Por fin vuelvo a salir al campo. Entre las Fiestas y unos días playeros, han sido tres domingos, como aquél que dice, en el "dique seco". Me propone el Templao que subamos a Buskil, pero por el Salobral y allí que vamos. La mañana está fresca, de cierzo. Magán y la farmacia marcan 12º. Hemos quedado en la fuente de la plaza. Iremos los dos solos porque Juanjo tiene un compromiso familiar y, sintiéndolo mucho, no nos acompañará. Son las 8,00 horas. Por la calle Mayor llegamos hasta el corral de Chera y bajamos la cuesta hasta llegar a la carretera de Artajona. Por ella avanzamos unos cuantos metros hasta que, 8,25 horas, tomamos el segundo camino de la derecha que nos introducirá en el Salobral.
Enseguida llegamos al canal. La obra es impresionante. Por este tramo no baja agua. Nos dirigimos dirección Artajona. Hay dos puentes y al final del tramo, dos especies de comportas, 8,40 horas, que parecen indicar que será el enlace con el tramo de la Lobera, al otro lado de la carretera. Por cierto, que el tramo de esta carretera ha sido modificado. Han asfaltado un trozo nuevo que, creemos, será el nuevo trazado. Por él bajamos hasta la carretera antigua, para llegar, 9,00 horas, al caserío del Monte.
En el alto del monte se ve el punto geodésico, blanqueado, del Buskil. En la campa del caserío hay un cartel y un indicador en un poste que informa de que estamos en el Sendero Local nº 178. Por este camino subimos a la balsa de Lucas, que no se ve por el frondoso carrizal que la tapa. Más adelante, a mano izquierda, se encuentra un hermoso pinar de repoblación. Al final del camino torcemos a la derecha para seguir por él hasta que termina, en una pieza plantada de lavanda que bordeamos para llegar a otra con la misma plantación, y de allí a otra que está labrada, dura y seca como un camino y que atravesamos para llegar, por donde se adivina una senda entre chaparros, a la piedra blanca. Son las 9,40 horas.
La vista es magnífica. Al oeste, Montejurra, Yoar y la sierra de Cantabria se alzan majestuosas. Sin embargo, al sur, el Moncayo está escondido. También vemos, en los valles, Larraga, Berbinzana, Miranda y, por supuesto, Tafalla. Al noreste San Pelayo, Alaitz, la Higa y, asomándose como si se hubiese puesto de puntillas, la Peña de Izaga.
Tomamos nuestro pequeño refrigerio mientras observamos que ya han salido las "quitameriendas", esas flores pequeñas de color rosáceo que nacen en este tiempo y que indican que los días son cada vez más cortos. Antiguamente, los jornaleros las llamaban así porque, al acortar el día, se volvía antes a casa y no se merendaba. La temperatura es muy agradable. El cierzo es tan suave que casi ni se nota.
Bajamos hacia los quejigos. Al llegar a ellos, tomamos el camino de la izquierda. Por él vamos descendiendo en una prolongada cuesta hasta que llegamos a un cruce, 10,30 horas, y tomamos el camino de la derecha, que sigue cuesta abajo. En este lugar, según tengo entendido, se encuentra la balsa de los ricos, la de los pobres y la de Patuca. A ellas, hace ya bastantes años, acudían cazadores a la pasa de la paloma.
Seguimos nuestro camino adelante. Llegamos, debajo del depósito de la Pedrera, hasta las obras del canal que atravesarán la carretera, vía férrea y autopista para, pasando Valgorra, llegar a la Carravieja.
A las 11,10 horas, por el antiguo matadero llegamos a la calle Mayor. La temperatura es de 20º. En las siete calles el Templao, por lo bajini, recita una jota vieja:
Calle Mayor de San Pedro,
cuántas veces te he rondado.
Y las que te rondaré,
si no me llevan soldado.
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