Era sólo cuestión de tiempo antes que el mubarakismo lanzara a sus escuadrones de matones y pistoleros a sueldo para tratar de aplastar el poder popular. A falta de “caos” en las calles –en contraste con la “estabilidad” del régimen–, se fabrica mediante el uso de burdas técnicas de dividir para gobernar. Si como ha dicho el opositor Mohamed El Baradei, Mubarak es ahora “un muerto viviente”, ¿qué se puede decir de su ejército de zombis, salido directamente de la película El regreso de los muertos vivientes?
El régimen fabricó toda una escenografía. Pandillas a sueldo; convoyes organizados en camionetas; bandas llevadas en autobuses blandiendo machetes; agentes provocadores que lanzaban cócteles molotov desde los techos de alrededor del Museo Egipcio; matones que invadieron la Plaza Tahrir para golpear a la gente, algunos a caballo e incluso –un barato truco orientalista digno de una película de tercera– montados en camellos, restallando látigos.
El coeficiente intelectual promedio debe haber sido de unos 50, ya que los manifestantes capturaron a docenas de matones que llevaban sus tarjetas de identidad de la policía o que confesaron que les habían pagado unas pocas miserables libras egipcias para que causaran disturbios. Mohamed Abel Dayem, el coordinador del programa para Medio Oriente y el Norte de África del Comité para Proteger Periodistas, subrayó que el mubarakismo generó “una serie de ataques deliberados contra periodistas realizados por turbas pro gubernamentales”.
Y entonces, en el silencio de la noche, vino el terror puro, no mitigado, provocado por el Estado: el mubarakismo levantando su verdadera cruel cabeza. Fuertes tiroteos esporádicos; el ruido inconfundible de disparos de francotiradores; los tanques que rodeaban la Plaza Tahrir para protegerla desaparecieron extrañamente; los manifestantes sitiados y bajo tiros de ametralladoras, rodeados por escuadrones de matones enmascarados de Mubarak.
Es un hecho que no presagia nada de bueno. Incluso sin utilizar al ejército –que parece haberse “disuelto” como la policía lo hizo durante el fin de semana pasado–, el mubarakismo parece capaz de movilizar una inmensa cantidad de marginados que dependen del régimen, del aparato de represión del ministerio del Interior formado por más de 1,5 millones de personas, incluido un ejército de informantes, a los que hay que añadir los tres millones de afiliados al Partido Nacional Democrático (NDP) del mubarakismo. Esa megaturba está aterrorizada ante la idea de perder las migajas tiradas por la dictadura en la forma de un trabajo seguro para el gobierno y unas pocas conexiones.
El Faraón, sin embargo, no recibe migajas. Según una mezcla de fuentes de EE.UU., Siria y Argelia, su fortuna personal asciende a no menos de 40.000 millones de dólares, robados del tesoro público en la forma de “comisiones” por las compras de armas, por ejemplo. El Faraón controla muchos bienes raíces, especialmente en EE.UU.; cuentas en bancos estadounidenses, alemanes, británicos y suizos; y tiene “vínculos” con corporaciones como MacDonald's, Vodafone, Hyundai y Hermes. Suzanne, la esposa británico-irlandesa del Faraón, posee por lo menos 5.000 millones de dólares. Y el hijo Gamal –quien puede haber huido a Londres, despojado ahora de su papel de heredero dinástico– también se enorgullece de poseer una fortuna personal de 17.000 millones de dólares.
Míster Torturador, lo llaman por teléfono
Antes del show de los zombis, los medios estatales advirtieron debidamente que habría “violencia”. Culparon a “extranjeros” por las protestas. El temido ministerio del Interior ordenó que todos los que estaban en las calles “se fueran a casa”, y lo mismo hizo el Gran Muftí de Egipto aprobado por Mubarak. Y según una fuente de la oposición hablando con al-Jazeera en Árabe, los “empresarios” –es decir, los compinches multimillonarios del mubarakismo– repartieron debidamente los fondos para aplastar las protestas.
Sea el propio Hosni Mubarak, la junta militar encabezada por el “torturador suave” Omar Suleiman (Suleiman, Shafiq, Tantawi y Annan), o toda la pandilla, el hecho es que el régimen, previsiblemente, desencadenó la contrarrevolución con toda la fuerza del caso. Sea cual sea el contenido de la ahora tristemente célebre conversación telefónica entre el presidente de EE.UU. Barack Obama y Mubarak, es obvio que la “transición ordenada” fue interpretada como una luz verde para convertirse en zombis.
La otra posibilidad, infinitamente más sobrecogedora, es que todos esos militares de la línea dura –no importa los saltos mortales retóricos que provengan desde Washington– piensan que Obama es un gigantesco idiota (ya existen precedentes recientes, desde el primer ministro de Israel Benjamin Netanyahu al jefe del ejército paquistaní general Ashfaq Pervez Kiani). ¿De qué diablos habló la secretaria de Estado, Hillary Clinton, con Suleiman en su llamada telefónica? ¿De viejas cintas de Omar Sharif?
Suleiman, a propósito, es extrañamente descrito por The New York Times como “un operador astuto” con “la mayor base de apoyo en las fuerzas de seguridad de Egipto”. Si los egipcios leen esto no sabrán si reír o llorar; después de todo fue el torturador en jefe.
Desde el punto de vista de los que protestan con sus vidas, es obvio que la Casa Blanca de Obama no ha comprendido el actual sentido de inevitabilidad histórica y se ha visto superada por la dinámica revolucionaria. Por ejemplo, esta suave consigna en la Plaza Tahrir: “¿Mubarak y Obama? El payaso y el traidor”. Después de lo ocurrido este miércoles, se van a poner mucho más desagradables.
Vuestra democracia tendrá que esperar
Suponiendo que la represión no escale a un horrendo baño de sangre en las próximas horas, desde el punto del poder popular hay sólo dos perspectivas posibles:
Plan A – La gente invade el palacio presidencial, la televisión estatal y edificios del gobierno, preferiblemente durante este “Viernes de la Partida”. Es cada vez más problemático, considerando la contrarrevolución.
Plan B – El ejército se hace cargo y expulsa al Faraón. También problemático, considerando que el ejército es, después de todo, el gobierno, para no hablar de su demanda de que las protestas terminen inmediatamente.
Una típica operación clandestina del régimen para cambiar la narrativa –y asustar a Occidente para siempre– sería matar a tiros a unos pocos manifestantes y culpar a la Hermandad Musulmana. Es alarmante de por sí que esta historia de “la toma del poder por fanáticos islamistas” ya comienza a ser propagada a fondo por los medios corporativos de EE.UU. El sitio en la web CNN ahora advierte abiertamente sobre “el riesgo de la democracia en Medio Oriente”. Y Fox News suena como propaganda del mubarakismo, repitiendo frenéticamente los riesgos de “inestabilidad”.
Un artículo de opinión ampliamente difundido por Fox News –repleto de disparates objetivos– conforma la narrativa modelo que será repetida ad nauseam por sionistas, neoconservadores, sionconservadores, toda la gama de la extrema derecha, evangélicos y tarados del Tea Party; acusa a la Hermandad Musulmana (“El padrino del Islam radical”) de estar lista a iniciar la “guerra contra Israel”, cerrar el Canal de Suez y obligar a Egipto a “detener el flujo de gas natural a Israel”.
Incluso así llamados sectores progresistas estadounidenses ya se dejan llevar por esta masiva ofensiva propagandística que muestra el poder popular en Egipto como una conspiración islamista radical que debe ser detenida, ya que plantea un peligro supremo para la seguridad nacional de EE.UU.
Muy pocos en EE.UU. y Europa se dan cuenta de que el ascenso del Islam radical en el mundo árabe ha estado directamente relacionado con la represión contra la izquierda secular por las autocracias y dictaduras apoyadas por Occidente.
Desde el inicio de las protestas, el Trofeo a la Ideología Repugnante tiene que ser otorgado al ex primer ministro británico e invasor de Iraq, Tony Blair, por su entrevista con Piers Morgan de CNN. Para Blair, la democracia en Medio Oriente podrá ser algo bueno; pero “nosotros” tenemos que administrarla; y eso significa llegar a un compromiso con el mubarakismo. Blair simplemente no puede entender que si el mubarakismo sobrevive con una cirugía estética, la reacción será cósmica. Y provendrá de todos los sectores de la sociedad egipcia: los jóvenes, los apolíticos, seculares e islamistas por igual, y de todo el mundo árabe.
El esloveno Slavoj Zizek, el Elvis de la filosofía, tiene razón respecto a la monstruosa hipocresía de los liberales occidentales (o así llamados liberales); “Apoyaron públicamente la democracia, y ahora, cuando el pueblo se levanta contra los tiranos a favor de la libertad secular y la justicia, no en nombre de la religión, están todos profundamente preocupados”.
La verdadera democracia sólo puede ser un proceso dinámico de base, de abajo hacia arriba. No es una fórmula fija, se reforma constantemente. Eso debe asustar a las elites globales occidentales –de los “liberales” a los que fomentan el temor y las guerras– porque la verdadera democracia implica una inmensa pérdida de privilegios para los “estables”, las clases compradoras del mundo en desarrollo que son esclavas de esas engreídas elites occidentales. No es una sorpresa que todos tengan miedo –e impongan miedo– como hombres muertos en camino.
Pepe Escobar (en Asia Times Online) (traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens)
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