Lo proponían como norma de vida los ascetas clásicos.
Debemos reflexionar con frecuencia de dónde venimos, dónde estamos y hacia dónde
vamos. Hemos perdido la brújula y la desorientación nos mastica la sangre. Hemos
perdido el rumbo. Nos han robado la brújula. Ya no hay puntos cardinales. El
mundo está crucificado en el aire, en el vacío, en el hueco sin sentido del
precipicio.
Nos han segado la alegría, la esperanza, el futuro.
Desnudos de existencia humana vamos. Al aire los besos, la ternura, los abrazos,
los genitales del alma. Sin nada puesto. Sólo el frío de un invierno interior y
para siempre. Procrear para qué si no queda sitio para un mañana de ilusión.
Para qué los poetas. Para qué ahondar en el misterio que somos si sólo somos
déficit, tóxico vacío, nausea sartriana, con Camus ahuyentando ratas de peste
íntima. Nos queda el asco, sólo el asco, en el estómago interior donde no nos
digerimos porque nos han envenenado hasta las penas.
Siento el desprecio como una cáscara impuesta. Bajan las
pensiones y un portavoz del gobierno dice que los viejos están enormemente
agradecidos a un presidente con sensibilidad. Nos quitan las viviendas en
connivencia con los bancos y nos aseguran que las estrellas son hermosas para
hacer el amor los sábados por la noche. Ponen precio a la justicia y aseguran
que es para conseguir una justicia gratuita. Nos reducen la sanidad, subastan
la agonía y nos aseguran que es para alejarnos de una afición hospitalaria. Nos
mandan al INEM y quieren que vayamos cantando. Nos arrodillan ante los Bancos y
nos mantienen a latigazos y nos hacen creer que es la adoración sincera porque
no se puede hundir el sistema sin que nos ahoguemos todos. Se redime el dinero
desde un gólgota sacrílego sin resurrección al día tercero. Hay que elegir entre
el pan y el ventolín que te alivie el enfisema, entre respirar o comer. Y
mientras eliges, oyes a los escoltas que protegen el blindado de quien te está
pisando por el placer de pisarte.
Alma sin musculatura tenemos para preguntarnos de dónde
venimos ni dónde estamos. Y tal vez debiéramos renunciar a indagar hacia dónde
vamos porque no vamos hacia ninguna parte. Estamos aquí porque no tenemos dónde
estar. Nos han cegado el camino y a lo mejor sólo nos queda aceptar la muerte
por aplastamiento torácico como esas niñas que se van con los pechos intactos y
los besos al viento con sus faldas de fiesta.
Estamos al borde de no se sabe qué. El vacío abajo. Sin
cielo arriba. Pisando desprecio. Sobre el filo del escarnio que se clava en los
talones del alma. Nuestros jóvenes se van
al extranjero, no por el abandono en que viven, sino por espíritu aventurero.
La
gente se suicida porque quieren vivir en palacios y no se conforman con dos
habitaciones, baño y cocina y una hipoteca que perdura hasta que el desahucio
los separe. Seis millones de parados prefieren el televisor de plasma al pan de
cada día. El infartado se muere porque no podía pagarse la ambulancia que le
trasladara el corazón a un hospital. Los despedidos de larga duración se han
acostumbrado a vivir sin trabajar y en consecuencia no deben ser contratados,
dice el secretario infame de la OCDE. Pues que se jodan. Le pagan quinientos
euros al viejo para que alimente a su hijo de cuarenta, su nuera sin besos, sus
nietos sin alegría. Hay que inyectar dinero a los bancos porque se han venido
abajo. A los que viven en el INEM se les usurpa el subsidio que se han ganado
cotizando mientras trabajaban. A los viejos se les escatima una pensión decente
que se han ganado con nóminas de cuarenta años. A unos y otros se les roba lo
que fueron amontonando para un presente sin empleo o una vejez de petanca. Todo
para que los bancos compren alfombras donde pisen los usureros de corbata de
seda y zapatos italianos. Que los dependientes se arrastren. Que las mujeres
maltratadas pongan la otra mejilla. Lo recomienda Ana Botella. Que esperemos al
cielo de un dios fin de trayecto, recomienda Rouco..
Hay que estrangularse el alma hasta que se parta en dos.
Hay que despejar el camino para que avancen los blindados. Vamos cansados los
que vamos nadie sabe hacia dónde. Hacia la nausea tal vez, hacia la peste de
Camus, hacia un asco infinito.
Rafael Fernando Navarro, en marpalabra.blogspot.com
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