El tema de los inmigrantes tunecinos ha causado una gran tensión entre Francia e Italia. Esos inmigrantes desembarcan en suelo italiano, en la isla de Lampedusa, pero el objetivo de la mayoría es llegar a Francia.
Muchos de ellos hablan francés y tienen parientes establecidos ya en Francia. Italia les ha dado un permiso de residencia temporal, y con ese permiso deberían ser admitidos en Francia; pero el presidente francés, Nicolas Sarkozy, que no quiere que el Frente Nacional le siga quitando votos, ha ordenado cerrar la frontera a los tunecinos.
Italia dice que no tiene capacidad de acogida para los 25.000 tunecinos que han llegado en los últimos tres meses. Francia, apoyada por Alemania, responde que otros países ya se las han arreglado antes con crisis migratorias mayores. Aunque París no lo dice abiertamente, en el fondo acusa a Roma de quererse quitar de encima a los tunecinos enviándolos a otros países europeos.
En virtud del Acuerdo de Schengen, un inmigrante que tenga permiso de residencia en un país firmante de ese acuerdo puede residir hasta tres meses en otro país firmante. Pero Francia aduce que el permiso temporal que Italia ha concedido a los tunecinos se lo ha inventado ahora y no corresponde al modelo oficial que Italia comunicó en su día a la Comisión Europea. Y que, además, ese permiso no impide que el país receptor exija además una serie de requisitos, entre ellos que el inmigrante tenga un pasaporte válido, que tenga recursos económicos suficientes, cifrados en 31 euros diarios si dispone de alojamiento y 62 si no tiene alojamiento, y que además no represente una amenaza para el orden público.
En resumidas cuentas, los mismos requisitos que usó Francia el pasado verano para expulsar a los gitanos rumanos.
Jesús Torquemada en eitb.com
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