La retórica, la inacción general -especialmente frente a la crisis- y la represión de algunas libertades han ocupado el espacio de la política. Triste balance. El contraste entre la mirada autocomplaciente del lehendakari López sobre sus 100 días de gobierno y la realidad es notable. Augura un autismo institucional mientras que, como en un vodevil, asume papeles contrarios a la tradicional defensa de las izquierdas tanto de una política de libertades como de políticas económicas y sociales progresistas. Oirle al consejero de Economía y Hacienda, Aguirre, insistir en la virtud del recorte presupuestario en lugar de en las apuestas necesarias para salir bien de la crisis, social y económicamente, refleja tanto el miedo al "socio preferente" (la ahorradora derechona) como la ausencia de un proyecto frente a las crisis.
Combatir a ETA tiene poco que ver con la cruzada histérica en curso contra la izquierda abertzale histórica en una vuelta a los tiempos de los acontecimientos de Ermua en los que se ensayó y fracasó su ostracismo social. Cabe discutirse si mostrar fotos de presos locales es enaltecer el terrorismo o, cuando no los acompañan expresiones enaltecedoras, es recordar socialmente una problemática si se da en tiempo y forma. Debe discutirse si es sensata una guerra de carteles animada por la Ertzaintza de Ares o, al contrario, ha de ser la sabia sociedad la que coloque a cada cual en su sitio sin que nadie la suplante. Victimizar, además, a familiares de presos y esconder bajo la alfombra su problemática, es simplemente inmoral. No se puede defender unas libertades sacrificando otras. Eliminar "espacios de impunidad" no deslegitima la violencia sino que genera otra. Y puestos a hablar de espacios de impunidad debería mirarse también en el interior de las comisarías y en el comportamiento de los cuerpos de seguridad. Pero todas las últimas líneas de fuerza van en el mismo paquete.
La prohibición de cualquier acto reivindicativo alegando que se utilizan "argumentos de los partidos ilegalizados" es simple persecución de ideas de una corriente social excluida institucionalmente y que no tiene forma de expresión pública. Son las libertades políticas las que están en juego y algo debería hacer la oposición al respecto. Ares actúa como si fuera el consejero de Interior del Gobierno de Redondo y Mayor Oreja que no pudo ser.
Gernika puede servir de metáfora sobre la política contradictoria de López. Allí juró la defensa de las libertades, allí estuvieron como testigos quienes es dudoso que las garanticen -Ejército y Guardia Civil- y allí se ha vetado el pregón, dijera lo que dijera, de Etxerat y Rugby Taldea y se prohibió una manifestación. Esa es la apuesta por "los valores de tolerancia y de convivencia" que sostiene Patxi. Una mirada selectiva.
Pero además el anuncio de Rubalcaba que ni condenando a ETA se legalizará a los herederos de Batasuna significa impedir su integración en el juego político. Es la opción por la sin solución, por la continuidad de ETA, por la exclusión política, por la desesperanza colectiva y un motivo para el endurecimiento de posiciones en ese sector social. Es una apuesta totalitaria y estúpida, que aunque contrasta con lo que anteayer mismo, en la tregua, hizo Zapatero la propone quien ya puso palos en las ruedas del fracasado proceso de paz. Aunque no hay una relación de causa y efecto -ETA mata porque le da la gana- ceñirlo todo al éxito policial compagina mal, a pesar de las detenciones exitosas, con el significativo saldo último de asesinatos en dos meses y de la casi tragedia de Burgos. Ahora bien, tiene réditos políticos en España. Ese es el juego. No la ética, la razón o la solución de problemas.
Esa política de acoso a la izquierda abertzale es también la tinta de calamar para despistar sobre temas más importantes. No hay política ni proyecto conocido frente a la crisis, ni suena a izquierdas quejarse de que el anterior Gobierno se endeudara para afrontarla, ni que toda la preocupación sea lograr un presupuesto austero.
El problema es otro. No fue muy responsable, en medio de una triple crisis económica, social y política, autoasumir el liderazgo de un país sin mimbres para ello y con un pacto contra natura con el PP basado solo en el palo contra la izquierda abertzale histórica y en la españolización institucional con la consiguiente minimización política y simbólica del país. El país importaba poco y como un acuerdo económico y social con el PP era imposible, se echaron alegremente a la piscina. Pero la ambición y el revanchismo animaron al PSE a un experimento peligroso. Hoy lo peor es que no hay proyecto de país ni saben a dónde ni cómo nos llevan.
No es muy serio ceñirlo todo a unas mesas de diálogo en las que improvisar, en las que además de que no está una mayoría sindical no hay un previo proyecto conocido. No es muy tranquilizador avisar de que va a responsabilizar a la oposición de los desacuerdos cuando ellos han metido a la Comunidad en este benenjenal. La oposición debe exigir medidas concretas -y si lo hace junta, mejor- pero no tiene por qué proponer un pacto económico-social y presupuestario para sacar al gobierno del atolladero porque parece poco compatible con el pacto contra las libertades y por el sectarismo sellado por el PSE y PP.
Exhibir como un éxito la normalización de las relaciones con los sectarios presidentes de las comunidades vecinas (condicionaban las relaciones a que quien represente a Euskadi sienta España como ellos) dice poco de la lealtad del lehendakari a sus conciudadanos y a la pluralidad de nuestra comunidad. Exhibir como un logro algunas transferencias pendientes sobre su perfil más mínimo y apto a las tragaderas de Madrid no responde a la doble exigencia de dignatario y mandatario que ha de tener López como máxima representación de lo vasco en el mundo. Y por de pronto con la renuncia a la reforma estatutaria ya se da una legislatura más por perdida para actualizar el cuadro institucional.
También vamos asistiendo a múltiples apaños para contentar a unos y no molestar en exceso a los otros. Sigue la incógnita sobre Araba que depende de cómo se porte el PNV en los parlamentos español y vasco. ¡Qué preocupación por el bienestar de la ciudadanía alavesa!En Educación se va sorteando el temporal a base de guiños en una y otra dirección. No se cambian los modelos -cuatro años a perder para su reforma y adaptación a los nuevos tiempos-, se reforzará un poco la enseñanza del euskera en la línea A y se ampliará su oferta para generar desarraigo futuro. Se mantiene felizmente la expresión "Euskal Herria" en el currículo aunque se limita en exceso su sentido (historia y cultura) olvidándose de identidades, relaciones actuales, subjetividades e incluso expresiones políticas.
La información en EiTB es cada vez más descontextualizada (ya no hay problema de articulación con el Estado, solo ideologías y partidos) con desconcierto de los profesionales sobre lo que pueden o no pueden decir o las expresiones a utilizar y, por el momento, es la autocensura la que prima.
El mapa del tiempo ha tenido una ridícula solución. Se ha dibujado la Euskal Herria expandida del siglo XI, de la época de Antxo Handia. Los antiguos berones (Rioja) deberían estar preocupados con las intenciones socialistas, al ver su comunidad dibujada en una Gran Euskal Herria, aunque luego no se cuente el tiempo que hará en Arnedillo. ¡Ya es el colmo reclamar territorios y no ofrecerles siquiera servicios! Si se fuera coherente, ahora que el concepto de Euskal Herria está homologado por Educación, y por el PP, debería volverse al mapa de Euskal Herria, con o sin rayitas políticas. Mejor sin ellas.¿Quiénes politizan con rayitas hasta el mapa del tiempo?.Para el resto de carteras hay poco anuncio de acciones futuras -en algunos departamentos ni un vestigio- ninguna agenda y bastantes dudas sobre la capacidad de gestión. Por el momento predomina la "excusatio non petita, accusatio manifesta" de poner por delante el descenso de recaudación fiscal para señalar que gran cosa no se podrá hacer.
Muchas incógnitas a futuro. ¿Legislatura inútil? ¿Y para ese viaje? ¿Es compatible mucho tiempo que los "socios preferentes" estén a tortas en Madrid y a besos en Euskadi? ¿Y el salto en política social, en defensa de la clase trabajadora y de los que están en peor situación, para reponer su lugar en la distribución de la renta y que el PSE, como formación que se dice de izquierdas, debería hacer ahora que gobierna en solitario? Y si eso tampoco lo puede hacer, por Presupuesto y por ser minoría en el Parlamento, ¿para que quería formar Gobierno? ¿Sólo para desplazar al nacionalismo?¿Sólo para ir, con el PP, contra el enemigo común? Eso une mucho. Ya veremos si tanto.
Ramón Zallo (Deia)
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