viernes, 18 de febrero de 2011

LA HISTORIA OCULTA DEL CLERO NAVARRO

Aunque la historia cuenta que el clero apoyó al bando nacional durante la Guerra Civil, la historia no siempre es fiel a la verdad principalmente cuando se generaliza. Jesús Equiza pretende mostrar cómo muchos sacerdotes navarros, en torno a 400 clérigos, fueron perseguidos entonces por defender a sus parroquianos. No sólo eso, sino que cinco fueron asesinados (Eladio Celaya, Santiago Lucus, José Otano, Victorino Aranguren y Pedro Martínez) y a otros ocho se les condenó a muerte, pena que finalmente no cumplieron por diversas circunstancias.

¿Cómo surge la idea de publicar esta historia?

Por un lado había mucha gente que me pedía que diese a conocer que la rehabilitación de los fusilados en la guerra ya la realizamos a finales de los 70 y principios de los 80. Ahora está habiendo mucho movimiento con el asunto de la memoria histórica por parte de los nietos de las víctimas, lo que llamo la segunda fase de la rehabilitación. Lo malo es que nosotros ya realizamos esa rehabilitación de la mayor parte de las víctimas hace 30 años y, aunque estoy de acuerdo en que sigan recordándolos, no entiendo porqué tienen que obviar lo que nosotros realizamos entonces. Además, también quería dejar claro que el clero navarro defendió, al menos la gran mayoría, a su pueblo y no los delató o formaron parte de las Juntas Locales de Guerra como algunos han querido hacernos creer.

¿Qué es realmente lo que sucedió en aquella época?

Nos han hecho creer que el clero apoyaba a la represión que se hizo por parte de la Alianza Nacional a los republicanos del Frente Popular. Sin embargo, una cosa es decir que estuviesen a favor de que triunfase el Alzamiento y otra muy distinta que apoyaran la represión, que mayoritariamente no lo hicieron. Es el riesgo que supone generalizar el que confunde y limita el rigor histórico.

¿Cuántos párrocos apoyaron a sus feligreses en Navarra?

En torno a 400 curas se comportaron muy correctamente con sus parroquianos. Me consta que tres fueron asesinados y casi con total seguridad otros dos corrieron la misma suerte. Otros ocho fueron condenados a muerte aunque, por unos motivos u otros, lograron salvarse y en torno a 50 fueron encarcelados en el Fuerte de San Cristóbal que por entonces era la cárcel de Pamplona.

¿Qué actitud tuvieron el resto?

En aquella época había 1.031 párrocos en Navarra. 400 se comportaron bien, unos 600 vivieron situaciones más o menos pacíficas en las que no hubo represión, y concretamente 24 actuaron mal, que también están recogidos en el libro con sus nombres y de donde procedían.

¿Cómo se libraron los condenados a muerte?

El por entonces obispo de Pamplona, Marcelino Olaechea, ayudó a algunos de ellos cobijándolos en conventos e intentando que pasara el tiempo. Otros por ejemplo fueron sacados del paseíllo (fila en la que se ponían los condenados mientras acudían al fusilamiento) justo antes de ser ajusticiados por amigos políticos que tenían y que, al verlos en tal situación, no permitieron que se cometieran esas atrocidades.

¿Cuáles fueron las zonas más convulsas en Navarra?

La zona de Carcastillo sufrió mucho en aquella época. Previo a la guerra ya habían tenido mucha agitación con el asunto de los comunales, que fueron vendidos a los más ricos, y la vuelta a la vida monástica en el monasterio de la Oliva en 1927, cuyos monjes no fueron bien recibidos por una parte de la población. Había muchos fichados en la zona y con la llegada de la represión, el párroco y el alcalde convencieron a estos para meterlos en la cárcel y así no ser detenidos por los comandos. Además, el párroco salía todas las tardes a la carretera de Pamplona para detener a los comandos que venían de la capital para impedirles que entrasen al pueblo y se los llevaran.

¿El euskera también fue uno de los motivos por los que les persiguieron?

En los pueblos de la zona norte sí. Ser provasquista generó que muchos fuesen considerados peligrosos. Lo que hicieron en esas zonas los párrocos fue animar a los buscados para que pasaran a Francia o Guipúzcoa donde estarían más seguros. El propio párroco de Isaba acompañó a unos cuantos fugitivos por caminos de cabras para dejarlos a salvo al otro lado de la frontera.

Pero también dice que hubo 24 que no estuvieron a la altura...

Sí, la mayor parte de éstos actuó por temor. Tenían un miedo brutal porque estaban informados del mayo de 1936, los sucesos de Cataluña o la matanza de curas en 1931. De todos modos no consta que ninguno almacenase armas o perteneciese a la Junta de Guerra Local, pero si hubo quienes pasaron algún informe negativo o se resistieron a pasarlo positivo.

Rubén Acosta, en Diario de Noticias

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