Nos han dicho corto y conciso lo que desde hace mucho tiempo queríamos oír. Ya era hora. Hace muchos años que era hora. Esta es una noche de alivio para cualquier demócrata. Todos podemos considerarnos vencedores, no le arrebatemos a nadie ese derecho. Que se excluyan sólo los que así lo decidan.
En un pueblo pequeño como el nuestro, es normal que a muchos les haya tocado conocer de cerca y de forma simultánea la desgracia de muchas víctimas de sensibilidades diversas: la de los asesinados por ETA en su alocada y selectiva persecución ideológica; la de los que empujados por su ardor juvenil generoso, ¿por qué no reconocerlo?, decidieron emprender una carrera política autodestructiva ; la de los que les sorprendió la muerte en un control de fuerzas policiales para las que todo vasco era un presunto terrorista; la de ciudadanos que han pasado media vida amargados en la lucha diaria por la supervivencia junto a un escolta.
Casi todo era evitable. ETA es la consecuencia de un secular conflicto y en particular de su expresión más cruel, el franquismo, de acuerdo. Pero no era una consecuencia necesaria de ese conflicto. Sí era inevitable que la nueva generación abertzale de la clandestinidad desarrollase un proyecto político alternativo al confesional y muy escasamente activo del PNV de la época. Pero bien podía haberlo hecho bajo una determinación distinta a la constitución de un grupo armado. Mucho menos necesario era que siguiese matando y cada vez con criterios más generalizadores a la hora de seleccionar las víctimas tras la institucionalización democrática, por muchas que fueran sus insuficiencias. Y ninguna explicación cabal tiene que lo haya seguido haciendo durante años aún después de ser plenamente conscientes de su desprestigio social y de su irreversible declive militar. ¡Cuánto sufrimiento y cuánta quiebra moral evitable!
En la Euskal Herria post-ETA continuará manifestándose un conflicto político. Hay que recordarlo, guste más o guste menos. El estado-nación rara vez accede a dar carta de naturaleza a los conflictos identitarios. De la misma forma en que en Turquía no se menciona al pueblo kurdo, sino al terrorismo existente en el este turco, en España hay una incomprensión histórica del hecho vasco. De forma muy similar a la que ETA ha tratado de identificar "problema nacional" y "lucha armada", el nacionalismo español amplísimamente hegemónico en el Estado ha confundido "cuestión vasca" y "terrorismo". De esa filosofía se han derivado sentencias apocalíticas y leyes antidemocráticas. Esperemos que a partir de hoy, liberados de la coacción y de la iniquidad de ETA, el conflicto generará duros y apasionados embistes, pero será un conflicto humano y regulado.
Satisfecha la primera exigencia de la Conferencia de Paz, oportunamente habrá que hablar del resto de puntos. Todo es posible en sociedades maduras y solidarias como la nuestra. No hay que tener ningún miedo al diálogo ni a los cambios políticos y normativos si están asentados en cauces democráticos y en la voluntad soberana de la ciudadanía, tanto en la CAV como en Navarra. Es la hora de empezar a construir la reconciliación y la regeneración por encima de éticas unilaterales ideologizadas. Es el momento de la palabra, dura o amable, pero únicamente de la palabra.
Praxku
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