Hace un año no teníamos casi nada que celebrar. En un reunión de Viento Sur celebrada a finales de enero, uno de los más jóvenes componentes se lamentaba de que las respuestas parecían que no iban a llegar nunca, pero llegaron. Y tanto que llegaron, Hobsbawn compara el año pasado con el 1848, aunque duda de su continuidad. No sé si es la edad, pero mucho me temo que el viejo eurocomunista no se ha enterado. Dice: "sabemos que no durará". De momento, siguen superando pruebas por más que la situación se hace complicada, tanto es así que parece que 1848 se quede corto.
También nos dice que "La izquierda tradicional estaba orientada a un tipo de sociedad que ya no existe o está dejando a existir. Creían sobre todo en el movimiento obrero como responsable del futuro. Bien, hemos sido desindustrializados y eso ya no es posible". No sé a que izquierda se refiere, pero el actual Labour Party nada tiene que ver con el de ayer, y el movimiento obrero clásico ya no es posible. Sin embargo, se gesta otro. El camarada Armando Varo, nos decía en Vilanova i la Geltrú que ayer las fábricas –la SEAT fue su gran experiencia- buscaba la calle, y que ahora quizás deba ser la calle la que busque la empresa, el trabajo. Lo cierto es que la vieja izquierda está en otra parte, tanto es así que ha tenido que nacer otra con nuevos métodos y con nuevas expectativas. ¿Durará?, no tiene más remedio.
Hace años, en la asamblea en la que los jóvenes pasaron la página del Espacio Alternativo, uno de los veteranos presentes, se me acercó al oído para comentarme medio en broma: “Ya verás, dentro de unos años todos estos jóvenes estarán colocados”. Me enfadé: "¡Si tú no lo estás ni yo tampoco, ¡porqué tendrían que estarlo ellos¡. No solamente no lo están, es que ya no hay pesebre ni para los que disfrutaron de sus prebendas. Así pues, este año tenemos algo que celebrar. Ya hay una juventud que aguarda, y que ha dicho, ¡hasta aquí!"
Entiendo la impaciencia, he vivido muchos años con ella. Sin embargo, toda siembra requiere su tiempo para la cosecha, y hace un año todo el campo parecía baldío. Ahora no solamente está el proceso revolucionario árabe, enorme, incontenible. Es como una reedición de “la batalla de Argel” medio siglo más tarde, después de un larga experiencia despótica de signo neoliberal, empujada por una nueva juventud cuya educación era la propia de la clase media de antaño. Los jóvenes licenciados de Tahrir o de la Plaza del Sol son como los estudiantes pequeños burgueses de los sesenta, pero sus condiciones laborales son inferiores a la de los obreros de las fábricas de aquel tiempo.
Estábamos trabajando en la aldea global, con muestras pequeñas historia, tratando de recuperar el aliento de batallas perdidas, por ejemplo aquella que dio al traste con la izquierda sindical en Comisiones, de la primera muerte de Marcelino Camacho. Ahora, la experiencia de Túnez y Egipto encontró su resonancia en Madrid, de Madrid a Barcelona, y un poco en todas partes. Luego por todo el mundo, incluyendo centros de la reacción como Wall Street, Tel Aviv, o la Rusia del Zar Putin. Cierto que es una primera oleada, pero es una oleada que ha demostrado lo que parecía imposible: que el mundo puede y debe de cambiar de base. A partir de aquí, ahora podemos hablar de cómo hacerlo, pero la iniciación, el comenzamiento que hablaba Lenin, es una etapa que cuenta en la Historia. En una nueva Historia.
Ya hay cosas seguras: el movimiento ya está ahí lejos de los aparatos integrados, de la política como negocio, de la dictadura del Dios Mercado. La lógica depredadora del ultracapitalismo es la de despojarnos de todos los derechos, regresar al tiempo en el que los trabajadores no eran nadas, máquinas humanas. La discusión entre ellos es la como se puede vender mejor la moto, y las palabras son cada vez menos creíbles. Ahora el movimiento está obligado a nueva fase, tendrá que aprender a ser más eficiente, a llegar hasta el último rincón que le sea posible. El discurso de la negación ya está compuesto, es un guión común en el cada uno enfatiza más en un aspecto o en otro, pero ya está ahí, tenemos nuestro Manifiesto en una catarata de estudios y análisis que permiten unir lucha y cultura a un nivel antes desconocido.
Quizás se trataría de sintetizarlo y de hacer lo que ya se hizo en la campaña anti-OTAN. Crear equipos de educadores y propagandistas capaces de explicar el ABC allá donde sea posible, institutos, barrios, centros sociales, bibliotecas, casinos, bares, empresas, tajos, etcétera. Hay que preparar el salto siguiente…
Pepe Gutiérrez-Álvarez (en kaosenlared)
También nos dice que "La izquierda tradicional estaba orientada a un tipo de sociedad que ya no existe o está dejando a existir. Creían sobre todo en el movimiento obrero como responsable del futuro. Bien, hemos sido desindustrializados y eso ya no es posible". No sé a que izquierda se refiere, pero el actual Labour Party nada tiene que ver con el de ayer, y el movimiento obrero clásico ya no es posible. Sin embargo, se gesta otro. El camarada Armando Varo, nos decía en Vilanova i la Geltrú que ayer las fábricas –la SEAT fue su gran experiencia- buscaba la calle, y que ahora quizás deba ser la calle la que busque la empresa, el trabajo. Lo cierto es que la vieja izquierda está en otra parte, tanto es así que ha tenido que nacer otra con nuevos métodos y con nuevas expectativas. ¿Durará?, no tiene más remedio.
Hace años, en la asamblea en la que los jóvenes pasaron la página del Espacio Alternativo, uno de los veteranos presentes, se me acercó al oído para comentarme medio en broma: “Ya verás, dentro de unos años todos estos jóvenes estarán colocados”. Me enfadé: "¡Si tú no lo estás ni yo tampoco, ¡porqué tendrían que estarlo ellos¡. No solamente no lo están, es que ya no hay pesebre ni para los que disfrutaron de sus prebendas. Así pues, este año tenemos algo que celebrar. Ya hay una juventud que aguarda, y que ha dicho, ¡hasta aquí!"
Entiendo la impaciencia, he vivido muchos años con ella. Sin embargo, toda siembra requiere su tiempo para la cosecha, y hace un año todo el campo parecía baldío. Ahora no solamente está el proceso revolucionario árabe, enorme, incontenible. Es como una reedición de “la batalla de Argel” medio siglo más tarde, después de un larga experiencia despótica de signo neoliberal, empujada por una nueva juventud cuya educación era la propia de la clase media de antaño. Los jóvenes licenciados de Tahrir o de la Plaza del Sol son como los estudiantes pequeños burgueses de los sesenta, pero sus condiciones laborales son inferiores a la de los obreros de las fábricas de aquel tiempo.
Estábamos trabajando en la aldea global, con muestras pequeñas historia, tratando de recuperar el aliento de batallas perdidas, por ejemplo aquella que dio al traste con la izquierda sindical en Comisiones, de la primera muerte de Marcelino Camacho. Ahora, la experiencia de Túnez y Egipto encontró su resonancia en Madrid, de Madrid a Barcelona, y un poco en todas partes. Luego por todo el mundo, incluyendo centros de la reacción como Wall Street, Tel Aviv, o la Rusia del Zar Putin. Cierto que es una primera oleada, pero es una oleada que ha demostrado lo que parecía imposible: que el mundo puede y debe de cambiar de base. A partir de aquí, ahora podemos hablar de cómo hacerlo, pero la iniciación, el comenzamiento que hablaba Lenin, es una etapa que cuenta en la Historia. En una nueva Historia.
Ya hay cosas seguras: el movimiento ya está ahí lejos de los aparatos integrados, de la política como negocio, de la dictadura del Dios Mercado. La lógica depredadora del ultracapitalismo es la de despojarnos de todos los derechos, regresar al tiempo en el que los trabajadores no eran nadas, máquinas humanas. La discusión entre ellos es la como se puede vender mejor la moto, y las palabras son cada vez menos creíbles. Ahora el movimiento está obligado a nueva fase, tendrá que aprender a ser más eficiente, a llegar hasta el último rincón que le sea posible. El discurso de la negación ya está compuesto, es un guión común en el cada uno enfatiza más en un aspecto o en otro, pero ya está ahí, tenemos nuestro Manifiesto en una catarata de estudios y análisis que permiten unir lucha y cultura a un nivel antes desconocido.
Quizás se trataría de sintetizarlo y de hacer lo que ya se hizo en la campaña anti-OTAN. Crear equipos de educadores y propagandistas capaces de explicar el ABC allá donde sea posible, institutos, barrios, centros sociales, bibliotecas, casinos, bares, empresas, tajos, etcétera. Hay que preparar el salto siguiente…
Pepe Gutiérrez-Álvarez (en kaosenlared)
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