Según los datos de recaudación tributaria (datos oficiales, los que salen de la propia Hacienda Pública), en este país declaramos de media mayores rentas personales los asalariados que los empresarios. Esto solamente tiene dos explicaciones; que los empresarios son pobres (y que suelan ser ellos quienes compren los coches de lujo, se hospeden en los hoteles de cinco estrellas y coman en los restaurantes de muchos tenedores, es solo para despistar), o que defraudan sistemáticamente.
La razón parece llevar más bien a la segunda conclusión (habrá algunas honrosas excepciones, claro, pero la estadística señala que el fraude es generalizado) . En este país (y probablemente en muchos más) las rentas más altas apenas pagan impuestos. Entre las rebajas y deducciones que consiguen y lo que defraudan han conseguido darle la vuelta a la revolución burguesa del siglo XIX. Hasta entonces los nobles estaban exentos de pagar impuestos, cosa que solo hacían los plebeyos y en buena parte a los propios nobles que eran sus señores feudales. Los burgueses que hicieron las revoluciones liberales consiguieron implantar el principio de igualdad ante la ley y que todos los ciudadanos estuvieran obligados a pagar impuestos a una Hacienda Pública que satisfaciera las necesidades comunes. La realidad ha ido por otros derroteros; se ha creado una nueva clase aristocrática exenta de contribuir y que además, aunque ya no cobre directamente los tributos a sus súbditos, se las ingenia para ir incrementando su participación en la renta nacional.
Ese bienintencionado principio constitucional del sistema tributario progresivo, en virtud del cual los que más tienen más debieran pagar, se ha traducido en otro por el cual lo que más tienen son los que más se escaquean. Son fundamentalmente las clases medias asalariadas las que sostienen la recaudación del impuesto sobre la renta, y es la recaudación a través de impuestos indirectos (los de la cesta de la compra), que son totalmente regresivos, la que asegura la pervivencia de un sistema injusto.
Cuando el Gobierno se reúne con "los agentes sociales", esto es, con los sindicatos y con la CEOE, se está reuniendo con los representantes de los que contribuyen más a Hacienda y con los representantes de los que la defraudan masivamente, respectivamente. Ya que no se ponen de acuerdo sobre la reforma laboral (dado que además de no contribuir apenas a Hacienda los empresarios pretenden no contribuir casi tampoco a la Seguridad Social) a lo mejor podrían hablar sobre la reforma fiscal. Y, la verdad, yo ni siquiera reivindicaría que se suban los impuestos a las rentas altas, como ha dicho algún ministro para desdecirse enseguida. Ya me conformaría con que exijan a los empresarios que no defrauden.
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