La situación del sistema bancario español preocupa extremadamente a autoridades económicas, analistas, empresas y hogares que sufren la parálisis del crédito. Las preocupaciones se centran en la imposibilidad de financiarse con normalidad en los mercados financieros internacionales y, sobre todo, en la intensidad de los descalabros que podrían sufrir las entidades bancarias en un futuro próximo si se confirma un escenario negativo más que probable de alza de los créditos de dudoso cobro y depreciación de los activos inmobiliarios que detentan.
Una radiografía básica del sistema bancario español revela que está compuesto mayoritariamente por bancos privados y cajas de ahorro. En septiembre de 2010, los primeros acumulaban el 53% de los activos totales del conjunto del sistema bancario y las segundas alcanzaban un nada despreciable 39,3% de un total patrimonial (3,264 billones de euros) que triplicaba el PIB anual de la economía española. El resto correspondía a cooperativas de crédito y otras entidades crediticias.
Sin embargo, hasta hace apenas tres meses, las cajas detentaban una cuantía superior a la de los bancos en el total de 1,844 billones de euros que alcanzaba en diciembre de 2010 el stock de créditos pendientes de cobro: las cajas sumaban un 46% y los bancos un 45,4%; a gran distancia se situaban las cooperativas de crédito (con un 5,2% del total) y el resto correspondía a otras entidades financieras de crédito y de dinero electrónico.
Más allá de la posición dominante que comparten bancos y cajas, un examen más detallado de sus respectivas posiciones ofrecería varios rasgos de gran interés:
Primero. La cuota de las cajas en el mercado de crédito ha ido disminuyendo a lo largo del año 2010 a un ritmo similar al que aumentaba la cuota de los bancos. Los últimos datos de enero de 2011 facilitados por el Banco de España indican que, por primera vez, los bancos superaban ligeramente a las cajas (839.920 millones frente a 830.510). Cabe suponer que esa mejora de la posición de los bancos es fruto de las políticas de reforma de las cajas impulsadas por el Gobierno a lo largo de los últimos meses. Es más que probable que el retroceso de las cajas continuará y se intensificará en los próximos meses.
Segundo. Las cajas han sido tradicionalmente las principales suministradoras de crédito a los hogares. En septiembre de 2010, su cuota de mercado en este segmento del negocio bancario sumaba 423.900 millones frente a los muy inferiores 309.300 millones de los bancos. Por el contrario, en el ámbito de los créditos a las empresas cambiaba la jerarquía y los bancos sumaban 496.500 millones frente a los 417.700 millones de las cajas. Pese a la preponderancia de los bancos en los créditos a las empresas, las cajas ocupaban la primera posición en la financiación de las empresas de construcción (60.000 millones de euros frente a 51.000 millones) y de las promotoras y demás empresas que ofrecen servicios inmobiliarios (170.000 millones de euros frente a 135.000 millones).
Tercero. Los bancos sufren con mayor intensidad que las cajas el aumento de los créditos impagados. En enero de 2011, la morosidad en los bancos suponía 52.663 millones (un 6,3% del total de créditos pendientes de cobro que forman parte de sus activos); las cajas, por su parte, sumaban una cuantía algo inferior de 48.834 millones (un 5,9% del total de sus créditos). Es difícil saber si la peor evolución de los créditos de dudoso cobro que muestran los bancos es un reflejo fiel de la realidad. Podría ser la consecuencia de una mayor calidad en la gestión de los riesgos de morosidad por parte de las cajas o, sencillamente, el resultado de una desigual utilización de las técnicas de ocultación y maquillaje que permite la contabilidad creativa.
Cuarto. Aunque las tasas de morosidad que soportan los bancos son algo mayores que las de las cajas, estas últimas tienen una mayor exposición a los créditos vinculados al ladrillo. Los bancos sumaban en septiembre de 2010 un total de 434.000 millones (el 52% del total de sus activos crediticios) en créditos relacionados con la construcción y los activos inmobiliarios. Las cajas, por su parte, un todavía más abultado montante de 588.000 millones (el 69% del total de sus créditos). Aunque resulta prácticamente imposible cuantificar con un mínimo rigor la evolución que en los próximos dos años vayan a experimentar la morosidad de los créditos concedidos a hogares, empresas de construcción y promotoras inmobiliarias y la pérdida de valor de los activos inmobiliarios que han sido incorporados a los patrimonios de las entidades bancarias, es inevitable que morosidad y depreciación de activos inmobiliarios sigan creciendo. Los riesgos asumidos por bancos y cajas durante años para inflar la burbuja inmobiliaria fueron excesivos y tienden a conformar un volumen inmanejable de activos tóxicos que hace apenas un año el Banco de España y el Gobierno seguían minusvalorando.
Quinto. Las tasas de morosidad de las empresas son muy superiores a las de los hogares. Así, en septiembre de 2010, tan solo un 3,4% del total de créditos a los hogares eran dudosos frente al 7,3% que suponían en el caso de las empresas. Esas cifras desbaratan un lugar común y confirman que las empresas son peores cumplidoras de sus obligaciones de pago que los hogares.
Sexto. La calidad de la gestión realizada por las cajas parece haber sido mejor que la de los bancos en lo que se refiere a los créditos concedidos a los hogares (las tasas de morosidad respectivas eran del 2,9% y el 3,6%). En cambio, los bancos han realizado una mejor gestión de los riesgos de impago de las empresas (7,1% frente al 7,8% que alcanzaba la tasa de morosidad de las cajas). La especialización de las cajas en el crédito a los hogares y la de los bancos en los concedidos a las empresas parecen haber jugado a favor de una mejor gestión de los riesgos en sus respectivos ámbitos de especialización. En todo caso, las diferencias en las tasas totales de morosidad que sufren ambos tipos de entidades son muy pequeñas.
Séptimo. Las cajas presentan una menor capitalización que los bancos y, por ello, niveles similares de morosidad inciden con más intensidad en la reducción de los niveles de solvencia de las cajas. La consecuencia es que la situación de solvencia de las cajas es más precaria que la de los bancos. Aunque la cuantía de los créditos dudosos es bastante similar en ambos casos (en torno a 50.000 millones de euros, que implican tasas de morosidad que rondan el 6%), la muy diferente cuantía de los fondos propios de bancos y cajas hace que el peso relativo de los créditos dudosos en relación con sus respectivos fondos propios sea muy diferente: en torno al 76% para el conjunto de las cajas y un muy inferior 49% para los bancos. Y a ello hay que añadir la mayor exposición de las cajas a los riesgos derivados de las actividades económicas relacionadas con el ladrillo.
Octavo. La existencia de algo más de 62.000 millones de euros en provisiones específicas y genéricas ya constituidas permiten compensar una parte significativa de la cuantía total de los créditos dudosos que finalmente resulten incobrables. Además, hay que contar con los fondos que puede movilizar el FROB [Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria] (hasta 99.000 millones de euros) para cubrir las pérdidas derivadas de una intensificación de los créditos incobrables y la depreciación de los activos inmobiliarios. Por ello, aunque existen muchas discrepancias en torno a los fondos necesarios para rellenar el potencial agujero que puede producirse en los balances de las entidades bancarias (el Banco de España limitaba su cuantía a 15.500 millones de euros en su última estimación del pasado 10 de marzo, pero horas antes la agencia Moody’s ampliaba su estimación hasta los 50.000 millones), la solvencia del conjunto de entidades bancarias puede considerarse relativamente controlada y parece asegurada por los instrumentos que ya han sido creados para salvaguardarla. Y eso es así en la mayoría de las entidades bancarias. Siempre, claro está, que la crisis de la economía española no empeore o se prolongue más allá de 2013. Ninguna de esas dos hipótesis puede ser descartada y, sumadas, añaden grandes dosis de incertidumbre a la evolución de los riesgos vinculados a un incremento inmanejable de la morosidad o a una depreciación más intensa de los activos bancarios.
Gabriel Flores (en Página Abierta nº 213)
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