribiendo pólizas de seguros y asegurando a sus nuevos protectores en Madrid que él no propició la legalización de Bildu, punto clave del suceso de esta semana. Zapatero se va con la garantía de un retiro tranquilo en León. No es poco.
La otra mitad de la placa la tendrá en sus manos Mariano Rajoy probablemente antes de las elecciones autonómicas vascas, previstas para el 2013. Siguiendo la traza de las últimas municipales, Bildu obtendrá un muy buen resultado el próximo 20 de noviembre. Hay una corriente de simpatía a su favor en la sociedad vasca. El fin de la violencia libera los sentimientos de culpa acumulados durante años y el nuevo formato abertzale compite con eficacia con la estructuras tradicionales del Partido Nacionalista Vasco, que a su vez paga la pérdida de Josu Jon Imaz, el político más prometedor de los últimos años en España. Bildu aparece como lo nuevo; el PNV puede perder pie entre los moderados, y el PP de Antonio Basagoiti e Iñaki Oyarzabal se apresta a ocupar nuevos espacios en el centro. Una Euskadi con Bildu como primera fuerza política comienza a ser una hipótesis plausible a medio plazo. En el tablero del norte seguirán ejecutándose jugadas de gran alcance para toda España. Y no es una casualidad que ETA se apague en el momento más crudo de la crisis económica. Hace mucho frío ahí fuera y los cuadros directivos de la izquierda abertzale también quieren su sitio en el confortable refugio foral. Quieren el calor del hogar, que los suyos vayan saliendo, poco a poco, de la prisión y unas líneas de agradecimiento en Wikipedia. ¿La independencia del País Vasco? Por favor, no exageremos.
Rajoy ha captado bien la onda emocional del 20 de octubre, ratificada ayer en Oviedo por las medidas e inteligentes palabras del príncipe Felipe. El líder del PP, desde hace meses muy bien relacionado con el PNV, sabe que el anuncio de ETA no modificará el resultado electoral de manera sustantiva si él no comete el error de encerrarse en la casilla de la intransigencia. Y no lo ha hecho. El comunicado de ETA es una buena noticia para la gran mayoría social, excepto para el sector más empecinado de la derecha. El tono agrio de la prensa madrileña –de su coalición dominante– dibujaba ayer una estampa de época, ajada, pasada de rosca. El moderantismo español no tiene quien lo escriba.
Enric Juliana, en La Vanguardia
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