jueves, 13 de octubre de 2011

TAFALLA OINEZ 2011

La lucha por la conservación del euskera aparece en el tiempo como una locura atávica, una inacabable quijotada, una inexplicable resistencia. Ahora toca comprobarlo en el piedemonte tafallés: allí donde se divorcian el ager y el saltus vasconun, donde todavía se besan topónimos antagónicos como Olibadia e Iratxeta, donde mengua el roble y medra el romero, los últimos vestigios del vascuence parecen una protesta contra su defunción, mientras que el renacimiento de la lengua en el siglo XX se asemeja a los esfuerzos de un parto.

Ya en 1682, el tafallés Francisco de Eraso, sin duda a la defensiva, alardea de la constancia y tesón que han tenido sus naturales "en conservar su lengua primitiva". Una lengua, apunta Eraso, "muy perfecta, y capaz de escribirse como todas, y más suave y fácil a la pronunciación que muchas". En 1790, en la vecina Artajona, toda la elite del pueblo, alcalde, regidores, veintenantes y párrocos se ven envueltos en pleitos por exigir, todos unánimes, que el notario del pueblo posea la lengua bascongada, "que es la que comúnmente se usa en la villa". Iban contracorriente y perdieron el juicio. En 1795 Inchauspe, párroco de Tafalla, dedicó a un cura a "catequizar algunos chicos del idioma bascongado, para prepararlos para la primera comunión, a satisfacción mía". Una pía ikastola intentando que el Siglo de las Luces, tan iluminador en otras cosas, no apagara nuestra lengua.

En 1815, más de treinta mozos de Artajona son encausados por una pelea en Mendigorría. Una testigo los reconoció porque "hiban corriendo hablando en Bascuenz". (F. Mayora: Euskera en Artajona). Algunos de aquellos jóvenes a quieres les delató la lengua de Artajona vivieron hasta 1876. Asombroso: los míticos 40 de Artajona oyeron hablar vascuence a sus abuelos.

Finalmente, en 1931 David Jaime, político tafallés, republicano, laico y euskaldun (cuatro adjetivos de raro encaje en aquella sazón) propuso y consiguió que la Diputación Foral de Navarra aprobase por vez primera la cooficialidad del euskera. Luego, el 36 cerró las bocas y cosió las lenguas.

Eraso, Inchauspe, los ediles de Artajona, David Jaime y ahora el Nafarroa Oinez representan cuatro siglos de empecinada defensa de las mugas meridionales de nuestra lengua. Unos porque no se perdiera. Otros por recuperarla. El imposible vencido la llamó Larramendi.

Pero el Nafarroa Oinez y sus fiestas hermanas de los otros territorios históricos son mucho más que una jornada de recogida de fondos para construir escuelas. Son ante todo una gigantesca astracanada; derroche de energía popular; lección de colectivismo; alegoría alegre de un pueblo en marcha.

Dos mil personas trabajando voluntariamente, muchas de ellas durante todo el año, en las diferentes áreas especializadas (tan sólo la de seguridad tiene todos los años problemas de personal, por razones comprensibles de idiosincrasia), son sólo una vanguardia temporal, que dará paso al año siguiente a otro batallón de voluntarios y voluntarias. Nadie fallará a la cita.

Apenas hay liderazgo, todo el mundo sabe lo que tiene que hacer, todos y todas son corresponsables. Si el euskera es la amalgama principal, no son menos importantes el resto de componentes: Saber que paso a paso, gela a gela, se ha levantado un tercer poder educativo entre los dos monopolios históricos, la Iglesia y el Estado. Recuperar la cultura comunitaria del auzalán, en una sociedad que provoca a la insolidaridad y al sálvese quien pueda. Crear espacios comunales y cooperativistas frente a la propiedad privada. Resistir y vencer a los grandes poderes empeñados en marginar nuestra cultura. Saltar por encima de la Ley del Vascuence y de sus alambradas, y hacerlo además con elegante alegría, caminando, bailando, cantando… Conscientes de que ante la bardena de la globalización capitalista, urge la defensa del bosque de la diversidad, de todas las lenguas, de todas las formas de pensar y modos de organizarse. Y hacerlo además de abajo arriba, sin protagonismos ni partidismos, primando el interés colectivo, en la más pura esencia democrática y de poder popular.

Un Nafarroa Oinez es el pequeño espejo donde toda nuestra sociedad puede mirarse para ver y extraer lo mejor de sí misma. Para augurar un posible futuro en nuestra manos. Porque seguro que el soñado País de Jauja, la sociedad humanista, la independencia anhelada o el paraíso socialista, se deben parecer bastante a un Oinez cotidiano.

El domingo en Tafalla. Ven y vívelo.

Jose Mari Esparza Zabalegi, editor

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