jueves, 20 de diciembre de 2012

EL PNV ANTE EL ESPEJO


Cuando se habla de política es frecuente definir al Partido Nacionalista Vasco como de derechas, con la misma naturalidad con que se clasifica al PSOE como de izquierdas. Mi reacción suele ser tratar de llevar a mis interlocutores a los hechos. Y, cuando lo hago, en bastantes ocasiones, siento que sus posiciones primero se flexibilizan y después ya ponen en duda sus propias afirmaciones. Ocurre que están muy extendidas ideas preconcebidas, un lenguaje aprendido y no pocos clichés. Yo, que me considero muy de izquierdas, asumí hace ya mucho tiempo la importancia de poner en cuestión el cómo pensamos, persuadido de que si no renovamos las herramientas políticas conceptuales, nos quedaremos anclados en el pasado y no podremos nombrar adecuadamente a cuanto ocurre en la realidad. En este ejercicio de renovación intelectual hay que revisar los conceptos de derecha e izquierda, no para vaciarlos de contenido, sino para que sigan siendo útiles. Pero, al mismo tiempo, hay que utilizar criterios menos ideológicos pero tal vez más eficaces, como por ejemplo: hacer política para los de arriba o hacerla para los de abajo, sobre todo a la hora de identificar y calificar a los actores políticos (léase partidos).
Regresando a las dos primeras líneas de este artículo, me parece pertinente decir que en los años de gobiernos socialistas, aun cuando se han aprobado leyes progresistas, algunas de las cuales son referente internacional, en la esfera de las medidas económicas y de las reformas laborales se han impulsado políticas que han lesionado gravemente a las clases trabajadoras. Paralelamente se ha consentido cuando no alentado un modelo de crecimiento absurdo y antiproductivo que facilitó la burbuja inmobiliaria, el descontrol financiero y la cultura del pelotazo. Los años de gobiernos socialistas han servido en algunos aspectos a los intereses de los de abajo, pero en la balanza ha pesado más su servicio a los intereses de los de arriba. Básicamente el PSOE ha fracasado en aquello que siempre se ha esperado más de la izquierda: gobernar para un cambio del modelo económico y social, para una nueva sociedad y una nueva realidad civilizatoria que, necesariamente ha de ser posneoliberal.
Por su parte, el PNV, un partido que carga en su mochila rasgos ideológicos que vienen de un siglo atrás, ha sabido evolucionar para ir dejando a un lado ideas y valores que constituían un obstáculo para su acercamiento a la socialdemocracia. Su liberalismo social y democrático contiene dos almas: la popular, que le lleva al PNV a tratar de satisfacer los intereses de las mayorías y la cohesión del país; y la empresarial que es históricamente un pilar decisivo de su proyecto político y de sus convicciones ideológicas. El resultado de esta comunión ha sido una gestión de gobierno que ha procurado el desarrollo económico con bienestar social. La prueba del nueve nos dice que cuanto se ha construido en Euskadi en las últimas tres décadas mucho tiene que ver con la particular visión del PNV; lo que hemos tenido de políticas sociales y lo que nos queda no surgió por acto espontáneo del mercado. Podría decirse que el PNV ha navegado hacia el centro, y que otro tanto ha hecho el PSOE, sólo que este último había salido del puerto de la izquierda y, por consiguiente, esperábamos mucho más de su acción política. Es por todo ello que me ha alegrado el recorrido del PNV en los últimos treinta años y me ha defraudado el del PSOE del que esperaba mucho más.
Sin embargo, ahora ocurre que el gobierno del PNV ha de gobernar en una época crítica, de emergencia nacional. Sin duda era más fácil aproximarse a la socialdemocracia en época de vacas gordas, cuando había para redistribuir. La cuestión ahora es mucho más complicada, pero, al mismo tiempo, plantea un desafío ético y político que servirá para retratar hasta donde llega la coherencia del PNV en su voluntad de servir al conjunto de la sociedad. Sería por cierto necesario que muy en breve el gobierno de Iñigo Urkullu dejará claramente su posición ante los más graves problemas sociales del momento, como forma de explicitar didácticamente su voluntad política: a) ante los desahucios debe oponerse, de entrada, y abrir rápidamente vías de negociación con las entidades bancarias que obliguen a éstas a retirar sus demandas y a negociar alternativas razonables que aseguren la permanencia de las familias hoy amenazadas. Podrán dichas entidades argumentar sus derechos derivados de contratos hipotecarios, pero no hay derecho que esté por encima del que tiene toda la ciudadanía sin excepción a tener una vivienda digna. b) cuanto antes el nuevo gobierno debe señalar palabra por palabra cuáles son las líneas rojas que no deben ser cruzadas y, en consecuencia, que políticas públicas están aseguradas, pues una ciudadanía en permanente incertidumbre está abocada a la inestabilidad. La salud, la educación, la renta básica, son algunas prioridades. c) de forma urgente también, el nuevo gobierno vasco, ha de dar respuesta al asesinato de Iñigo Cabacas, abriendo una investigación interna en la Ertzaintza para descubrir a los culpables. Ello es factible y necesario independientemente de la instrucción judicial. Si lo hace dará un paso de transparencia y de limpieza de imagen del propio cuerpo policial; lo contrario sería comportarse como lo hace habitualmente el ministerio de interior español.
Naturalmente las urgencias son muchas, ligadas unas a la crisis y el desempleo, a la violencia de género (machista), y otras a la paz y el derecho a decidir. Pero me bastaría que el gobierno del PNV afronte de manera seria y contundente los asuntos mencionados para poder decir ¡vamos bien! Nos encontramos en un punto en el que el PNV puede demostrar que es cierto su recorrido de servicio a toda la sociedad o que, por el contrario, en un momento de emergencia nacional su inclinación es de neta sumisión a los poderes del dinero y de oscurantismo cuando se trata de proteger los excesos policiales.
Sinceramente, mi positiva apreciación del proceso seguido por el PNV en sus gestiones de gobierno se mantiene ahora en una expectativa inquieta. Temo que el alma pactista, esa que está más vinculada a los lobbys económicos que inciden en el PNV le lleven a firmar un tipo de acuerdos, públicos o no, con el Partido Popular, lo que serían una traición a su otra alma: la popular. Por el contrario, si firma acuerdos con otras fuerzas políticas en clave de desarrollo económico y empleo, de inversión en investigación, de fomento de actividades productivas innovadoras, de apoyo a las pymes y autónomos, de desarrollo integral de las zonas rurales, de promoción profesional y en el conocimiento de las y los jóvenes... y se planta ante los decretazos antisociales de Madrid, entonces podremos decir nuevamente ¡vamos bien! Sin olvidar que nada de lo que pueda acordarse en el ámbito socioeconómico debe hacerse a costa de sacrificar el derecho a decidir. Cada cosa en su momento.
Josu Perales, en Noticias de Gipuzkoa

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